Mijail
A. BAKUNIN (1814-1876)
LA MUJER, EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA
(fragmentos)
Derechos
iguales para la mujer.
Soy partidario, como el que más, de la completa emancipación
de la mujer y de su igualdad con el hombre.
La
expresión "igualdad social con el hombre" implica
que, junto con la libertad, pedimos iguales derechos y deberes
para el hombre y la mujer; es decir, la nivelación de los
derechos de la mujer, tanto políticos como sociales y económicos,
con los del hombre; en consecuencia deseamos la abolición
de la ley familiar y matrimonial, y de la ley eclesiástica
tanto como civil, indisolublemente ligadas al derecho de herencia.
Abolición
de la familia jurídica.
Al aceptar el programa revolucionario anarquista -único
que ofrece, a nuestro entender, condiciones para una emancipación
real y completa del pueblo común- y convencidos de que
la existencia del Estado en cualquiera de sus formas es incompatible
con la libertad del proletariado e impide la unión internacional
fraterna de las naciones, expresamos la exigencia de la abolición
de todos los Estados.
La
abolición de los Estados y del derecho jurídico
implicará necesariamente la abolición de la propiedad
personal hereditaria y de la familia jurídica basada sobre
esta propiedad, porque ninguna de estas instituciones es compatible
con la justicia humana.
Libre
unión matrimonial
[Contra el matrimonio por compulsión hemos levantado la
bandera de la unión libre] Estamos convencidos de que al
abolir el matrimonio religioso, civil y jurídico, restauramos
la vida, la realidad y la moralidad del matrimonio natural basado
exclusivamente sobre el respeto humano y la libertad de dos personas:
un hombre y una mujer que se aman. Estamos convencidos de que
al reconocer la libertad de ambos cónyuges a separarse
cuando lo deseen, sin necesidad de pedir el permiso a nadie para
ello -y al negar de la misma forma la necesidad de cualquier permiso
para unirse en matrimonio, y rechazar en general la interferencia
de cualquier autoridad en esta unión- los unimos más
el uno al otro. Y estamos convencidos también, de que cuando
ya no exista entre nosotros el poder coercitivo del Estado para
forzar a los individuos, asociaciones, comunas, provincias y regiones
a convivir contra su voluntad, habrá entre todos una unión
mucho más estrecha, una unidad más viva, real y
poderosa que la impuesta por el aplastante poder estatal.
La
educación de los niños.
Los niños no son propiedad de nadie: ni de sus padres ni
de la sociedad. Sólo pertenecen a su propia libertad futura.
Pero en los niños esta libertad no es todavía real;
es sólo una libertad en potencia. Porque una libertad real
-es decir, la conciencia plena y su realización en cada
individuo, basada fundamentalmente en el sentimiento de su propia
dignidad y en un auténtico respeto por la libertad y la
dignidad de los otros, o sea, basada en la justicia- sólo
puede desarrollarse en los niños mediante un desarrollo
racional de su inteligencia, carácter y voluntad.
De
aquí se deduce que la sociedad, cuyo futuro depende por
completo de la adecuada educación e instrucción
de los niños y que, por tanto, no sólo tiene el
derecho sino también la obligación de velar por
ellos, es el único guardián de los niños
de ambos sexos. Y como la futura abolición del derecho
a la herencia convertirá a la sociedad en el único
heredero, ésta tendrá que considerar como una de
sus primeras obligaciones el suministro de todos los medios necesarios
para el mantenimiento, la formación y la educación
de los niños de ambos sexos, con independencia de su origen
o de sus padres.
Los
derechos de los padres se limitarán a amar a sus hijos
y ejercer sobre ellos la única autoridad compatible con
ese amor, en la medida que esta autoridad no atente contra su
moralidad, su desarrollo mental o su libertad futura. El matrimonio
como acto civil y político, al igual que cualquier otra
intervención de la sociedad en funciones amorosas, está
llamado a desaparecer. Los niños serán confiados
-por su naturaleza, no por derecho- a sus madres, quedando la
prerrogativa de éstas bajo la supervisión racional
de la sociedad.
BAKUNIN: La Libertad, Ed. Jucar (fragmento)