Emily WILSON
Fragmento de LA MUERTE DE SÓCRATES.
Barcelona: Ed. Biblioteca Buridán, 2008
El escritor judío-alemán Walter Benjamin (1892-1940) es un buen candidato al papel de Sócrates del siglo XX. Pensador moral grave, cuya obra es muy fragmentaria, se suicidó en Port Bou (frontera franco-española) mientras trataba de escapar de la Francia ocupada. En su tesis doctoral –su única obra terminada–, LOS ORÍGENES DEL DRAMA BARROCO ALEMÁN, Benjamin vuelve a visitar y revisa la distinción nietzscheana entre el héroe trágico y el Sócrates moribundo.
Benjamin afirma que la característica más importante del héroe trágico es su silencio. Por mucho que hable en el escenario, el ‘hombre trágico’ es esencialmente silencioso y poco expresivo respecto a los dioses y a su propia muerte. La tragedia es vista como una lucha o ‘agon’, entre una figura simple, aislada, y los antiguos dioses. Es una lucha que el héroe está condenado a perder, muriendo como una víctima sacrificial en aras del progreso inexorable de su comunidad: la muerte trágica es una forma de expiación. El héroe tiene que morir. Recula ante la muerte ‘como un poder familiar, personal e inherente a él’. El silencio sublime del héroe marca al mismo tiempo la conciencia limitada que tiene de su propia situación y su acto de rebeldía. Hay una brecha enorme entre los ideales del héroe y los que prevalecen en su sociedad y en su mundo. Los pensamientos del héroe trágico son, necesariamente, inefables en su propio lenguaje. Benjamin observa, haciéndose con ello eco de un crítico alemán anterior, que ‘en la tragedia, el hombre pagano se da cuenta de que él es mejor que sus dioses, pero eso le deja completamente mudo.
Sócrates, en cambio, muere hablando. Por esta razón, la muerte de Sócrates no es trágica; es ‘una parodia de la tragedia’. Sócrates, a diferencia del héroe trágico, entiende su situación perfectamente. Es plenamente consciente de su relación con la muerte, con los dioses y con su propia sociedad: ‘De un solo golpe, la muerte del héroe se ha transformado en la de un mártir’. El FEDÓN pone de manifiesto lo lejos que está Sócrates del héroe trágico. Sócrates muere hablando sobre la inmortalidad. La muerte misma es para él algo completamente ajeno, o irreal: más allá de ella ‘espera volver sobre sí mismo’. La posibilidad de la aniquilación total y de la pérdida de conciencia, siempre presente en el héroe trágico, es imposible para el Sócrates del FEDÓN. En vez de tener una muerte sacrificial, Sócrates muere para ‘dar un ejemplo pedagógico’. La moraleja de su muerte es absolutamente superficial, y la articula el propio moribundo. En el relato de Benjamin parece como si los diálogos de Platón fueran una pésima forma de arte comparados con la tragedia griega. El Sócrates de Platón parece cometer el fatal, ignaro error moral de decirnos cómo tenemos que pensar.