Émile ARMAND
(1872-1962)
INDIVIDUALISMO ANARQUISTA Y CAMARADERÍA AMOROSA
Émile
ARMAND fue el teórico más importante del individualismo
anarquista y del amor libre en los primeros años del siglo
20. Ejerció una gran influencia especialmente sobre grupos
catalanes y valencianos, aunque últimamente su obra haya
caído en el olvido. Para él, el anarquismo constituye
una lucha contra los prejuicios y el sexual es uno de ellos.
EL
ANARQUISMO.
Los reformadores religiosos consideran al individuo como una ocasión
de la divinidad para manifestar sus designios; los legalistas
lo consideran como una función de la ley; los socialistas
como un administrado, un instrumento, una máquina de producción
y consumo; los revolucionarios como un soldado de la revolución.
Unos y otros olvidan al individuo en sí mismo, fuera de
toda autoridad. Ellos lo ignoran en cuanto unidad individual sustraída
a una dominación, a una coerción de una u otra especie.
Este vacío es el que colma el anarquismo.
"Anarquía"
deriva de dos palabras griegas que significan negación
o ausencia de gobierno, de autoridad, de mando. Muchas veces se
la asocia al mero desorden, pero no nos interesa este sentido
chato. Es cierto que es un término sustancialmente negativo,
pero por extensión se designa con él una concepción
filosófica de la sociedad que excluye la idea de gobierno
y autoridad: el anarquismo es, analizado desde el punto de vista
especulativo, práctico o descriptivo, el conjunto de ideas
y hechos que manan de la anarquía y conducen a ella. Nosotros
consideramos anarquía y anarquismo como sinónimos
de antiautoritario y antiautoritarismo.
Prácticamente,
se puede considerar anarquista a todo individuo que, a causa de
su temperamento o de una reflexión seria y consciente,
repudia toda autoridad o coerción externa, sea de orden
gubernamental, ético, intelectual o económico. Se
puede decir también que es anarquista todo aquel que rechaza
conscientemente la dominación del hombre por el hombre,
o por el ambiente social, y su corolario económico.
ORÍGENES
DEL ANARQUISMO.
Es difícil precisar el origen histórico del movimiento
anarquista. Fue anarquista el primer hombre que reaccionó
conscientemente contra la opresión de otro individuo o
una colectividad.
La
leyenda y la historia citan nombres de anarquistas: el Prometeo
de la mitología, el Satanás bíblico, Epicteto,
Diógenes y el Jesús legendario pueden ser considerados
bajo diversos aspectos, tipos antiguos de anarquistas. Las sectas
derivadas del cristianismo primitivo contaron en su seno con anarquistas
propios de la época. Los principios filosóficos
del movimiento parecen remontarse al Renacimiento o, más
precisamente, a la Reforma que, sembrando en los espíritus
las ideas del libre examen y la búsqueda individual en
materia bíblica, superó los objetivos de sus iniciadores
y condujo a la difusión del espíritu crítico
en todos los campos. Este germen de pensamiento libre, en lugar
de desarrollarse y alcanzar la crítica racional de las
instituciones y las convenciones, se detuvo en la disección
de las palabras pueriles sobre las cuales edifican su fe los creyentes
ortodoxos.
Finalmente
el movimiento completó su obra de librepensamiento y sometió
al análisis leyes y reglamentos, morales y programas de
enseñanza, condiciones económicas y relaciones sociales
de todo tipo. Así, el anarquismo se convirtió en
la manifestación de oposición más peligrosa
y temible que hayan enfrentado jamás las tiranías
gubernamentales.
LA
SOCIEDAD. Marginales,
ajenos a todo partido político, como jóvenes perdidos,
antítesis vivientes del socialismo, los anarquistas se
encuentran integralmente en desacuerdo con la sociedad actual.
Niegan la ley, y si se alzan contra la autoridad de sus representantes,
contra los actos de gobierno, es porque afirman que quieren crear
sus propias leyes, encontrar en sí mismos la fuerza necesaria
para vivir.
Las
sociedades necesitan, para sobrevivir y perpetuarse, apelar a
infinitas clases de autoridad: autoridad de los dioses, autoridad
de los legisladores, autoridad de la riqueza, de la respetabilidad,
de las tradiciones, de los antepasados, de los cabecillas, de
los conductores, de los programas. Todos los hombres aceptan o
reclaman ser determinados por su medio: el anarquista se esfuerza,
en cambio, con las reservas materiales inevitables, por determinarse
fuera de toda autoridad.
EL
INDIVIDUALISMO ANÁRQUICO.
Hemos visto que el anarquismo es la filosofía del antiautoritarismo.
El individualismo anárquico es, a su vez, una concepción
práctica de esta filosofía y compete a cada uno
traducir en la práctica, en la vida cotidiana, esta teoría.
Los
individualistas anárquicos fundan su concepción
de la vida y sus esperanzas en el "hecho individual".
Eso quiere decir que, no obstante y a despecho de todas las abstracciones
creadas por los entes laicos o religiosos y de todos los ideales
gregarios, en la base de las colectividades, de las sociedades,
las entidades étnicas, territoriales, económicas,
intelectuales, morales y religiosas, se encuentra la célula-individuo.
Sin ésta no existirían todas aquéllas.
Se
nos objetará en vano que en ausencia de un medio social
el individuo-célula no podría existir ni desarrollarse.
No sólo es absolutamente falso en el sentido literal, ya
que el hombre no siempre vivió en sociedad, sino que también
lo es analizando el problema desde sus múltiples aspectos,
porque no se puede negar este hecho: sin individuos no puede haber
ambiente social.
El
ser humano es el origen, el fundamento de la humanidad. Es demasiado
evidente que el individuo preexistió al grupo. La sociedad
es el producto de adiciones individuales.
Ser
individualista no implica necesariamente vivir aislado y sin asociarse.
Algunos encuentran que aislados son más fuertes que en
grupo. Ellos dicen que, cuando la autoridad ataca, lo hace más
enérgicamente contra las asociaciones que contra individuos
aislados. Y cuando se defiende es más débil. Los
individuos solitarios sostienen que nunca se sabe con certeza
si el compañero no será un traidor, aunque involuntariamente.
Otros afirman que la asociación permite obtener más
resultados, es decir, un mayor rendimiento productivo, en menos
tiempo y con menos esfuerzo. Para otros la asociación representa
una especie de necesidad instintiva.
El
individualista no puede ser considerado solamente un negador personal
de la autoridad, él es un negador personal de la explotación.
El individualista no quiere ser explotador más de cuanto
quiere ser explotado.
EL
DOMINIO DEL YO.
Se puede considerar al hombre como sinónimo del "Yo".
Ahora bien, el individualista no pone límites al desarrollo
de su "Yo", no restringe su personalidad en el plano
social, pero se cuida bien de no invadir, de no usurpar l campo
en el que se desenvuelve su compañero. El individualismo,
el "dominio del yo", reivindica esta concepción
de las relaciones entre el "Yo" y el "no-yo":
un hombre, por mezquino e insignificante que sea, no puede ser
sacrificado a otro cualquiera -por más importante que fuera-,
ni a un grupo de hombres, ni a la mayoría, ni tampoco al
conjunto social.
LOS
INDIVIDUALISTAS Y LOS REVOLUCIONARIOS SISTEMÁTICOS.
En la mayoría de los casos, los individualistas no son
revolucionarios en el sentido sistemático y dogmático
de la palabra. Sostienen que una revolución no aporta,
más que una guerra, una verdadera mejora en la vida del
individuo. En tiempos de revolución, los fanáticos
de los partidos rivales y de las tendencias en lucha se preocupan
más que nada por dominarse ente sí, y para conseguirlo
se lastiman con una violencia y un odio muchas veces desconocido
en ejércitos enemigos. Como la guerra, una revolución
puede ser comparada con un acceso de fiebre: el enfermo se comporta
de una manera muy distinta a la habitual. Pasada la fiebre, el
paciente regresa a su estado anterior. La historia nos enseña
que después de las revoluciones siempre se producen contramarchas
que las apartan de sus objetivos originales. Es necesario, entonces,
comenzar por el individuo. Esta noción debe propagarse
de hombre a hombre: es criminal forzar a alguien a reaccionar
de otra forma a la que él cree útil, ventajosa o
agradable para su propia vida, su propio crecimiento y su propia
felicidad. Que este crimen sea cometido por el Estado, por la
ley, por la mayoría o por un individuo solitario no modifica
el problema: es el mismo crimen. De hombre a hombre debe comunicarse
la ideal del "individuo" que reacciona frente a "lo
social". Estas concepciones, como dije antes, deben ser fruto
de una reflexión, o consecuencia de un temperamento reflexivo,
y no el resultado de una sobreexitación pasajera, extraña
a la naturaleza de quien las reivindica.
CONDICIONES
DE LA EXISTENCIA DEL INDIVIDUALISTA.
EL individualismo anárquico no representa ningún
proyecto, sino que propone un ambiente en el cual el individuo
tiene preferencia sobre el agregado humano. Se trata de una nueva
orientación del pensamiento y de la sensibilidad, más
que de la construcción ficticia de un nuevo orden social.
Cuando
se pide al individualista que extienda su punto de vista, éste
reconoce con franqueza que no podría existir ni desenvolverse
en una humanidad donde no funcionaran simultáneamente una
infinidad de grupos y de individuos aislados, que se rigieran
a su gusto y practicaran toda especie de postulados económicos,
políticos, científicos, afectivos, literarios, recreativos.
En definitiva, en una selva de realizaciones individualistas y
colectivas. Aquí recibiendo cada uno según sus necesidades;
allá, adquiriendo cada cual según el propio esfuerzo.
Aquí, el trueque: un producto por otro,; allá, el
cambio: producto contra valor representativo. Aquí, el
productor es dueño del producto; allá, el producto
es puesto a disposición de la colectividad. Aquí
el omnivorismo; allá el vegetarianismo, o cualquier otra
tendencia higiénica o culinaria terminada en "ismo".
Aquí la unión sexual y la familia; allá la
libertad o la promiscuidad. Aquí, los materialistas; allá,
los espirituales. Aquí la madre progenitora; allá
los niños criados por el grupo. Aquí la búsqueda
de las emociones artísticas o literarias; allá la
investigación y la experimentación científica.
Aquí las escuelas de voluptuosidad; allá la de austeridad...
Siempre que se entienda que todos tienen la posibilidad de migrar
de un grupo a otro o aislarse de todo ambiente. Y esto sin que
exista la posibilidad de que los grupos más fuertes se
sientan tentados y finalmente absorban a los agrupamientos más
débiles, o que cualquier grupo quiera integrar violentamente
a individuos aislados.
NUESTRO
INDIVIDUALISTA. El
individualista, como nosotros lo concebimos, ama la vida y la
fortaleza. Proclama y exalta la alegría de estar vivo.
Reconoce sinceramente que tiene por objetivo su propia felicidad.
Él no es un asceta, y la mortificación de la carne
le repugna. Es un apasionado. Va hacia delante sin oropeles, con
la frente coronada por pámpanos, y canta gustosamente acompañándose
con la flauta de Pan. Se comunica con la Naturaleza a través
de su energía, que estimula los instintos y los pensamientos.
No es joven ni viejo. Tiene la edad que siente. Y mientras que
le queda una gota de sangre en las venas, combate para conquistar
su lugar bajo el sol. No se impone, y no quiere que los otros
se impongan a él. Repudia los patrones y los dioses. Sabe
amar y sabe arrepentirse. Rebosa de afecto por los suyos, los
de "su" mundo, pero le horrorizan los "falsos hermanos".
Es bravo y tiene conciencia de su dignidad personal. Se plasma,
se esculpe interiormente y reacciona hacia fuera. Se retira y
se prodiga. No se preocupa por los prejuicios y se burla del "qué
dirán". Gusta del arte, de las ciencias y de las letras.
Ama los libros, el estudio, la meditación y el trabajo.
Es artesano, no jornalero. Es generoso, sensible y sensual. Tiene
sed de experiencias nuevas y sensaciones frescas. Pero si avanza
en la vida como un automóvil veloz, lo hace a condición
de que sea él quien conduce, animado por la voluntad de
determinar por sí mismo cuál es el papel que desempeña
la sabiduría y cuál el deleite a lo largo de su
vida.
ARMAND:
Individualismo anarquista y camaradería amorosa (Antología
de sus textos) Ateneu Enciclopèdic Popular y otros. Barcelona,
2000.