Un artículo introductorio a
la obra de Anders, publicado en la revista italiana Comunità por Pier Paolo Portinaro (después editado como
libro), caracterizaba en estos términos la razón de ser de su trabajo crítico.
Con el mismo se ponía en relación el pensamiento del filósofo alemán con los
ensayos de otros dos compatriotas suyos que, sin embargo, transitaban caminos
muy diferentes: EL PRINCIPIO ESPERANZA de Ernst Bloch, que consideraba la
proyección utópica como punto inicial de la transformación del mundo, y EL
PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD de Hans Jonas, en donde
se apela al temor como forma de concienciación acerca de las posibilidades de
salir del peligro atómico en que la humanidad estaba sumida desde 1945.
Probablemente el término «desesperación» se muestre más exacto si tratamos de
explicar las ideas de Anders en los últimos años de su vida, y siempre que no
lo consideremos como una cuestión psicológica sino como una actitud
vital.
Acabada la Guerra de Vietnam
a comienzos de los setenta, EE.UU., sin embargo volvió a una política de rearme
con el proyecto de Iniciativa de Defensa Estratégica (1983, más conocido como
«Guerra de las Galaxias»; los gobiernos de Francia e Inglaterra aumentaron sus
investigaciones sobre armas nucleares (ya de quinta generación), y varios
países del mundo (Pakistán, India, Israel, entre otros) se sumaron a la
producción de armas atómicas y a la construcción de centrales nucleares (cuyo
número llegó en 2006 hasta casi 400). El triunfo en los principales países del
llamado «bloque occidental» de políticas liberales radicales (llamadas
habitualmente «neoliberales») favoreció la despolitización y la desmovilización
de la sociedad que había caracterizado los años sesenta. De nada sirvieron
moratorias, acuerdos firmados para limitar el tipo de armas, grandes
movilizaciones ciudadanas, etc. Todo ello vino acompañado de un proceso de
acumulación ideológica (la postmodernidad) que puede interpretarse como una
lógica cultural del capitalismo tardío (según enseñó Jameson), y cuyas
consecuencias Anders definía precisamente en una entrevista de 1989 titulada «Si
estoy desesperado, a mi que me importa»: «ni siquiera cabe decir, como solía
decirse en los años cincuenta que la gente ha aprendido a ‘vivir con la bomba’.
La gente simplemente ha olvidado la bomba» (Anders, 1995:88). Así, pues,
el horror que supuso para Anders la metamorfosis que había sufrido la condición
humana en la primera mitad del siglo XX con la aparición de las armas atómicas,
y que puede caracterizarse con sus tesis sobre la obsolescencia del ser humano,
sobre la desproporción entre nuestra limitada capacidad de representarnos las
consecuencias de nuestros ilimitados logros técnicos y sobre la naturaleza maquinal
de nuestro mundo actual que funciona sobre el principio del máximo rendimiento
(el capitalismo); se había hecho más evidente aún a comienzos de los años
setenta. Puede sintetizarse con el título de uno de sus libros TIEMPOS DEL FIN
Y FIN DE LOS TIEMPOS (1972), es decir, la posibilidad de destrucción de la
humanidad. A todo ello vinieron a sumarse numerosos accidentes nucleares en
diferentes países, uno de los cuales, el de la central soviética de Chernóbil
en 1986, constituyó un acontecimiento histórico. La posición de Anders se
radicalizaba ante la gravedad de esta situación. En sus «Diez tesis sobre Chernóbil» afirma: «estamos
en peligro de muerte por actos de terrorismo perpetrados por hombres sin
imaginación y analfabetos sentimentales que son hoy omnipotentes» (Anders,
2007:160). Se trata, pues, de una condición preliminar para definir la
relación que liga al ser humano con el derecho. Anders lo llama «estado de
necesidad y legítima defensa», es decir, un concepto legal que exime la pena a
quien actúa por tal necesidad, es decir, por una acción que busca salvar un
determinado bien (la vida de la humanidad) sacrificando otro bien de igual
valor (la vida individual de los potenciales asesinos, los
omnipotentes). El problema que, sin embargo, plantea la tesis de Anders de
amenazar la vida de los responsables de esa potencial destrucción como modo de
defensa es, precisamente, que tal estado de necesidad requiere ser comprendido
intelectualmente y no se deriva de ninguna situación de hecho (por ejemplo,
cuando alguien tiene que repeler una agresión que le puede costar la vida). Más
claramente, que existe una “desproporción” podríamos decir, entre un peligro y
otro.
Anders no renunció nunca a
tres ideas fundamentales: la primera, la máxima socrática de que una vida sin
examen no merece ser vivida, que impulsó justamente sus análisis sobre la
conducta humana. La segunda, la idea nietzscheana de que el sistema de juicios
de valor que es la moral está en relación con las condiciones de existencia de
un ser. La tercera, procedente de Kant, que sostiene que un ser racional debe
pensar sus máximas, esto es, los principios prácticos de su voluntad, como
leyes prácticas universales. Es indudable que para Anders es la situación (categoría fundamental de su filosofía) la que define esos marcos referenciales
en los que se constituye la identidad (Taylor), esa estructura social de
juicios de valor solidificada en forma de principios objetivos (moral) y de
principios objetivados (leyes), y no ninguna fórmula de carácter obligatoria
recibida por una autoridad trascendente al modo de las que definen las
religiones. Anders también distingue responsabilidades. En la mencionada
entrevista de 1979, Anders disuade a su interlocutor, Mathias Greffrath, de considerar cualquier otro origen que no
sean los hechos para dar cuenta de la misma; «no me parece —dice— que los
hombres de hoy, que cometen tamañas monstruosidades genocidas, sean ‘peores’
que los hombres de generaciones anteriores. Las cualidades morales del hombre
medio, de mi vecino, por ejemplo, que es un hombre muy bondadoso, seguramente
no son menores que la de sus padres y abuelos, mientras se trate de actuar
dentro de un ámbito humano que se puede abarcar a simple vista. Las
consecuencias de lo que los hombres de hoy pueden provocar con ayuda de nuestra
técnica perfeccionadísima en cierto sentido son culpa nuestra». En MÁS ALLÁ DE
LOS LÍMITES DE LA CONCIENCIA (1961), llamó al piloto del avión que tiró la
bomba atómica sobre Hiroshima «culpable sin culpa». Pero en un libro posterior,
NOSOTROS LOS HIJOS DE EICHMANN, de 1964, consideró que esta «condición» no era
aplicable a quienes, como el oficial nazi, pudieron imaginar y hasta ver las
consecuencias de esta capacidad técnica.
Esta distinción es básica en
los escritos de ESTADO DE NECESIDAD Y LEGÍTIMA DEFENSA en donde se invierte la
perspectiva desde la que Anders comenzó a analizar nuestra época atómica
pasando de una consideración de la constitución de un sujeto moral ciego que se
produce en las décadas siguientes a la explosión de las bombas de Hiroshima y
Nagasaki, y a la cual dedica numerosos escritos y ensayos; a una consideración
de la constitución de un sujeto moral consciente en la década de los setenta y
ochenta, que sigue el mismo esquema de la tesis 11 sobre Feuerbach de Marx y
que podríamos rehacer así: los individuos se han limitado a intentar comprender
el mundo atómico de diferentes modos, ahora se trata de transformarlo hasta
hacer desaparecer su potencial destructor, es decir, hasta dejarlo solamente en
mundo. Si en los MANDAMIENTOS SOBRE LA ENERGÍA ATÓMICA (1957) concluía con el
principio «no podemos no poder» y la interpelación a enseñar a la humanidad que
«ninguna medida que tomemos, ninguna destrucción material de estas cosas [los
artefactos y armas nucleares], constituirá jamás una garantía absoluta; que
nuestra tarea es más bien renunciar decididamente a dar el paso, aunque siempre
será posible darlo» (Anders, 2007:86), en las TESIS SOBRE CHERÓBIL considera
que «nuestros deberes son más serios» porque «debemos molestar de verdad a esos
obtusos omnipotentes que pueden decidir sobre el ser o no ser de la humanidad,
tenemos que atarles las manos de verdad» (Anders, 2007: 160). Este paso de una
consideración del sujeto moral a otra viene alimentado por la inutilidad de los
actos de desobediencia civil y lucha pacífica que se organizaron a lo largo de
los años cincuenta y sesenta. Como alternativa, y en las precisas condiciones que se describen en los distintos artículos que publica en la década de los
ochenta, esto es, en condiciones de estado de necesidad, Anders concibe
la «contra-violencia cuyo nombre es legítima defensa».
MATERIALES DE UN SEMINARIO
SOBRE LA OBRA DE GÜNTHER ANDERS, Barcelona, marzo, 2011
Fragmentos del prólogo a la edición de artículos de Günther ANDERS que lleva por título ESTADO DE NECESIDAD Y LEGÍTIMA DEFENSA. Madrid: Centro de Documentación Crítica, 2007. © de los autores. Reproducción exclusivamente para uso escolar.