El psicólogo norteamericano Drew Westen realizó durante las elecciones norteamericanas de 2004 un significativo experimento sobre las bases neurológicas de la conciencia política. Logró que 15 votantes del partido demócrata y otros 15 del partido republicano aceptasen ver un debate televisado entre Bush y Kerry mientras su cerebro era escaneado por un IRM, uno de esos instrumentos que registran los movimientos del cerebro.
El resultado fue que mientras los electores seguían el debate, los centros del cerebro frontal implicados en el razonamiento eran poco usados, mientras que los centros emocionales estaban fuertemente excitados. Conclusión: el discurso político se dirige más a las emociones que a la razón. Aprovechando las elecciones del 2008, Westen publicó un libro cuyas conclusiones se inscriben en el ámbito de la inteligencia emocional. El hooliganismo de la política más primaria al alcance de las masas plantea problemas neuroéticos cuya respuesta es, cuanto menos, compleja.
Más información: http://en.wikipedia.org/wiki/Drew_Westen