MÉTODO: «Es mejor no buscar la verdad que hacerlo sin método», dice Descartes. El método es un ‘camino’ que conduce al espíritu de una verdad a otra, de lo más simple a lo más complejo, de una manera ordenada, paso a paso, regularmente y de manera progresiva. La mente no puede funcionar correctamente sin un orden intelectual: método es orden. El método cartesiano se basa en la evidencia y sigue el modelo de la física de Galileo. El método, por lo demás, ha de ser el mismo tanto en ciencias como en humanidades porque la razón humana es única. Es un método de la razón y no sólo de la filosofía: si Galileo ha podido mostrar verdades evidentes en física, lo mismo puede hacerse en filosofía. La condición es reflexionar a partir de verdades ciertas y evidentes (como para él es el ‘cogito’). La importancia del método en Descartes consiste en que nos da una pauta de actuación para reflexionar (ordenadamente, paso a paso, de una evidencia a otra...). Así la filosofía, en la medida en que es metódica, permite superar debates estériles (los propios de la filosofía escolástica) y que la razón se expanda según sus propias fuerzas o capacidades.
COGITO: «Yo pienso, luego existo», es la más célebre de las frases cartesianas (e incluso ha dado lugar a juegos de palabras francamente tópicos, del tipo: ‘cariño: si existes, ¿por qué no piensas?’). Para Descartes la evidencia inmediata del ‘cogito’ basta para hacer imposible el escepticismo. Puedo esforzarme en dudar de todo: de la existencia de un cuerpo que creo mío o, incluso, de verdades más simples, como que 2+2 son 4. Pero no puedo dudar que yo, que dudo, pienso. Y si pienso existo. Es lógicamente imposible que no sea cuando pienso que soy: la certeza de mi existencia depende del acto de mi pensamiento. Es una primera evidencia, o en palabras de Descartes «la tierra firme» sobre la que asentar el razonamiento.
EL DUALISMO CARTESIANO: ¿CÓMO SE UNEN EL ALMA Y EL CUERPO?: Hay dos cosa que sabemos acerca del alma o el espíritu: 1) que es una substancia que piensa y 2) que está unida al cuerpo de manera que forma una totalidad con él. La distinción entre el alma y el cuerpo no es menos cierta que su unión. Por ello este tema siempre ha sido uno de los más discutidos a la hora de cuestionar la coherencia interna del sistema cartesiano. El hecho de que alma y cuerpo sean metafísicamente distintos (y que la existencia de ambos principios es ‘clara y distinta’) hace bastante inútil buscar su lugar de unión –que para Descartes se hallaba en la glándula pineal’ del cerebro. Es falso que para Descartes el hombre fuese un alma albergada en un cuerpo, o un fantasma encerrado en una máquina, como quiere el tópico. El hombre no consiste en dos elementos yuxtapuestos: es una realidad propia, irreductible a ambas substancias que lo forman. El alma está presente en todo el cuerpo (y no sólo en la glándula pineal, cuya función conste en recoger informaciones de todas partes) y el cuerpo es siempre ‘mi’ cuerpo, indisociable de mi alma.
LA IDEA DE DIOS: Descartes rechaza la tesis de la Escolástica según la cual el mundo prueba la existencia de Dios (pues, al fin y la cabo alguien debiera ser el Hacedor del mundo). Por exigencia del principio de evidencia, no acepta otra verdad que la que las de las ideas que encuentra en sí mismo. Las ideas son «como cuadros o ideas de las cosas». Toda idea representa algo: las ideas adventicias representan cosas que están en el mundo (un caballo, un árbol) y las ideas facticias representan ficciones (una sirena) o cosas verdaderas que sólo pueden conocerse intelectualmente (un triángulo). Pues bien, de la misma manera que un triángulo no pude conocerse sin sus propiedades, tampoco la idea de Dios sería cognoscible sin las suyas propias. De ahí que Dios deba de ser infinitamente perfecto y que, por ello, en su concepto debe de incluirse la existencia. Los humanos concebimos en nuestro interior la existencia de Dios, según Descartes, a partir de nuestra propia imperfección y finitud. Nos faltan casi todas las perfecciones y por ello hemos de suponer la existencia de un Ser infinito y perfecto: un ser finito, según Descartes no puede pensarse a sí mismo sin referirse a la idea de un ser infinito.
BIBLIOGRAFÍA:Fréderic de BUZON – Denis KAMBOUCHNER: Le Vocabulaire de Descartes, París: Ellipses, 2002 y elaboración propia.