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LA ARGUMENTACIÓN DE LOCKE CONTRA LAS IDEAS INNATAS

J. L. MACKIE

Los capítulos II, III, y IV del Libro I del Ensayo están dedicados a argumentar que no hay en la mente principios innatos especulativos como las máximas «Es imposible que la misma cosa sea y no sea» y «lo que es, es», e igualmente no hay principios prácticos, morales, y tampoco, ideas innatas, como las de imposibilidad, de identidad o de Dios. Los argumentos de Locke son simples, incluso groseros. Dado que los niños, los adultos analfabetas y los idiotas carecen de la aprehensión de las máximas especulativas, éstas no pueden estar impresas en todas las almas de los hombres. La aprobación universal no probaría lo innato, pero la no-universalidad lo refuta. Es «casi una contradicción decir que hay verdades impresas en el alma que ella no percibe y no entiende» (I, i,5.). Locke descarta la respuesta de que los hombres afirman estas verdades cuando llegan a tener uso de razón: esto sólo quiere decir que pueden descubrir estas razones mediante el razonamiento; no tiene sentido sugerir que el razonamiento puede desvelar algo que ya está impreso en el alma pero oculto. En cualquier caso, las máximas abstractas mencionadas arriba no son comprendidas por la gente tan pronto como lega a ser capaz de razonar: la gente razona muy bien sobre cuestiones más concretas mucho antes de afirmar estas máximas y, de hecho, éstas no son muy útiles y mucha gente nunca llega a pensar en ellas en absoluto. De nuevo, la afirmación de que uno asienta a ellas tan pronto como le son propuestas y tan pronto como entienden sus términos, no probaría que son innatas. Los principios prácticos no se encuentran en mejor posición: de hecho, sucede lo contrario. No hay acuerdos universales en relación con las reglas morales. Aun cuando los ladrones guarden fidelidad y observen reglas de equidad entre ellos, las practican como reglas de conveniencia, necesarias para preservar la unión de sus propias comunidades, y no porque reconozcan alguna autoridad absoluta en las reglas morales. Ninguna regla moral es evidente; ninguna puede «proponerse sin que alguien tenga derecho de exigir su razón»; pero un principio innato sería evidente (I, iii, 4). No se ha sugerido ni siquiera un criterio adecuado a la calidad de lo innato. (I, iii, 27).  

Los principios no pueden ser innatos a menos que las ideas de que se componen lo sean: pero ideas como las de imposibilidad e identidad están lejos de ser claramente comprendidas o incluso pensadas por la mayoría de la gente: las numerosas dudas en relación con la identidad muestran que esa idea está lejos de ser clara. La idea de Dios no es innata, dado que hay naciones que, según reportan los viajeros, no han tenido ninguna idea de Dios. La idea de Dios que muchos hombres tienen puede explicarse diciendo que han reflexionado sobre las causas de las cosas, y han rastreado las cosas hasta una causa original (I, iv, 10).  

La  doctrina de las nociones innatas es, le parece a Locke, tan perniciosa como falsa, porque se usa para persuadir a la gente de aceptar principios sobre la base de la autoridad. Uno sabe solamente lo que uno dilucida y comprende por uno mismo, no lo que uno acepta confiando en lo que otro dice: «Esta riqueza prestada, como el dinero de los cuentos de hadas, aunque sea oro en las manos de quien se toma, se transformará en hojarasca y polvo cuando se intente emplear» (I, iv, 24).    

J. L. MACKIE: Problemas en torno a Locke. México, UNAM, 1988. pp. 252-254. Fragmento del cap. 7: « El empirismo y las nociones innatas».

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