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La filosofía del Sr. Rousseau de Ginebra es casi la inversa de la de Hobbes. Uno crea que el hombre de la naturaleza es bueno, el otro le cree malo. Según el filósofo de Ginebra, el estado de naturaleza es un estado de paz; según el de Malmesbury, es un estado de guerra. Son las leyes y la formación de la sociedad quienes han hecho mejor al hombre, si se cree a Hobbes; son las que le han depravado, si se cree al Sr. Rousseau. El uno había nacido entre tumultos y facciones; el otro vivía en el mundo y entre los sabios. Otros tiempos, otras circunstancias, otra filosofía. El Sr. Rousseau es elocuente y patético; Hobbes seco, austero y vigoroso. Éste, veía estremecerse el trono, los ciudadanos armados los unos contra los otros y su patria inundada de sangre por los furores de un fanatismo presbiteriano, y había tomado aversión a dios, al ministro y los altares. El otro veía a hombres versados en todos los conocimientos desgarrarse, odiarse, entregarse a sus pasiones, ambicionar la consideración, la riqueza, las dignidades y comportarse de una manera poco conforme a las luces que habían adquirido, y despreció la ciencia y los sabios. Ambos fueron exagerados. Entre los sistemas de uno y otro, hay otro que tal vez sea el verdadero; es el de que, aunque el estado de la especie humana se encuentre en una perpetua vicisitud, su bondad y su maldad son las mismas; su felicidad y su desgracia circunscritas por límites que no puede franquear. Todas las ventajas artificiales se compensan mediante males; todos los males naturales, mediante bienes.
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Su definición del malévolo me parece sublime. El malévolo de Hobbes es un niño robusto: “malus est puer robustus”. En efecto, la maldad es mayor cuando la razón es débil y las pasiones son fuertes. Supongamos que un niño tuviese a las cinco semanas la imbecilidad de juicio de su edad y las pasiones y las pasiones y la fuerza de un hombre de cuarenta años, es cierto que golpeará a su padre, violará a su madre y estrangulará a su nodriza y que no tendrá ninguna certeza sobre todo lo que le acontezca. Pues, la definición de Hobbes es falsa, o el hombre se hace bueno a medida que se instruye (...)