Como cuatro millones y pico de alemanes de su época, Konrad Lorenz había estado afiliado al partido nazi, concretamente desde el 28 de junio 1938, y según él mismo afirmaba no se dio cuenta de la barbarie del nazismo hasta que en 1943-1944 pudo ver, cerca de Poznan, los trenes en que eran deportados grupos de gitanos hacia los campos de concentración. Un conocido artículo, en que argumenta a favor de la ‘teoría de la degeneración’, «Desórdenes causados por la domesticación del comportamiento específico a la especie» (1940), del que no sólo nunca abjuró, sino que lo citó en multitud de ocasiones a lo largo de toda su vida, sigue siendo hoy un texto, como mínimo, controvertido tanto desde el punto de vista etológico, como por sus implicaciones para la antropología filosófica.
Lorenz siempre consideró ese artículo como claramente opuesto al eugenismo nazi, en la medida en que, en su propia interpretación, mostraba que la supuesta pureza racial era mucho menos eficiente que la mezcla de razas. Pero hay muchas dudas sobre su posible uso como instrumento para la justificación de una ideología nazi, especialmente si nos situamos en el contexto en que el texto fue escrito. Lorenz jamás dijo ni escribió que existiesen razas ‘superiores’, pero cosa muy distinta es que psicólogos racistas hubiesen encontrado una justificación intelectual en sus escritos. De hecho, movilizado durante la guerra en el hospital de Poznan (Polonia), Lorenz sirvió entre 1942 y 1944 como asistente del psicólogo racista Rudolph Hippius quien, por su parte, opinaba que los matrimonios mixtos entre alemanes y polacos habían echado a perder las mejores cualidades de ambas razas…
No vamos a entrar detalladamente en esa cuestión, pero expuestas de una manera sintética, y con todo lo problemático de un resumen que puede pecar de frívolo por excesivamente rápido, las tres tesis más controvertidas y con mayor calado antropológico y político de Lorenz son:
1.- La teoría de la degeneración, que para Lorenz está inscrita en el núcleo mismo de la civilización y es un elemento que ayuda a comprender su decadencia. Animales domésticos y humanos ‘civilizados’ pueden ser fácilmente comparados. Un animal doméstico se caracteriza por:
a.- Problemas alimentarios y una falta de control sobre los mecanismos del apetito, que conduce a la obesidad.
b.- Problemas de regulación de la sexualidad e hipersexualización.
c.- Regresión infantil de los individuos, en que los adultos se comportan como inmaduros (dependencia parental y actividad básicamente recreativa).
En la medida en que los humanos se han ‘autodomesticado’, es decir, en la medida en que su supervivencia ya no depende de la selección natural (ni de un entorno salvaje), sino de la cultura y el artificio, caen en una degeneración genética y se vuelven ‘lúdicos’, es decir, se infantilizan. De hecho, Lorenz proponía una selección basada en ‘criterios de tenacidad, de heroísmo, de utilidad social’ (sic) y llevada a cabo por ‘alguna institución humana, si no se quiere que la humanidad, faltada de factores de selección sea aniquilada por una degeneración producida por la domesticación’ (sic). La propuesta no deja de ser bastante brutal aunque la teoría, muy al gusto del siglo XIX, está tomada de Galton y se resuelve en planteamientos un poco tópicos: la oposición entre el hombre de campo y el hombre urbano, entre el instinto y la razón o el individuo y el pueblo, etc.
2.- La teoría de la agresión, que consiste en una versión del chivo expiatorio. Para Lorenz el patrón general de la agresividad es un comportamiento motivado por necesidades internas (‘drives’). Se trata de un ‘Fixed action pattern’, vinculado al hecho de que diversos individuos comparten el mismo territorio y a que la territorialidad aumenta la agresividad. La territorialidad y la agresividad se hallan inseparablemente unidas en todas las especies animales. La capacidad agresiva es buena en tanto que permite asegurar la reproducción de los individuos temporalmente más vigorosos, de manera que refuerza la especie y, además, la agresividad permite dar seguridad a la prole que no es atacada cuando los posibles predadores, sospechan que pueden recibir un castigo importante en caso de intentarlo.
Lorenz demostró que la parada nupcial en los animales es una variante de la conducta agresiva que, en el último momento, es reorientada hacia una conducta agresiva contra un tercero (chivo expiatorio); de manera que sin agresividad tampoco existiría la sociabilidad.
Aplicado a los humanos eso significa que el amor no es posible sin que la pareja haga las mismas cosas juntos y se revuelva contra un tercero. La violencia recíproca podría destruirnos (por venganzas y contravenganzas) y el chivo expiatorio es un ‘tercero’ que sirve para calmar tensiones. Los mecanismos compartidos de construcción de ese chivo expiatorio (para entendernos: hablar mal de la suegra, de la cuñada, de las vecinas…) crean sociabilidad. De la misma manera, todo grupo social ‘necesita’ un enemigo común, (nación contra nación, o equipo de futbol contra equipo de futbol).
En todo caso convendría distinguir la agresión (natural) de la violencia (culturalmente pautada). Entre los animales, la agresión no es generalmente asesina, ni se busca la exterminación de los miembros de la propia especie. Los humanos, finalmente, no matamos con las garras, ni con los dientes, sino con el cerebro. La función simbólica, producto de la más compleja evolución cultural humana, es capaz de crear causas ‘morales’ por las que los hombres matan, ponen en peligro la vida de los suyos e incluso mueren.
El entusiasmo (que experimentan los humanos, pero no los animales) es potencialmente una causa de violencia atroz. Formas de violencia tan brutales como la explotación de millones de humanos en sus puestos de trabajo, que producen úlceras de estómago, atrofia renal, hipertensión, y neurosis, son la consecuencia de una evolución irracional que, según Lorenz, es provocada por el hecho de que en el caso de la especie humana es sólo la rivalidad sexual la que opera la selección, mientras que en los animales humanos también actúa también la selección efectuada por el medio natural.
3.- La teoría del conocimiento, que revisa la tesis kantiana del conocimiento a priori (al fin y a cabo, anterior a Darwin). Lorenz establece que ningún animal puede aprender más que aquello para lo que su sistema nervioso innato ha sido programado pero el aprendizaje puede hacerse de maneras muy diversas (y no sólo por estímulo-respuesta, como sostienen los behavioristas). Frente a las dos condiciones a priori del conocimiento (espacio y tiempo), una visión tradicional del darwinismo pone el acento en el vector temporal. Lorenz, en cambio, considera la selección natural ha favorecido a las especies que han sido capaces de representarse mejor el espacio y que, de esta manera, han conseguido sobrevivir mejor.