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Alguien del público: Quisiera plantear a Girard una pregunta sobre un tema que se sitúa en el corazón de la reflexión de Vattimo (y, por lo demás no solo de la suya): ¿cuál es su posición en relación al nihilismo filosófico contemporáneo, especialmente en el plano ético y moral?
René GIRARD: Por lo que se concierne al nihilismo moral, estaría tentado de decir esto. La gente piensa que hoy la mayoría de los conflictos son causados por valores absolutos, por principios intangibles sobre esto o lo otro, eso que se llama ‘ideología’ o ‘grandes relatos’ y que las opiniones absolutas suscitan violencia porque suscitan una oposición. Pienso que trata de una forma errónea de comprender la violencia presente en nuestro mundo, e incluso la violencia en general. La mayor parte de los antropólogos y de los sociólogos definen todavía hoy la violencia como una agresión, pero la violencia humana no es agresiva. La misma palabra ‘agresión’ es muy agresiva, porque si nosotros definiésemos la violencia así, ninguno nos atribuiríamos jamás tal característica. La violencia viene siempre de los otros, entonces calificados de agresivos o de agresores. Pero eso no es justo. Ninguna forma de violencia se desarrolla pensándose ella misma como violencia, como agresión. El hombre es por esencia competitivo e inclinado a la rivalidad. Quiere triunfar sobre su vecino y entra, pues, en competición con él. La inteligencia humana, el espíritu de iniciativa, son, en substancia, competición. Esto último puede tener mucho valor, y lo sabemos bien. Pero la competición se convierte en violencia cuando se exacerba hasta el punto de engendrar una rivalidad destructiva. Eso vale también para los animales. Si un macho ve a otro macho cortejar a una hembra, él la deseará también. No se sentirá agresor, sino más bien rival en la conquista de esa hembra. Experimentará el sentimiento de tener los mismos derechos que los otros. Y se trata de un proceso que, en la mayoría de los casos, estamos en condiciones de transformar positivamente –la economía no es más que eso–, pero ese mismo proceso puede desembocar en la violencia. La situación es, pues, mucho más compleja y ambivalente de lo que parece, porque estamos todos implicados en formas de rivalidad, cuyos efectos pueden ser positivos y negativos. Por lo demás, cuando analizamos una situación violenta, la definimos siempre como una agresión por parte de otros, y la parte adversaria la definirá también como tal. Nueve de cada diez veces, la violencia esconde no la agresividad, sino la competición, que no puede ser atribuida a una sola parte: los dos individuos tienen a la vez razón y se equivocan, se comportan de una manera idéntica y simétrica. La situación, inextricable, no puede ser resuelta de manera ‘legal’. Por eso las sociedades arcaicas se esfuerzan en canalizar la competición en una dirección muy precisa, constriñendo los individuos a desear una cosa más que otra, a ir en un sentido más que en otro. Esto puede dificultar la libertad de empresa individual, y en cierta manera, una civilización pierde su dinamismo si se le imponen demasiados límites, pero, de forma muy habitual, la sociedad se ve obligada a proceder así para evitar que la competición desemboque en la violencia destructiva. Acabo de decirlo, se trata de un problema social difícil de resolver mediante leyes y es por eso que la caridad, como Vattimo y yo decimos, cuenta tanto. Pero esos problemas de una complejidad infinita, no admiten solución verbal o ideológica, soluciones puramente lingüísticas; las relaciones humanas son, simplemente, demasiado complejas, y por eso rechazamos comprenderlas, porque cada uno de nosotros se bate para defender su posición personal. Mi teoría de la mímesis trata justamente de esas cuestiones.
En mi opinión, el nihilismo filosófico proviene de la toma de conciencia de un profundo desacuerdo entre nuestro lenguaje y la realidad humana. Como esta última es imposible de traducir en palabras, se renuncia a explicarla afirmando que el problema es irresoluble. No pienso que sea así. Creo que el nihilismo, en su forma actual, proviene del fracaso de lo que llamamos la filosofía de las Luces, de la visión racional del universo elaborada en el siglo XVIII, y de la constatación, al contrario, de que las relaciones humanas se hacen demasiado difíciles de analizar (de done, por compensación, proviene la perspicacia sin igual de las novelas modernas). En mi opinión, más que renunciar e ir a parar a una forma cualquiera de nihilismo, afirmando, como ciertos filósofos, que no hay una verdad cierta, hay que regresar a la antropología, a la psicología, y estudiar mejor de lo que ha hecho hasta ahora las relaciones humanas. Tenemos necesidad de analizarlas mucho más sutilmente y considero la teoría de la mímesis apta para suministrar instrumentos de observación y un nivel de análisis que haga más inteligibles los conflictos humanos –ciertamente no fáciles de resolver, pero por lo menos comprensibles. La teoría de la mímesis permite, en mi opinión, comprender la dinámica compleja de las relaciones sociales y humas y alejarnos de la actitud nihilista, de esta renuncia al conocimiento, que constatamos hoy en día.
Fragmento del capítulo ‘Fe y relativismo’ del libro CHRISTIANISME ET MODERNITÉ, versión francesa (2009) del texto italiano publicado como VERITÀ O FEDE DEBOLE? (2006), conversaciones entre Gianni Vattimo y René Girard, recogidas por Pierpaolo Antonello.
El texto de ‘Fe y relativismo’ corresponde a una mesa redonda realizada en Falconara (10 de marzo de 2006).
© de los autores. Reproducción exclusiva para uso escolar. Traducción R.A.