1.- La Verdad como proceso.Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana (...) en que daba al traste para siempre con el carácter definitivo de todos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre. En Hegel la verdad que trataba de conocer la filosofía no era ya una colección de tesis dogmáticas fijas que una vez encontradas sólo hay que aprender de memoria, ahora la verdad residía en el proceso mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia.
2.- La filosofía como arma de la revolución.
Ante esta filosofía [hegeliana] no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior (...) La humanidad que en la persona de Hegel fue capaz de llegar a descubrir la idea absoluta, tiene que hallarse también en condiciones de poder implantar prácticamente en la realidad esta idea absoluta.
3.- Consideración (que hoy habría que aplicar al marxismo) sobre las limitaciones del “sistema”.
Huelga decir que las exigencias del “sistema” [hegeliano] le obligan con harta frecuencia a recurrir a estas construcciones forzadas que todavía hoy hacen ponen el grito en el cielo a los pigmeos que le combaten. Pero estas construcciones no son más que el marco y el andamiaje de su obra. (...) El sistema es cabalmente lo efímero de todos los filósofos.
4.- Feuerbach y Hegel.
Fue entonces cuando apareció La esencia del cristianismo de Feuerbach. Esta obra pulverizó de golpe la contradicción restaurando de nuevo en el trono, sin más ambages, al materialismo. La naturaleza existe independientemente de toda filosofía, es la base sobre la que crecieron y se desarrollaron los hombres que son también, de suyo, productos naturales; fuera de la naturaleza y de los hombres, no existe nada, y los seres superiores que nuestra imaginación religiosa ha forjado no son más que otros tantos reflejos fantásticos de nuestro propio ser. El maleficio quedaba roto; el "sistema” [hegeliano] saltaba echo añicos y se le daba de lado (...) El entusiasmo fue general: al punto todos nos convertimos en feuerbachianos.
5.- Las limitaciones del materialismo ilustrado.
El materialismo del siglo pasado [XVIII] era predominantemente mecánico porque por aquel entonces la mecánica, y además sólo la de los cuerpos sólidos –celestes y terrestres– en una palabra, la mecánica de la gravedad, era, de todas las Ciencias Naturales, la única que había llegado en cierto modo a un punto de remate (...) Esta aplicación exclusiva del rasero de la mecánica a fenómenos de naturaleza química (...) constituía una de las limitaciones específicas, pero inevitables en su época, del materialismo clásico francés.
La segunda limitación específica de este materialismo consistía en su incapacidad para concebir el mundo como un proceso, como una materia sujeta al desarrollo histórico.
6.- De Hegel a Marx.
... en Hegel, el desarrollo dialéctico que se revela en la naturaleza y en la historia (...) no es más que un cliché del automovimiento del concepto; movimiento que existe y se desarrolla desde toda una eternidad, no se sabe dónde, pero desde luego con independencia de todo cerebro pensante. Esta inversión ideológica era la que había que eliminar. Nosotros retornamos a las posiciones materialistas y volvimos a ver en los conceptos de nuestro cerebro las imágenes de los objetos reales, en vez de considerar a éstos como imágenes de tal o cuál fase del concepto absoluto (...) lo que equivalía a invertir la dialéctica que estaba cabeza abajo, poniéndola de pie.