SOBRE
RELATIVISMO
Fragmento
de “Comunidad” de Zygmunt BAUMAN
Cap
9. “¿Múltiples culturas, una sola humanidad?”
El
“multiculturalismo” es la respuesta más habitual
entre las clases cultas y creadoras de opinión a la incertidumbre
mundial respecto a qué tipo de valores merecen ser estimados
y cultivados y qué direcciones deben seguirse con firme
determinación. Esa respuesta se está convirtiendo
rápidamente en el canon de la “corrección
política”; es más, se convierte en un axioma
que ya no es necesario explicitar, en el prolegómeno a
cualquier deliberación posterior, la piedra angular de
la doxa: no en un conocimiento en sí mismo, sino en la
asunción tácita, no pensada, de todo pensamiento
que lleva al conocimiento.
En
pocas palabras, la invocación del “multiculturalismo”
en boca de las clases cultas, esa encarnación contemporánea
de los intelectuales modernos, significa: lo siento, no podemos
sacarte del lío en el que estás metido. Sí,
hay una confusión sobre los valores, sobre el significado
de “ser humano”, sobre las formas adecuadas de convivir;
pero de ti depende arreglártelas a tu modo y atenerte a
las consecuencias en el caso de que no te satisfagan los resultados.
Sí, hay una cacofonía de voces y es improbable que
se cante una canción al unísono, pero no hay que
preocuparse: ninguna canción es necesariamente mejor que
la siguiente, y si lo fuera, no habría de todos modos forma
de saberlo, así que canta con entera libertad (comón,
si sabes) tu propia canción (en cualquier caso no aumentarás
la cacofonía; ya es ensordecedora y una canción
no cambiará nada).
Russell
Jacoby dio el título de El final de la utopía a
su incisiva exposición de la fatuidad del credo “multiculturalista”.
Ese título tiene un mensaje: las clases cultas de nuestra
época no tienen nada que decir sobre la forma preferible
de la condición humana. Es por esa razón por la
que buscan un escape en el “multiculturalismo”, esa
“ideología del final de la ideología”.
(...)
Tras
el viraje de los intelectualistas hasta su actual ecuanimidad
hay una razón más importante que la cobardía
de las clases cultas. Las clases cultas no han hecho solas el
viaje. Han viajado con una compañía muy numerosa:
en compañía de los poderes económicos cada
vez más extraterritoriales, en compañía de
una sociedad que vincula a sus miembros cada vez más a
su papel de consumidores, en vez de al de productores, y en compañía
de una modernidad cada vez más fluida, “licuada”,
“desregulada”. Y en el curso de ese viaje han sufrido
transformaciones parecidas a las que les tocó en suerte
al resto de sus compañeros de viaje. Entre las transformaciones
compartidas por todos los viajeros destacan sobre todo dos como
explicaciones plausibles de la espectacular carrera de la “ideología
del fin de la ideología”. La primera es la desvinculación
como la nueva estrategia del poder y de la dominación;
la segunda es la del exceso como el actual sustituto de la regulación
normativa.
(...)
p. 157 ... El “multiculturalismo” es una forma de
ajustar el papel de las clases cultas a esas nuevas realidades.
Es un manifiesto en pro de la reconciliación. Nos rendimos
a las nuevas realidades, no las desafiamos, ni las combatimos;
dejemos que las cosas (los sujetos humanos, sus elecciones y el
destino que determinan) “sigan su propio curso”. Es
también un producto del mimetismo de un mundo caracterizado
por la desvinculación como la principal estrategia del
poder y por la sustitución de las normas con un objeto
por la variedad y el exceso. Si no se cuestionan las realidades
y se supone que no permiten ninguna alternativa, uno sólo
puede hacerlas tolerables replicando su modelo en la propia forma
de vida.
p. 159 ... Si la “sociedad” no tiene más preferencia
que la de que los seres humanos, aislada o colectivamente, construyan
sus propias preferencias, entonces no hay manera de saber si una
preferencia es mejor que otra (...) Cuando la tolerancia mutua
se combina con la indiferencia, las culturas comunales pueden
vivir unas junto a otras, pero rara vez hablan entre sí,
y si lo hacen tienden a utilizar el cañón de una
pistola como teléfono. En un mundo de “multiculturalismo”
las culturas pueden coexistir pero les resulta difícil
beneficiarse de una vida compartida.
Zigmunt
BAUMAN: Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil.
Ed. Siglo XXI, Madrid, 2003 (Edición original, 2001), p.
148-149, p.157, p. 159.