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ARISTÓTELES: GRAN ÉTICA (Cap XXVIII); DE LA VIRTUD DE LA DIGNIDAD

« La dignidad ocupa una posición intermedia entre la autosuficiencia y la cortesía servil. Su campo es el de las relaciones e intercambios en la vida social. El hombre autosuficiente es el que evita todo intercambio y conversación con sus semejantes o compañeros; su verdadero nombre parece haberle sido dado por esta característica, porque el autosuficiente se basa a sí mismo. Por otra parte, el hombre servilmente cortés u obsequioso quisiera tratar y frecuentar a todos los hombres de cualquier manera y en cualquier circunstancia. Ninguno de ellos merece encomio. Pero sí lo merece el hombre digno, que guarda una posición intermedia entre ambos. Éste, en efecto, ni trata con todos los hombres, ni huye del trato de todos: trata con los que tienen mérito o son dignos de ello, y tan sólo con ellos. »

 

ARISTÓTELES: GRAN ÉTICA, cap XXVIII

 

Trad. de Francisco de Paula Samaranch. Biblioteca de Iniciación Filosófica, Ed. Aguilar, Buenos Aires, 1981 (6ª ed.).

 

BREVE COMENTARIO

 

Hay un debate tradicional y difícil de resolver entre quienes ven la ética aristotélica como una parte de su pensamiento inseparable de la política y quienes (como Bodéüs y Hadot) insisten en que la enseñanza del Liceo no era primordialmente política sino que estaba dirigida específicamente a la theoría, «a un género de vida que se consagra por entero a la actividad del espíritu», por decirlo con Hadot. Según este último: «La vida según el espíritu no busca más que resultado que ella misma, es, pues, amada por ella misma; ella misma es su propio fin y podría decirse que su propia recompensa».

 

Este texto de Aristóteles puede ayudar a esclarecer la cuestión. Ni autosuficiencia, ni servilismo. Ambas situaciones son incompatibles con la virtud. En Aristóteles la vida práctica no implica en modo alguno sumisión a los otros o eficacia en la acción al precio de negarse a uno mismo.

 

El hombre justo y feliz se ve a sí mismo y busca a quienes son felices en si mismos, no a quienes pueden ayudarle a conseguir un buen resultado o una rentabilidad para su acción. La supremacía de la contemplación no corresponde a la vida social sino a la del hombre en tanto que se acerca a lo que son los dioses. La subordinación a los otros (o a los proyectos de los otros, para ser más precisos) es también incompatible con la vida feliz en lo que ésta tiene de autodeterminación. «Ni de cualquier manera ni en cualquier circunstancia», sino sólo apreciando «a quienes son dignos de ello». No «tratando con todos» sino con los virtuosos y atentos a la theoría se construye el hombre superior. Sólo así se logra la sabiduría. Más que un término medio entre dos excesos (o entre dos modos de vida insuficientes, unilaterales…), la virtud es un proyecto activo que no puede llevarse a cabo ni subordinándose a la ciudad ni viviendo al margen de ella.