Jürgen Habermas
“OJALÁ ESTADOS UNIDOS TENGA ÉXITO
EN IRAQ”.
Entrevista con
Víctor-M. Amela.
Publicada
en La Vanguardia (Barcelona), 4 de Noviembre 2003.
Habermas es el filósofo vivo más importante
de Alemania y una autoridad mundial en el ámbito del pensamiento. Fue
alumno de Theodor Adorno y miembro de la escuela de Francfort. Su obra es respetada
y leída en las universidades de todo Occidente. Ha estado en España
para recoger el premio Príncipe de Asturias, y también ha conferenciado
en el CCCB [Centre de Cultura Contemporània de Barcelona], acogido por
Josep Ramoneda, gracias al que accedí a esta charla con Habermas. Un
alto privilegio que el filósofo me hizo sentir: “¡Hace 40
años que rechazo entrevistas en mi país!” Gracias... Eso
sí, en cuanto comencé a preguntarle sobre aspectos más
personales, me atajó: “Mire, no acepto ese tipo de preguntas”.
De acuerdo... El libro “Filosofía en una época de Terror”
(Taurus) expone sus ideas, junto a las de Derrida.
Tengo 74 años y nací en Düsseldorf (Alemania). Soy sociólogo,
politicólogo y filósofo. Estoy casado y tengo tres hijos (dos
de ellos catedráticos) y sólo dos nietos. He sido siempre socialdemócrata
de izquierdas. No soy pacifista. ¿Creencias religiosas? No hablo de cosas
personales. Acabo de recoger el premio Príncipe de Asturias 2003.
Ante un filósofo jamás me resisto a hacer esta loca pregunta: ¿qué sentido tiene la vida?
La filosofía no es ya capaz de dar una respuesta de validez general acerca del sentido de la vida.
¿Y para qué sirve un filósofo, entonces?
Los filósofos no siempre sirven para algo: ¡a veces son útiles, y a veces no lo son!
La humanidad los ha escuchado...
Ser filósofo es como cualquier otra profesión. En este caso, cobras a cambio de mantener viva una tradición importante...
Qué modesto suena eso...
... y si tienes suerte, puedes conseguir escribir algún libro que sea leído por los que no son filósofos. ¡Y eso es ya todo un éxito!
Es su caso: a usted se le lee. ¿Qué le diría ahora a Bush si estuviesen juntos, a solas?
Uf, soy incapaz... ¡Mi imaginación, perdóneme, no da para tanto! Creo que Bush jamás me dejaría entrar por su puerta...
Ha criticado usted su política exterior...
Mire, está usted hablando con alguien que ha sido pronorteamericano toda su vida...
¿Sí? ¿Y actualmente?
Estoy sorprendido, la verdad, por la línea de actuación que la Administración estadounidense ha adoptado hoy en el mundo.
¿Por el ataque a Iraq?
Yo espero que Estados Unidos abandone su actual unilateralismo y pase a reintegrarse al multilateralismo internacional.
¿Y qué hará falta para lograr tal cambio?
Que en Estados Unidos se formen mayorías que saquen lecciones de esa empresa irracional. Y para eso es importante que Europa sea capaz de hablarles con una sola voz.
Lo de Iraq ha sido irracional, me dice...
Sí, pero al margen de lo que pensemos sobre esa acción, no nos queda en estos momentos más remedio que esperar que ojalá Estados Unidos tenga algún éxito en Iraq.
En caso de que se lo pidiese, ¿qué consejo daría usted a la actual autoridad en Iraq?
No me creo competente para tal cosa.
Haga su propio balance de esa guerra.
Diríanse recomendables otros métodos distintos a los que hemos visto allí... De lo que se trataría, por ejemplo, es de ganarse a una mayoría de chiitas a favor de un régimen que respetase los derechos humanos.
¿Y es razonable y defendible instaurar un régimen democrático mediante la fuerza?
Existen algunos precedentes de eso, como Alemania: su segunda democracia se estableció con la victoria militar de los aliados sobre los nazis... Otra cosa es que esto pueda convertirse en una receta generalizada.
Estados Unidos ¿ha actuado movido por ese noble fin o por otros más interesados?
Lo relevante aquí es que ha actuado sin legitimación del Derecho Internacional. Además, esa acción ni siquiera está reportándole beneficio visible alguno a escala nacional...
¿Y a escala internacional?
Lo que vemos es que aquella región es más inestable que antes y que, en Iraq, la guerra ha desencadenado el terrorismo.
¿Cambió el mundo a partir del 11-S?
Eso de que el 11-S viene a ser como 1789 o como 1914, o sea, un punto de ruptura histórica, considero que es una interpretación ligera, alborotada y, al menos, precipitada.
¿Qué supuso aquello, entonces?
Yo acudí a Nueva York dos meses después del 11-S y lo que pude presenciar es un fuerte “shock” entre la gente... , y debo decir que lo entiendo perfectamente.
Claro...
Pero lo que ya entiendo menos es cómo esa lógica reacción de la población ha sido explotada por el Gobierno desde aquel día.
¿Y todavía hoy?
Sí. Volví el año pasado a Estados Unidos, y me entristeció: nunca hubiera pensado antes que un país liberal tan ejemplar como Estados Unidos pudiera llegar tan alto grado de indoctrinación desde su Gobierno...
¿Tiene esto que ver con sucesos como el triunfo electoral de Schwarzenegger?
No, no, son fenómenos distintos. Lo de Schwarzenegger es similar a lo que puede en Europa con el triunfo de Berlusconi.
¿Es usted pacifista?
No. Lo fuimos todos los de mi generación tras la Segunda Guerra Mundial. Y acudíamos a manifestaciones contra el rearme de la RFA... Pero luego aprendimos algunas lecciones. La guerra como autodefensa es legítima, en consonancia con la ONU. ¡Yo fui de los que apoyaron intervenir en Kosovo!
Arguméntemelo ahora.
Deberíamos entender que, a escala internacional, es preciso algo paralelo a lo que a escala nacional es un servicio de policía para proteger a los ciudadanos más vulnerables.
Acuñó usted para Alemania el término “patriotismo constitucional”. ¿Me lo aclara?
Sí: en una sociedad multicultural, la única adscripción aceptable es la de “ciudadano de la república”, al margen de identidades étnicas, religiosas o lingüísticas. Y es algo que en Alemania hemos tenido que aprender...
Aznar esgrime ese concepto como escudo contra los nacionalistas. ¿Le parece bien?
Yo lo planteé como término de izquierdas... Y no para disciplinar a una minoría cultural. Pero desconozco el contexto de aquí...
Los nacionalismos, ¿irán a más o no?
Son reacciones de resistencia al desarraigo cultural derivado de la globalización. Lo ideal sería que esas distintas identidades no necesitasen acudir a cerrazones nacionalistas para sentirse cómodas y seguras, y que el Estado constitucional democrático garantizase una relación razonable, dialogada...
Son bellas palabras, sí, pero no sé si...
Lo sé, pero mire... ¿acaso no lucharon ustedes, los catalanes, durante el siglo XX por anhelos que al fin lograron materializar?