El egoísmo, la sinrazón de la guerra o, en sentido contrario, la solidaridad y la generosidad humana, surgen del cerebro, de una voluntad inalcanzable aún para la ciencia y de muy difícil localización. El neurobiólogo Javier de Felipe muestra cierto escepticismo con respecto a la “generosidad” del ser humano en relación a su especie y considera que el cerebro y su progresiva madurez está condicionado por el medio en que se desarrolla.
.- ¿Se pueden “controlar” los conflictos a través del cerebro?
.- Nosotros somos nuestro cerebro. Por tanto, cualquier acción que realizamos está controlada por este órgano. La dificultad está en ponernos de acuerdo.
.- ¿Qué entiende la ciencia en estos momentos por “cerebro social”?
.- Nosotros nos comunicamos y relacionamos con la sociedad a través de este órgano. Existen áreas corticales relacionadas con el comportamiento emocional y social, y en la toma de decisiones.
.- ¿El hombre es egoísta por naturaleza?
.- Yo creo que sí, pero no existe ninguna evidencia científica.
.- ¿Qué ética puede atribuirse al cerebro?
.- El comportamiento humano es una consecuencia del funcionamiento del cerebro. Sin embargo, las bases científicas que subyacen a los distintos comportamientos humanos no se conocen con exactitud.
.- ¿Puede llegar a conocerse la “zona moral” del cerebro?
.- Actualmente existen estudios funcionales del cerebro humano que abordan este tipo de preguntas, pero creo que todavía estamos muy lejos de tener en cuenta que el cerebro está formado por millones de neuronas que se interconectan entre sí. Por lo que es muy difícil atribuir funciones complejas a regiones concretas del cerebro.
.- ¿A qué edad del ser humano puede llegar a hablarse de un “cerebro ético”? ¿Existe un proceso definido de madurez?
.- Podría decirse que la maduración del cerebro es un proceso muy largo y que se encuentra modulado por el medio ambiente en el que el sujeto se desarrolla.
.- ¿Es la ciencia la respuesta a la convivencia entre los seres humanos?
.- Yo creo que son la educación y la buena voluntad las claves para la convivencia.
.- ¿Está en el cerebro la respuesta a la paz?
.- Bueno, las relaciones humanas son muy difíciles. Espero que en un futuro hagamos todos un esfuerzo para vivir en paz, respetando las diversas culturas y controlar nuestro egoísmo. Quizás, cuando alcancemos un mayor nivel cultural a escala mundial y una mayor solidaridad habrá menos guerras.
[Publicado en EL CULTURAL, Madrid 22-28 de julio, 2004]
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Nota sobre el concepto de “cerebro social”- Ramon Alcoberro
Ser social no garantiza tener un gran cerebro (p.e., las hormigas). Pero los insectos no parecen reconocerse a sí mismos como individuos. Así una hormiga obrera es tan buena como otra cualquiera. Pero los animales más complejos no son fácilmente intercambiables. Cada uno parece tener hábitos adquiridos que lo hacen diferente entre otros individuos de su especie. Así, la capacidad de reconocer a los individuos se vuelve importante y se desarrolla un sistema cerebral para el reconocimiento facial. A los animales que se reconocen visualmente entre sí, pronto les conviene saber en qué individuos pueden confiar o no en ésta o aquella circunstancia.
Hay que saber, por ejemplo:
Los humanos no son los únicos que realizan este “comercio”. Para ser efectivos en él, los animales no sólo deben poder reconocer las caras, sino que deben poder predecir la conducta individual. Deben poder experimentar a los otros como personalidades. Esa capacidad se denomina “cerebro social”.