La filosofía de la mente y los descubrimientos en neurociencias parecen confrontarnos a un dilema. Si nos decantamos por identificar los problemas de la mente con las potencialidades del cuerpo (y estrictamente del cerebro) en su aspecto puramente físico, entonces hay que admitir una forma extrema de materialismo, y el amor, por ejemplo no sería otra cosa que una actividad neuronal. Pero si optamos por afirmar que los deseos, las creencias y las razones son propiedades absolutamente ajenas al mundo físico, entonces las relaciones de causalidad se vuelven incomprensibles y la mente sería un simple fantasma incapaz de incidir en el mundo material.
En eso consiste, de una manera muy simplificada, el problema de la relación mente-cuerpo (mind-body problem’). Diversas corrientes de pensamiento se han planteado cuál es la relación entre los estados mentales (consciencia, psique, alma? y los estados físicos (cerebro, material, cuerpo). ¿se trata de dos entidades distintas o de la misma cosa? La respuesta que demos a tales preguntas pone en juego la representación que tenemos de nosotros mismos y de nuestra concepción en cuanto ‘sujetos’.
A grandes rasgos se han propuesto cuatro modelos de respuesta a esta cuestión:
1.- Materialismo eliminativista: el pensamiento y, estrictamente, todo estado mental, es una ilusión; creemos que pensamos porque no conocemos los complicados mecanismos que rigen nuestro cerebro. Y en última instancia la psicología popular usa una serie de conceptos que se han revelado falsos, sin correlato empírico. Es la postura más típicamente behaviorista, defendida por Patricia y Paul Churchland
2.- Funcionalismo: la mente existe pero no es idéntica al cerebro, sería más bien parecida a un programa informático que nuestro cerebro ejecuta (Hilary Putnam).
3.- Panpsiquismo: todas las partículas del universo psíquico poseen también propiedades mentales. O en otras palabras, la substancia mental ha existido siempre: hay psique en toda la materia.
4.- Emergentismo: sostiene que la actividad mental emerge de las actividades físicas, cuando éstas logran un cierto nivel de complejidad. John Searle compara la mente con la liquidez del agua. Las moléculas de agua no son líquidas en ellas mismas, pero su conjunto se hace líquido. De la misma manera, cada neurona no es consciente pero un conjunto de neuronas en interacción llega a serlo.