LA VANGUARDIA, jueves 18 marzo 2004, p.35
El
día 11 de marzo de 2004, a primera hora de la mañana,
un grupo islamista posiblemente vinculado a Al Qaeda hizo explotar
una serie de trenes de cercanías en Madrid, provocando
más de 200 muertos y más de mil heridos. Los fallecidos
eran en su inmensa mayoría obreros que se dirigían
a sus lugares de trabajo. El domingo siguiente, cayó derrotado
en unas elecciones generales el gobierno conservador presidido
por José María Aznar, que había involucrado
a España en la guerra de Iraq contra la opinión
de más del 80% de la población e ignorado continuadas
manifestaciones callejeras en contra (que en Barcelona, en febrero
de 2003, posiblemente reunieron más de un millón
de personas). De hecho, la derrota del gobierno estatal –que
previamente había crispado enormemente la relación
con los gobiernos autónomos de Euskadi y Catalunya–
se atribuyó en parte a la ocultación de datos sobre
la autoría del atentado. Bajo el título global de
“CONTRA EL TERROR, MÁS DEMOCRACIA”, el periódico
LA VANGUARDIA (Barcelona) recogió en su edición
del 18 de marzo de 2004 las opiniones de un nutrido grupo de intelectuales
sobre las circunstancias que rodearon el cambio de gobierno en
España. Se publicaron así las declaraciones de Hans
M. Enzensberger, Peter Singer, Tahar Ben Jelloun, Richard Sennet,
Sami Naïr, Jacques Rancière y Jürgen Habermas,
cuya declaración reproducimos íntegramente [R.A.]
EUROPA
DEBERÍA DEFINIR UN PROYECTO CLARO ANTE BUSH
Europa
debería definir un proyecto claro ante el Gobierno de Bush.
Contra el terrorismo de pequeños grupos dispersos y operativos
en todo el mundo no puede haber ninguna “guerra”.
Contra esto sólo sirve una estrategia preventiva que reúna
más allá de las fronteras los conocimientos de los
servicios de información, las autoridades policiales y
los tribunales, que coordine el despliegue de fuerzas armadas,
policías y servicios de salvamento, que tienda a privar
de recursos financieros y técnicos a las redes terroristas.
Esta defensa debe ir acompañada de una voluntad de aprendizaje
y una política constructiva y sincera ante Oriente Próximo
y el mundo islámico. Además, una ofensiva creíble
para la pacificación y la modernización de estos
países debe ir de la mano de un diálogo intercultural.
Esto implica una actitud no discriminatoria con nuestros ciudadanos
musulmanes en Europa occidental.
Si
se tiene en cuenta que lo que arrastró a las urnas a muchos
españoles, que en caso contrario no habrían votado,
fue la desastrosa política informativa del Gobierno conservador,
el resultado electoral me parece una expresión limpia de
una voluntad democrática natural. Para muchos votantes,
el abominable crimen de Madrid alteró con seguridad la
relevancia de los temas de política interior y exterior.
Pero me parece un hecho natural que pierda las elecciones un Gobierno
tan arrogante como para participar, en contra de la voluntad declarada
del 80 por ciento de la población, en una guerra contraria
al derecho internacional. Las especulaciones envilecedoras sobre
las motivaciones de los votantes únicamente delatan un
escaso respeto por la Constitución.