Kant explora los fundamentos de la política, buscando un principio de la soberanía que sea puramente humano. Sólo una constitución republicana corresponde a esa exigencia. Para Kant, el régimen republicano resulta, a la vez, deseable, pensable y realizable.
1.- La república es deseable porque favorece la ‘paz perpetua’. Ya que en una república quienes deciden la guerra son los mismos que la hacen, es probable que la prudencia acabe por prohibir el conflicto.
2.- La república es pensable en la medida que reconcilia, en la vida cívica, los dos imperativos contradictorios del orden y de la libertad. Por eso la ciudadanía republicana se define, en efecto, como autonomía es decir como sumisión a la autoridad que uno se da a sí mismo.
3.- Finalmente, la república es realizable, no es un dulce sueño, sino una perspectiva histórica plausible, incluso para ‘un pueblo de demonios’. Las instituciones deben procurar que los intereses individuales se neutralicen en provecho de todos.
Despótico es todo gobierno que no tiene limitaciones y republicano es todo gobierno que se autolimita. Como dice en LA PAZ PERPETUA: “En este respecto sólo caben dos formas: la republicana o la despótica. El republicanismo es el principio político de la separación del poder ejecutivo –gobierno- y del poder legislativo. El despotismo es el principio del gobierno del Estado por leyes que el propio gobernante ha dado...”
Curiosamente, Kant no es republicano porque sea un ‘bonista’, sino al contrario, porque asume que en el hombre hay una ‘insociable sociabilidad’ que lo impulsa a cohabitar con sus semejantes tanto por egoísmo como pese a su egoísmo. El hombre tal vez sería más feliz bajo un gobierno despótico y paternalista, pero sería a la vez más miserable, menos adulto.