LUDWIG FEUERBACH (1804-1872)
Nubes
de palabras usadas ¿Qué lluvia van a dar?
Elias Canetti: Apuntes.
ALGUNAS IDEAS BÁSICAS SOBRE FEUERBACH
Feuerbach
ha padecido tradicionalmente un problema de lectura: ya no es Hegel,
pero “todavía” no es Marx. Emparedado entre dos grandes,
la aportación de Feuerbach parece “menor”, sin serlo.
Un error
demasiado frecuente es el de leerlo como un filósofo del ateísmo
o como un crítico de la religión: Es más fecundo
considerarlo como un antropólogo o como un crítico de
la ontología hegeliana. Su crítica a la religión
es, tal vez, una excusa para plantear una antropología filosófica
pensada desde la autonomía. Y en todo caso, la religión
debe ser a la vez denunciada y convertida en un síntoma o un
indicio del malestar de lo humano, por lo que no tiene demasiado sentido
luchar contra ella sin comprender, previamente, la profunda miseria
que la propia humana necesidad de consuelo lleva implícita.
INFLUENCIA
DE FEUERBACH SOBRE LA FILOSOFÍA DE LA SOSPECHA
Su influencia
sobre la filosofía de la sospecha puede resumirse en cuatro niveles
significativos:
1. Feuerbach
concibe la filosofía hegeliana y la teología (que vienen
a ser lo mismo) como tragedia [véase la “Tesis provisional,
nº1]. De aquí que toda filosofía deba ser crítica.
La filosofía se plantea como el esfuerzo de poner al descubierto
un secreto inmenso (la Nada de Dios / ¿y también, en consecuencia,
la Nada de la Humano?). En este esfuerzo se debate la tarea prometéica
del intelectual. El papel de nuevo Prometeo del intelectual (en consonancia
al poema de Goethe) será un tema recurrente en la sospecha, que
se concibe a sí misma como esfuerzo por clarificar lo trágico
sin degradarlo.
2. Feuerbach
concibe la dialéctica como expresión de la “finitud”
y del “deseo”. [Véase la “Tesis provisional,
nº5]. A diferencia de una dialéctica hegeliana “infinita”
y que, por ello mismo, debía identificar al Ser de la Ontología
con Dios o con el Estado, Feuerbach reduce la infinitud a finitud. La
finitud da la clave (definitiva) de la finitud. De ahí que el
deseo sea una forma de mala conciencia. Por ahí empezará
el peculiar ascetismo de la sospecha que, por una parte, sabe del peligro
del deseo y por otra lo identifica como lo único capaz de romper
con la lógica de la necesidad.
3. Feuerbach
inicia la comprensión de la historicidad concreta. Sólo
desde la sospecha se puede acceder a la verdad, y para reconocer esa
verdad hay que recorrer una historia que tiene un sentido “oculto”
pero comprensible. El historicismo feuerbachiano significa una forma
de comprensión de lo concreto.
4. Feuerbach
propone hacer filosofía no en función de la Idea (que
es siempre una mixtificación) sino del hombre. Pensar es “contra-pensar”,
pero eso no significa situar al hombre en el centro de ningún
universo. El hombre no es un Titán, siempre vivirá como
ser en falta, lastrado por la necesidad. De ahí que desenmascarar
su deseo signifique identificar lo humano en lo concreto.
Feuerbach es el filósofo de la “reforma” de la filosofía
y la las tesis para una filosofía del “futuro”. Como
él mismo dijo “sólo quien tenga la valentía
de ser absolutamente negativo tendrá fuerzas para crear lo nuevo”.
La valoración que pueda hacerse de su obra dependerá absolutamente
de que se crea que la filosofía de los dos siglos transcurridos
tras la muerte de Hegel haya sido liberadora o de que, por el contrario,
se considere que tras la crisis del hegelianismo no ha habido en filosofía
más que nihilismo y decadencia de la civilización.
DE FEUERBACH A MARX
A mediados
del siglo pasado, fue Louis Althusser quien revalidó la influencia
de Feuerbach en Marx, aunque a precio de devaluar el hegelianismo. Para
Althusser, lo que convertiría al “joven Marx” (el
anterior a 1845) en un feuerbachiano es su incidencia en el humanismo,
mientras que el Marx posterior al Manifiesto habría dado paso
a una nueva problemática científica, la del materialismo
histórico, con el desarrollo de los estudios sobre el modo de
producción como elemento de ruptura “científico”
respeto a la incidencia de la antropología en el período
anterior. En “El Capital” lo que tendríamos es “filosofía
en estado práctico”, mientras que el Marx de los Manuscritos
de París sería aún un humanista teórico,
o un revolucionario en formación, no esencialmente diferente
de los diversos “socialistas utópicos” de su época.
No entraremos
aquí en el análisis sobre si hay realmente dos Marx o
si el segundo es una extensión coherente de la problemática
planteada por el primero. Es demasiado simple interpretar la última
de las tesis sobre Feuerbach como una desautorización de la filosofía
oponiendo “interpretación” a “transformación”
del mundo. Está filológicamente demostrado que fue Engels
quien introdujo el famoso “pero” entre ambas frases y que
Marx pretendía decir algo bastante obvio: que sin interpretación
del mundo no hay transformación coherente de la realidad –y
no que la interpretación fuese insuficiente.
En todo
caso, hay ya en el “joven Marx” una crítica coherente
de Feuerbach de quien toma una idea básica, de corte positivista,
que le acompañará siempre (la de la ideología como
creencia en “espectros”) pero que se separa de la crítica
religiosa de Feuerbach en la manera misma de entender el sentido de
la religión.
Para Feuerbach
(en la estela de Hegel) la religión es una forma de autoconocimiento
del hombre; sin embargo, la idea de poner en relación los anhelos
del hombre con la religión –no considerada como algo subjetivo
sino como una auténtica necesidad de la identidad humana–
cae, según Marx, en un error de falta de historicidad. Pese a
ser un elemento fundamental en la crítica de cualquier tipo de
ilusión transcendentalistista, la crítica a ilusión
religiosa debe ser histórica y en Feuerbach todavía no
lo es. El hombre proyecta en Dios sus necesidades y anhelos pero no
de una vez y para siempre sino en la medida que va cambiando su propia
comprensión de la realidad y del papel del hombre en el mundo.
Para Marx ni la religión ni el concepto de hombre son inmutables
sino profundamente históricos. El materialismo mecanicista (ilustrado
y positivista) cree que la realidad es un hecho dado, construido y acabado
de una vez y para siempre. El materialismo histórico cree en
cambio que la historia es una construcción que no está
dada para siempre, que no es inevitable.
El estudio
de las necesidades religiosas en los hombres nos ayuda a comprender
qué deseos y qué frustraciones siente el hombre real.
Pero la naturaleza del hombre, dice Marx, no es una constante sino que
se transforma por causa del trabajo. El trabajo transforma también
la naturaleza del deseo y, por lo tanto, la naturaleza de la religión.
Mientras que Feuerbach pensaba que la religión nos pone en contacto
con la naturaleza humana inmutable, para Marx –en cambio–
la comprensión de la religión (y la alienación
religiosa como mecanismo) debe ser puesta en conexión con la
historia. El materialismo histórico, como forma de comprensión
de las formas sociales humanas, debe centrarse en el trabajo y comprender
desde la realidad de la explotación (y no desde la ideología
religiosa de consuelo) la auténtica realidad humana.
Si el marxismo
es una teoría de la (auto) emancipación humana, la crítica
feuerbachiana a la religión será válida como una
introducción al desvelamiento de los espectros que ocultan la
realidad humana, pero constituirá sólo un primer paso.
Que el marxismo se convirtiese posteriormente en una religión
de nuevo tipo, sencillamente, no estaba previsto.