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FEUERBACH Y MARX

La izquierda hegeliana entendió muy pronto que el Espíritu absoluto del maestro Hegel era una reedición del Dios cristiano, depurado e incorpóreo, que derivaba del viejo deísmo de Voltaire. El problema que se planteaba era el de cómo mantener el aspecto revolucionario/transformador de la dialéctica (la lucha y la contradicción como eje de la realidad) y al mismo tiempo evitar una síntesis final, es decir, el famoso ‘fin de la historia’, cuyo advenimiento significaría, también, el fin de la libertad.

El campo de debate de la izquierda hegeliana acabó siendo el de la religión porque, en definitiva, tanto el final de la historia (transposición moderna del juicio universal), como el Espíritu absoluto eran metáforas cristianas. 

La aportación de Feuerbach es la de someter a crítica la tesis hegeliana según la cual la conciencia determina el ser. Para Feuerbach y para la izquierda hegeliana el proceso es, exactamente, al revés. El ser es previo a la conciencia y la determina. Así es el ser humano el que crea la conciencia divina. No es Dios quien ha creado al hombre, sino que a la inversa, el hombre ha sido el creador de Dios. Si disipamos al mundo de fantasmas, ángeles o brujas, lo que queda es el hombre mismo. De manera que el hombre es el principio fundamental de toda la filosofía de Feuerbach. La lógica divina es el principio antropológico que se ignora a sí mismo. Por lo tanto, si ‘la verdad’ de la religión es el humanismo, entonces deben crearse las condiciones (económicas, culturales…) para que pueda instaurarse una comunidad humana ‘verdadera’. Esa fue la idea central del socialismo premarxista.

Pero Marx aporta algo más que no se encuentra en Feuerbach: la crítica de la abstracción humanista. Dejó de pensar ‘la humanidad’ en abstracto para empezar a entender las condiciones sociales concretas (la economía, la estructura misma de los medios de producción). En palabras de Riazanov [1] «No basta decir que el hombre es el punto de partida de una nueva filosofía. Hay que añadir que este hombre social, que es el producto de una evolución social determinada, se forma y se desarrolla en el ámbito de una sociedad determinada, diferenciada de una manera determinada».  

Todavía hay una segunda aportación de Marx: la idea de que la acción del hombre no sólo cambia la naturaleza, sino que le cambia a él mismo. El hombre no sólo es una consecuencia de la educación (tesis ilustrada y feuerbachiana), sino un producto del trabajo, de la acción transformadora del mundo que el propio hombre lleva a cabo. Otra vez en palabras de Riazanov, y parafraseando la famosa Tesis 11: «La obra de la filosofía – dice él [Marx] contrariamente a Feuerbach – consiste no solo en explicar este mundo sino también en modificarlo» Es decir, Marx considera que, dialécticamente, el mundo natural se encuentra negado por la función transformadora del trabajo humano (esa es la función positiva de la acción) y que, por lo tanto, cualquier filosofía debe comprender el mundo y el hombre desde la acción. La acción es también el principio del Fausto goethiano. Pero lo que Marx propone es una acción concreta y fue en su búsqueda de una clase que encarna la acción transformadora, que Marx encontró al proletariado. Que no es tan solo clase sufriente, sino también clase transformadora. Lo que sucedió después lo cuenta la historia.

 

[1] David RIAZANOV: MARX Y ENGELS – CONFERENCIAS EN LOS CURSOS DE MARXISMO DE LA ACADEMIA SOCIALISTA EN 1922. (Tercera conferencia).

Nota: David Riazanov  (1870-1938) fue un revolucionario ruso de origen judío, presidente del II Congreso de los soviets y organizador, después de la revolución, del archivo Marx y Engels. Se enfrentó a Lenin por defender una democracia socialista pluripartidista, pero eso no le impidió tener un papel importante en los primeros años de la revolución. Asesinado por la policía de Stalin, y luego plagiado, sin misericordia ni derecho a cita, por toda clase de divulgadores, su libro ‘Marx y Engels’ es un clásico de referencia inevitable.