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¿ És el psicoanálisis una antifilosofía ?

Luis Roca Jusmet



Si nos remitimos al padre fundador, Freud, podemos comprobar que hay una situación originaria de desencuentro entre filosofía y psicoanálisis. Freud nos  dice en su autobiografía algo paradójico: que sus verdaderos intereses son de naturaleza filosófica,  pero que al mismo tiempo es constitucionalmente reacio a lo especulativo y tiene una gran desconfianza hacia la filosofía. Si intentamos resolver la paradoja. Freud podemos concluir que por una parte tiene, como él mismo nos dice, un espíritu de conquistador que le orienta hacia los enigmas clásicos de la filosofía, buscando siempre nuevos horizontes teóricos. Pero por otro lado lo hace con un espíritu de rigor y buscando una base empírica que él atribuye pura y exclusivamente a la ciencia.. Freud teoriza y busca verificar sus formulaciones a partir de la observación clínica i casi podríamos decir que retoma la postura radical de Hume al  considerar los textos metafísicos como un material que más valdría quemar. Estos textos filosóficos son para Freud, al igual que los de la religión, obstáculos para la verdad. Pero si la religión es una ilusión (concepto que Freud insiste en diferenciar del error) tiene un interés en la medida en que es la proyección imaginaria de un deseo. Es un engaño, pero es fascinante, mientras que la metafísica es una especulación estéril.. El triste papel del filósofo es el de sustituir el viejo catecismo de los clérigos., es decir, lo peor de la religión. Los filósofos nos ofrecen Weltanschauun [cosmovisiones] que tienen un carácter totalizador, basado en puras especulaciones cuyas pretensiones irritan profundamente a Freud. En otro sentido la filosofía es un enemigo del psicoanálisis porque defiende el imperio de la conciencia. El axioma fundamental contra el que lucha Freud (que es el de la identidad entre psiquismo y conciencia) tiene en los filósofos sus más decididos defensores.


Esto no quiere decir, hay que matizarlo, que Freud desprecie a todos los filósofos. Aunque desconfía de la filosofia de manera radical Freud se interesa por el trabajo de algunos filósofos concretos. De hecho tanto la buena filosofía como la buena literatura están presentes en el discurso freudiano, a través de referencias que son imprevisibles y rápidas pero que tienen una función precisa. Podríamos citar a Empédocles, Platón, Schelling junto Sófocles, Moliere, Goethe o Shakespaeare. .
 Lo que no soportaba Freud es la filosofía académica, en la que predominaba la que podríamos llamar pseudohegeliana. Más que criticar a Hegel, a quién seguramente no había leído, lo que criticaba eran sus epígonos, los mediocres profesores universitarios. No olvidemos que es en el siglo XIX cuando aparece la profesionalización del gremio de la filosofía.


Repasando su biografía podemos señalar dos momentos. En su juventud participará temporalmente en las reuniones filosóficas dirigidas por uno de los grandes de su época, Franz Brentano. Brentano no sólo le proporcionó una formación filosófica (muy centrada en Platón y en Feuerbach) sino también los materiales sobre los que construir  una lógica rigurosa. También al final de su vida, en 1922, se interesa por el filósofo Israel Levine después de conocer el contenido de las tesis que expuestas en un libro que recoge unas conferencias sobre filósofos judíos; bajo este calificativo, y junto a Filón, Maimónides y Spinoza situará, sorprendentemente, a Freud a Einstein.


Freud sólo reconoce explícitamente la influencia de las especulaciones filosóficas de un científico peculiar, el fundador de la psicofísica Gustav Theodor Fechner (1801-1887). Aunque en su autobiografía considerará a Schopenhauer y a Nietzsche como antecedentes del movimiento psicoanalítico (ya que intuyen la existencia del inconsciente) Freud no reconoce ninguna influencia directa. Aquí Freud precisa que su virtud no es haber descubierto el inconsciente ( como acabamos de decir  otros ya lo hicieron desde la filosofía, o desde la literatura), sino haberle dado un fundamento científico. Freud  leerá con atención a Schopenhauer y constatará afinidades profundas con  especialmente con las hipótesis contenidas en Más allá del principio del placer (aunque precisando que su lectura fue a posteriori de la elaboración de esta obra). Dirá de  Schopenhauer que es el único filósofo que provee a la metafísica del antídoto necesario. Es conveniente tener en cuenta del papel que jugaba Schopenheuer en el contexto cultural alemán. Schopenhauer era un crítico radical de la filosofía académica, que ataca el discurso prepotente y dogmático de los especulativos hegelianos y que despierta curiosidad en los medios científicos.


Se interesará por Nietzsche (por influencia de una amiga común, Lou Andreas- Salomé) pero comentará, con una sinceridad que hay que apreciar, que prefiere no leerlo para no dejarse seducir por su lenguaje. Nietzsche será para Freud una especie de tabú. Se ha escrito mucho sobre las coincidencia, siempre discutibles, entre los dos autores, cuyos talantes son, por otra parte, radicalmente distintos. Stefen Zweig también será una especie de enlace indirecto entre los dos autores y Thomas Mann escribe unos breves pero conocidos escritos en los que agrupará a Schopenhauer, Freud y a Nietzsche.


Superficialmente podríamos encuadrar a Freud en la línea positivista: la ciencia, superadora de la filosofía y antes de la religión, es hoy el único camino serio hacia la verdad del mundo. Algunos autores, como Bettelheim, intenta demostrar que Freud nunca fue un positivista. Bettelheim nos presenta un Freud humanista e incluso educador que entendería su trabajo en la línea de las teorías del filósofo alemán, contemporáneo suyo, Wilhelm Windelband. Para él las ciencias humanas son ideográficas y se basan en lo histórico singular, en el acontecimiento. Los métodos de las ciencias físico-naturales, que son nomotéticas y se basan en las leyes precisas y en la estadística, no valen para el estudio de lo humano. Las traducciones inglesas, según Bettelheim, se han ocupado sistemáticamente de distorsionar el lenguaje de Freud adaptándolo al cientifista de los positivistas. Personalmente creo que, aunque Bettelheim dice algunas verdades, su postura es insostenible. Es cierto que Freud tenía, como dice, un gran bagaje humanista y modeló su estilo basándose en los clásicos de la literatura alemana; y también lo es que las traducciones inglesas dan un sentido falseador a algunos de sus términos. Pero es dudoso que Freud eligiera el planteamiento de su ciencia como comprensiva en la línea de Windelband. Sí hay que recordar, y el mismo Freud insiste en ello, que es Goethe quién le conduce a la inquietud científica. Y Goethe tiene una concepción holística y heterodoxa de la ciencia muy diferente del cientifismo positivista. Pero más bien parece que Freud va transformando este impulso de naturalismo romántico goethiano en una ideología científica que reconoce sus límites. Freud polemizó explícitamente con las teorías ficcionalistas de Vahinger. Defiende una concepción realista de la ciencia. Y acepta el esquema positivista de los tres estadios la ciencia, única fuente posible del saber, es incompatible con la religión, que tiene el carácter ilusorio del animismo. Y también con la metafísica, que calificará como un conglomerado de residuos animistas, de animismo sin magia. En las propias filas del psiconálisis se ha introducido este animismo a través de Jung, en quién erróneamente confió como su sucesor, y Freud deberá realizar una extirpación muy dolorosa para él de esta quinta columna en el propio movimiento psicoanalítico.


Pero Freud supera, en la práctica, el discurso positivista porque su concepción de la ciencia es más amplia y porque da a la especulación una función necesaria. Pero entre la metafísica de la filosofía y la metapsicología del psicoanálisis considera que se encuentra la diferencia entre una mala y una buena abstracción. ¿Y en que consiste esta diferencia?  En que la primera es a priori y la segunda no, ya que está integrada en el discurso científico y se sostiene en la contrastación empírica. El tipo de contrastación empírica es, por otra parte, radicalmente diferente a la verificación positivista y Freud defenderá una contrastación selectiva en la que unos pocos pero significativos casos clínicos son suficientes para fundamentar una hipótesis.
 Mi conclusión es que entre el psicoanálisis freudiano y la filosofía hay básicamente un desencuentro. Freud es una figura muy potente en el terreno del pensamiento y sus últimos escritos culturales son reflexiones críticas que podrían calificarse, en sentido amplio, de filosóficas. El mismo Freud nos dice en su apéndice autobiográfico que el cambio de intereses que reflejan " Se podría describir como una fase de desarrollo regresivo. Mi interés hizo un rodeo, que duró toda una vida, por la ciencia de la naturaleza, la medicina y la psicoterapia, y luego regresó a los problemas culturales que desde hace mucho tiempo antes ya me fascinaban, cuando apenas tenía edad para reflexionar".


Otra cuestión  sería si ya es productivo en la actualidad mantener el término, introducido por Paul Ricoeur, de maestros de la sospecha (que incluiría a Marx, Nietzsche y Freud).  Pero no se trata de saber si este calificativo es o no es verdadero en términos absolutos. La apreciación de Ricouer fue original en su momento y permitió, junto a otros trabajos (como por ejemplo el de Michel Foucault), una lectura diferente de estos autores y de sus afinidades. Pero una vez pasada la reflexión hay que dejar las cosas en su lugar. Freud es un ilustrado pesimista, un liberal conservador que inventa un nuevo saber con pretensiones científicas, al  que da el nombre de psicoanálisis. Su espíritu de conquistador y de veracidad le hace seguir adelante, no retroceder frente a la ideología dominante. Pero este nuevo saber es un producto de la propia lógica de la modernidad, de esta razón crítica y de este sapere aude instituido por la ilustración. Freud habla en nombre de la razón, de la que dice que, aunque hable en voz baja, lo hace con insistencia, aunque su voz sea molesta. Será (como dice Louis Althusser en su precioso artículo sobre el psicoanálisis) un hijo natural, ilegítimo, no querido de la Razón Occidental, porque contradice las buenas costumbres, el derecho y la moral. Pero la propia ilustración ya apareció con hijos naturales, como bien constata Rousseau.

 

Nietzsche es diferente porque es radicalmente un antiilustrado (aunque solo podía nacer, también, como un producto de la Ilustración). Nietzsche combate contra los ideales de la ilustración (razón, progreso, ciencia, igualdad). Pero como Nietzsche no es un reaccionario, en lugar de reivindicar como otros antiilustrados la tradición contra la modernidad, lo que introduce es una  una mirada abismal sobre el hombre moderno. Ni él mismo puede creerse la ilusión que ha fabricado, la del superhombre. Hay quizás en común entre Freud y Nietzsche una cierta visión trágica de lo humano y, por supuesto, una aceptación de la parte oscura del hombre. Pero esta visión trágica es vivida por Freud de manera estoica y por Nietzsche de manera romántica, heroica. Sus actitudes y perspectivas vitales son radicalmente diferentes. En este sentido Freud es mucho más próximo a Schopenhauer pero no puede compartir con éste su alternativa de buscar el nirvana , ya que esta búsqueda para Freud es la de un sentimiento oceánico basado en una regresión del yo y que se consolidará como una ilusión, contrario a su ética de la veracidad.


Podríamos seguir profundizando mucho más en las relaciones entre Freud y la filosofía o los filósofos pero prefiero seguir avanzando. Avanzando hasta Lacan porque el movimiento psicoanalítico posterior a Freud no se interesará por la filosofía. Sí se habían interesado por ella algunos discípulos suyos como Otto Rank o los disidentes Adler o Jung pero no lo harán los representantes de la tercera generación de psicoanlistas, ni siquiera los más brillantes ( Winnickok, Melaine Klein). Hemos de llegar a Lacan para toparnos con el encuentro real entre filosofía y psicoanálisis. Encuentro que, insisto, no es reencuentro porque con Freud no se había realizado.


Lacan, recordémoslo, tiene una formación psiquiátrica pero sus inquietudes adolescentes le habían llevado a lecturas apasionadas de filósofos (Spinoza, Nietzsche). Posteriormente participará en las reuniones parisinas donde las mentes jóvenes más brillantes de la época, asistían a los seminarios de dos exiliados rusos, Kojève y Koyré. El primero le dará una concepción racionalista y crítica de la ciencia que lo vacunará contra cualquier postivismo de forma o de fondo. El segundo le producirá una influencia, a partir de su lectura de Hegel que nunca abandonará, que conservará superándola. Por otra parte Lacan realizará una lectura apasionada y minuciosa de Heidegger, que le marcará sin lugar a dudas. En este sentido podemos hablar de condicionantes filosóficos en Lacan, no en el sentido de estar influido por la filosofía sino por pensadores que podemos considerar filósofos. Por otra parte lo que hará Lacan será conversar con diferentes filósofos, la mayoría  muertos, en un diálogo crítico pero fecundo. Estos filósofos son Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Kierkegaard, Wittgenstein. Pero también lo hará con contemporáneos próximos como Jean Hipollyte, Marcel Merlau-Ponty, Georges Bataille. Lacan es tan irónico y despectivo con la filosofía académica (zarandajas académicas)  como el propio Freud. La diferencia es que, mientras Freud mantiene una reserva (incluso hacia los autores que le pueden despertar más interés, como Nietzsche- al que ni siquiera leerá- y Schopenhauer) Lacan sí entra directamente en el estudio, el diálogo y en la polémica con los filósofos de su época. Y si Lacan se define en algún momento como antifilósofo esta afirmación, nos dice Alain Badiou podemos entenderla en el mismo sentido que lo decían Nietzsche o Wittgenstein, es decir, que eran un revulsivo de la filosofía establecida.


Finalmente hay que seguir al filósofo esloveno Slajov Zizek, que es el que me parece que lleva hasta el final y con un resultado muy fecundo esta interesante y compleja relación de saberes.

 

Artículo publicado en EL VIEJO TOPO - abril, 2007
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