El lazo que conecta el marxismo con el psicoanálisis está suficientemente justificado por el paralelo entre el movimiento político marxista y el movimiento psicoanalítico. En ambos casos estamos ante la paradoja de un saber ilustrado no tradicional, fundado en la relación transferencial con la insuperable figura del fundador (Marx, Freud): el conocimiento no progresa a través de refutaciones y reformulaciones graduales de las hipótesis sino de un serie de “ retornos a ...” (Marx, Freud). En ambos casos, estamos ante un campo del saber que es intrínsecamente antagónico: los errores no son simplemente externos al conocimiento verdadero, no son algo de lo que podamos liberarnos una vez que alcanzamos la verdad y, como tales son de interés puramente histórico, es decir irrevelantes para el estado actual del saber (como es el caso de la física, la biología,etc.). En el marxismo, como en el psicoanálisis, la verdad emerge literalmente a través del error; es por ello que en ambos casos la lucha contra el “revisionismo” es una parte inherente a la teoría misma. La “estructura” entera, la relación entre el campo del saber y la subjetividad del “científico” difiere radicalmente de la ciencia positiva, así como de las formas tradicionales de conocimiento (sabiduría iniciática, etc)
Slajov Zizek
Hace poco [mayo 2006] se celebró el ciento cincuenta aniversario del nacimiento de Freud. Desde una revista teórica de izquierdas podemos preguntarnos cual es el estatuto posible de este autor en el marco de una tradición socialista radical.Si nos remitimos a los autores, Marx y Freud, poco hay que decir. Marx es anterior a Freud y éste critica la postura política socialista desde el marco de unas reflexiones sociales que la conciben como una ilusión. Y la ilusión, para Freud, es la proyección de un deseo, en este caso el deseo de una transformación radical que obtenga como resultado una sociedad de bienestar para los más. Podríamos quizás ironizar que, en este caso es el propio Freud el que desde su posición liberal de pequeño burgués ilustrado tampoco comparte este deseo. Pero la formulación teórica es que el malestar es propio de la civilización como tal y por tanto no hay salida que no sea ilusoria.
También podemos añadir que Marx y Freud son dos autores muy alejados en sus preocupaciones y sus posiciones teóricas y prácticas. Tienen algún elemento sociológico común, como el ser originarios de familias judías de la pequeña burguesía de la Europa germánica y pertenecer al mismo siglo. Al mismo siglo pero en épocas diferentes, ya que cuando nació Freud, Marx estaba en plena actividad teórica y práctica.
De entrada aparecen como dos tradiciones absolutamente separadas y que no tenían nada que decirse hasta que surgió la peculiar figura de Wilheim Reich, discípulo de Freud que aunque acabó rompiendo con él siguió utilizando parte de su aparato conceptual. Posteriormente se acercó al marxismo acabando por afiliarse al partido comunista alemán, del que acabarían por expulsarle. A pesar de tener un discurso algo delirante Reich dejó un rastro que tendría una clara influencia sobre lo que luego se llamó el freudomarxismo, cuyo representante más claro fue Hebert Marcase (1898-1979). Filósofo alemán emigrado a EEUU escribió en 1955 un libro, Eros y la civilización, que se presentó precisamente como una síntesis entre Freud y Marx. El libro tuvo audiencia entre el movimiento juvenil que se autoproclamaba anticultura y que defendía una sociedad no represiva que consideraba la base del capitalismo. Aunque ahora no pueda entrar en detalles pienso que este camino fue absolutamente superficial y que estaba basado en una mala lectura tanto de Marx como de Freud. Fue una moda cultural y pienso que el propio movimiento, tanto de la dinámica del capitalismo como de la propia izquierda, el que lo ha barrido. Tuvimos en nuestro país un epígono, Carlos Castilla del Pino, que publicó en los años setenta, en esta línea, su libro Psicoanálisis y marxismo, que de todas maneras es más recuperable que los textos del propio Marcuse.
En otro marco sociocultural, el del pensamiento francés de los años sesenta, surgieron dos iniciativas para buscar puentes de entre Marx y Freud. Por una parte la de Paul Ricoeur (1913-2005) que formuló su concepción de los maestros de la sospecha, que los incluiría no solo a Marx y Freud, sino también a Nietzsche, rehabilitado unos años antes desde la izquierda por Georges Bataille (1897-1962). Lo que planteaba Ricoeur era que estos tres autores representaban en el fondo, y desde diferentes perspectivas, la crítica teórica radical a la sociedad burguesa, optimista y bienpensante, del siglo XIX. Marx denunciaba la explotación y la irracionalidad del capitalismo, más allá de su fachada de progreso económico, político y social. Freud mostraba como el progreso se hacía a costa de la represión y el malestar consiguiente. Y finalmente Nietzsche nos enseñaba que detrás de la sociedad moderna no había otra cosa que la moral del resentimiento de los débiles contra los fuertes.
Por otra parte, Michael Foucault (1926-1984) también publicó un texto en el que establecía coincidencias entre los tres autores, considerándolos los tres críticos más lúcidos del idealismo, los defensores más brillantes de un materialismo radical.
Louis Althusser (1918-1990), de la misma generación, planteó un retorno a Marx que consistiría en una nueva lectura rigurosa y sin concesiones, que volvería a vincular a Marx y Freud como los hijos bastardos, no queridos, de su siglo. Pero lo que plantearía este autor es que lo que critican ambos es la ideología del capitalismo y lo hacen fundando dos ciencias teóricas, el materialismo histórico. Sin entrar en toda la polémica que generó Althusser considero que su planteamiento teórico fue totalmente erróneo, ya que hay que reivindicar tanto la tradición marxista como la psicoanalítica desde un estatuto diferente del de la ciencia.
Hay que hablar también, por supuesto, del que me parece uno de los pensadores más interesantes de los que han establecido un puente entre Marx y Freud. Es Cornelius Castoriadis (1922-1997), nacido en Estambul, griego de origen, afincado desde joven en París y uno de los grandes teóricos de la izquierda crítica del siglo XX.. Castoriadis se psicoanaliza y se forma él mismo como psicoanalista. A partir del descubrimiento de Freud realizará una lectura crítica y rigurosa de este autor, como la que había hecho anteriormente con Marx. Y en este sentido pienso que es él quién nos enseña el camino. En primer lugar porque su lectura de Freud no es escolástica, como tampoco lo era su lectura de Marx no se basa en ningún caso en una sacralización de los textos. Castoriadis no busca ni una síntesis ni un complemento forzado entre los dos autores. Los trabaja a fondo, de forma rigurosa, para extraer de ellos todo lo que puede una persona interesada en comprender y transformar el mundo en el que vive. Y también porque Castoriadis prescinde de polémicas artificiales respecto a la cientificidad de uno o de otro ; lo que le interesa de ambos es que son pensadores rigurosos que quieren entender la realidad, y lo hacen, de una manera rigurosa desde la experiencia.
Finalmente tenemos al controvertido Slavoj Zizek (1949), uno de los representantes más potentes y sugerentes de la filosofía viva. Pero Zizek planteará que son Lacan y Lenin los que darán el alcance universal a la obra de Freud y Marx. Vale la pena recordar a partir de Zizek algunas de las sorprendentes lecturas que Lacan hará de Marx.
A partir de esta pequeña reseña histórica quisiera formular una serie de propuestas:
1) Olvidarnos de los prejuicios de algunos marxistas contra el psicoanálisis. No me refiero solo a las pretensiones estalinistas de crear una psicología soviética al estilo de Pavlov o de libros de los años cincuenta como los de Georges Politzer, sino también a los que son propios de algunos marxistas vinculados a la filosofía analítica.
2) Olvidarnos de las vanas pretensiones de las síntesis freudomarxistas. Marx y Freud hablan de cosas diferentes y cuando hablan de lo mismo no coinciden la mayoría de las veces... Esto quiere decir que cualquier síntesis está condenada al fracaso porque lo que hace es conciliar teorías que no pueden complementarse.
3) Leer a Freud. Lo mejor que puede hacer un lector comprometido con la tradición democrática y socialista radical, y por tanto con la verdad , es leer los textos de Freud dedicados a la crítica de la cultura. Estos textos son El malestar de la cultural, el porvenir de la ilusión y la psicología de masas y análisis del yo. Estos textos plantean una serie de reflexiones muy interesantes sobre la condición humana.
4) Leer a los dos autores contemporáneos de izquierdas que mejor han trabajado estos textos, que son Cornelius Castoriadis y Slajov Zizek.
Ni Marx ni Freud escribieron sobre Todo, se limitaron a pensar radicalmente el presente en que vivieron, con valentía y con una común ética de la verdad, de la lucidez. Ellos no se encontraron pero los que formaron parte de la tradición que ellos fundaron sí quisieron en ocasiones hacerlo. Pero el único encuentro productivo, interesante, entre Marx y Freud es precisamente el que resulta fallido. Es decir el que crea divergencias, choques y también algunos posibles puntos de contacto. El encuentro falso, el que paradójicamente fracasa, es el que se presenta como no fallido, el que intenta presentar como complementario lo que no lo es.