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MILL Y COLERIDGE (1840)

El ensayo sobre el poeta y introductor de la filosofía idealista alemana en el Reino Unido, Samuel Tylor Coleridge (1772-1834) es una excelente muestra de los esfuerzos de Mill por superar las que -a su juicio- eran limitaciones del pensamiento de Bentham a través de injertar ideas surgidas del contexto romántico en el utilitarismo de raíz ilustrada.

Lo que el romanticismo habría aportado así al utilitarismo es una comprensión de lo limitado de su teoría de las motivaciones materiales (business) y una comprensión de la importancia de la unidad orgánica de las sociedades para la felicidad de los individuos. Eso permite replantear el concepto de "utilidad" sobre bases nuevas yendo más allá de la absoluta falta de elementos espirituales en el benhamismo. Pero si ha discutido si al hacerlo, Mill abandona -o no- la centralidad del individualismo moral, precepto base de toda teoría utilitarista. En todo caso la concepción, central en Mill, de la "cultura del Self" debe ser vista desde una concepción de la historia como movimiento progresivo y de matriz no individual sino cultural o comunitaria.

Después de 1826 (es decir de la crisis de melancolía) experimentada por Mill, de la que se curó leyendo poesía romántica, lo que habría descubierto Mill -y de ahí que en su caso pueda hablarse de un "utilitarismo indirecto"- es que el Self necesita para su desarrollo una serie de condiciones comunitarias que actúan como reglas, es decir de criterios desde los que se pueden valorar los actos.

Para Mill, siguiendo a Coleridge, existen con valor universal tres condiciones orgánicas en la vida de las sociedades. Para que haya estabilidad en una sociedad política se precisa de (1) educación, (2) integración o lealtad, (3) cohesión social entre los diversos miembros:

1.- La educación es entendida como disciplina coercitiva. Si en las repúblicas antiguas esa disciplina se ejercía en nombre de los intereses del Estado, en las sociedades modernas la coerción corre a cargo de la religión. Donde no hay educación simplemente florece la anarquía o sumisión a un déspota.

2.- La integración o lealtad, supone que algún tipo de regla da unidad a un cuerpo social: "hay en la constitución de un Estado alguna cosa de regular, de permanente, que no se puede poner en cuestión, alguna cosa que, por consentimiento general, tiene derecho a ocupar su lugar actual". Tiene que darse alguna lealtad común para que pueda existir una sociedad política, de manera que "el conflicto no comprometa el principio fundamental del sistema de unión social establecido".

3.- La cohesión social es la tercera condición de la coexistencia política que implica: "la simpatía y no hostilidad entre los miembros" y se basa en la comunidad de intereses, de forma que nadie se sienta extranjero".

En resumen, lo que habría aportado el romanticismo alemán al utilitarismo británico -a través de Coleridge, poeta y traductor de Kant y de Schelling y Jacobi- es su "filosofía de la cultura", entendiendo la cultura como una creación colectiva. "Atribuyendo a cada acontecimiento del pasado su significación y su lugar determinado en el proceso de evolución de la humanidad" -la frase es textual-, la historia y la filosofía de la cultura nos ayudan a situar el objetivo de la felicidad de los humanos en un contexto significativo, que es de tipo colectivo por no decir incluso comunitario.

Una teoría política utilitarista tiende a desarrollar esos tres elementos, de una manera no demasiado distinta a la que hoy proponen las escuelas sociológicas que insisten en la preponderancia del "capital social".

Hay dos tesis románticas extraídas de Coleridge que a partir de 1840, Mill integra en su filosofía:

1.- La tesis según la cual es la "cultura", entendida como creación de la colectividad, el sujeto político de la utilidad. La organización social está en un "progressive being" que necesita un desarrollo cultural, más allá de la valoración individual. La cultura, incluso en su fracaso, es el espacio de la libertad, del crecimiento e, incluso, de los errores de una sociedad. Felicidad y cultura serían, así, inseparables.

2.- La necesidad de pensar en términos históricos para entender el bienestar de las sociedades. Eso significa un cambio importante respeto a la tesis de Bentham: para los utilitaristas clásicos la historia es un puro azar y se podía describir con las famosas palabras del Macbeth (V, 5); consistía simplemente en "un cuento explicado por un idiota lleno de ruido y de furor y desprovisto de sentido". Contra la tesis ilustrada y benhamita, según la cual la historia es únicamente el depósito de la ignorancia, la posición milliana es más matizada. La historia permite entender algo esencial en las comunidades humanas: los elementos que dan continuidad a un proyecto colectivo (a una nación).

El texto del ENSAYO SOBRE COLERIDGE que proponemos resulta muy claro: "No es sorprendente que [los ilustrados faltasen a la verdad] gentes que consideran lo esencial de lo que el pasado nos ha transmitido como otros tantos obstáculos en el camino hacia el bienestar de la humanidad, que por lo demás habría sido fácil de lograr satisfaciéndose con un estudio muy superficial de la historia. Pero el caso es diferente para quienes consideran que la conservación de la sociedad en general, y más específicamente, su mantenimiento en un estado de progreso continuo, es una tarea muy difícil, cumplida a lo largo de siglos de una manera imperfecta, pero que ha sabido triunfar de todos los obstáculos".