UNA INTRODUCIÓN A JUDITH SHKLAR

 

Judith N. Shklar (1928-1992) es una de las pensadoras más fascinantes de la filosofía política del siglo XX, tanto por su teoría política minimalista (el liberalismo del miedo), como por su propia biografía, testimonio o ejemplo de algunas de las grandes miserias políticas de su tiempo.

BIOGRAFÍA
Nacida en Riga en 1928, en una familia judía lituana de habla alemana, Judith Shklar padeció todas las circunstancias políticas adversas de época. No por casualidad su libro preferido era David Copperfield. En 1934 el régimen parlamentario de su país fue aniquilado, en 1940 la república báltica fue anexionada por la URSS y en 1940 los nazis les invadieron. Lituana, judía y germanófona… Eso eran demasiados problemas juntos. Un poco antes de la invasión alemana su familia logró huir de Letonia en el Transiberiano. Después de pasar por Japón y de ser internados brevemente en un campo de concentración para emigrantes ilegales en Seattle, su familia se estableció en Montreal (Canadá).  En A Life of Learning (1998) dice de sí misma: A nuestro alrededor todo el mundo quería que nos marchásemos, en el mejor de los casos, o matarnos, en el peor de los casos. Exiliada y arrastrada por el azar de la historia en una peripecia brutal, acabó estudiando en Montreal donde captó rápidamente vivió la experiencia del resentimiento político y de la desconfianza política y religiosa de una manera prácticamente física.
Nacida como Judith Nisse, el apellido Skhlar es el de su marido (dentista, compañero de estudios en la Universidad y luego profesor en Harvard). En 1949 se licenció por la Universidad McGill (1949) y se doctoró en Harvard (1955). Sn embargo hasta 1971 no logró un puesto a tiempo completo en esa Universidad. Murió en 1992 de un ataque al corazón en su casa de verano de New Hampshire


MIEDO Y BIOGRAFÍA
Es importante saber algo de su biografía por una razón básica. En Shklar el liberalismo no nace ni del orgullo por una tradición liberal, ni de la admiración por el dinero (vicios muy habituales en los filósofos del liberalismo), sino en el hecho de que conocía muy bien la crueldad de las tradiciones no liberales. Su liberalismo no es el del mejor bien, sino el del menor mal. Era muy consciente de que el trauma causado por la II Guerra mundial y sus consecuencias, había hecho obsoleta la fe de gentes como Kant o Mill en el progreso. El desarrollo constante de las capacidades morales e intelectuales, que se encuentra en la base misma de la tradición liberal clásica no podía ser defendido con apelaciones abstractas al progreso. Tampoco el derecho natural le parecía suficiente fundamento para la libertad. En estas condiciones pensar el liberalismo es una tarea ardua.
Casi instintivamente se percibe en la obra de Shklar una desconfianza absoluta hacia las grandes ideologías y las identidades impuestas. Y al mismo tiempo encontramos en ella una simpatía espontánea por las víctimas, sean quienes sean. La pasión por lo razonable y la prudencia, características de todo liberalismo, se encuentran en la obra de Shklar como algo de profundamente vivencial. Desde su primer libro: After Utopia. The Decline in Political Faith (1957) el componente realista y antiutópico es obvio. La teoría política consistirá en una tarea de clarificación conceptual que evite malentendidos y enfrentamientos. Pero con el tiempo irá más allá. En Shklar, la teoría de la política estudia la manera como representamos la vida social; para ello ha de examinar los prejuicios de que somos portadores y los límites de nuestra imaginación. Si queremos entender los dramas del siglo 20, es fundamental adentrarse en el tema del dolor y del miedo y hacerlo sin anhelo profético.


Shklar considera justa la intuición fundamental del liberalismo, es decir, ese núcleo de intuiciones que se formaron más o menos en la época de Montaigne, cuando se empezó a afirmar la primacía de la integridad física y moral del individuo, y se consideró que la tarea de la política es la de proteger la integridad (física o moral) de los individuos ante sus posibles enemigos. Esa idea liberal se consolidó luego con Montesquieu y los padres fundadores de la República americana, para quienes esa intuición tenía un papel central en la teoría constitucional. La libertad de los liberales es una opción por la protección de los individuos a través de la organización racional de un Estado en que los derechos individuales y la división del poder actúan como mecanismos principales. Liberalismo en Shklar no es una opción por la sociedad civil, sino la forma del Estado moderno: Un Estado moderno (…) existe para atenuar mediante la coerción legal, las inclinaciones asesinas que generan las solidaridades, étnicas y religiosas (Vicios Ordinarios
En lo fundamental, el liberalismo es una tesis política que, para Shklar, tiene como intuición fundamental la de liberar a los humanos de la crueldad física y del miedo que ella engendra.


En ese sentido Shklar defiende que el liberalismo no es una tesis etnocéntrica, sino que nace de una experiencia universalmente compartida. La experiencia del miedo es universal. Si la crueldad es el peor de todos los vicios humanos y el miedo es una amenaza universal, la función del liberalismo es negativa: consiste en liberar al hombre de las presiones políticas y sociales que nos impiden llevar a cabo el tipo de vida que hemos elegido vivir. Para eso necesitamos un Estado que no pretenda hacernos felices, sino que sea justo. Eso es todo. Esa tesis se parece mucho a lo que I. Berlin denominaba libertad negativa (no ser impedido de…). También en la libertad negativa puede haber humillación y discriminación. Shklar sostuvo, por ejemplo, que el derecho efectivo a trabajar debiera ser reconocido a cada ciudadano junto a las libertades clásicas y a las libertades políticas públicas, para asegurar la inclusión y evitar la humillación que comportan el paro y la dependencia.


CONTRA NEOLIBERALES
En la década de 1980 (la de mayor originalidad en su obra), Shklar marcó distancias entre su liberalismo del miedo y otras propuestas liberales (Hayek y Friedman) y comunitaristas (su amigo Charles Taylor). Por una parte no estaba de acuerdo con Hayek cuando éste consideraba el futuro como algo absolutamente insondable, razón por la cual el economista austríaco consideraba que debíamos renunciar absolutamente a la planificación. El error de Hayek (como el de los cínicos) es el de exagerar el ámbito de nuestra ignorancia. Como dirá Shklar: Disponer de una información imperfecta, que es nuestra condición real, es muy diferente a una ignorancia total. (Faces of Justice, p. 76)
El liberalismo es para Shklar una teoría estrictamente política y no depende necesariamente de una teoría económica, tesis que constituye directamente un anatema en el mundo del neoliberalismo, por cierto. Para Hayeck el mercado es una institución que se autocorrige. Para Shklar esa posición de Hayeck no es sostenible. Por una parte es obvio que los empresarios planifican. Si tanta ignorancia del futuro hubiese, nadie (ni los ingenieros ni los emprendedores), planificarían nada. Pero además, Hayeck que no quiere ver al Estado en la economía lo necesita en el ámbito de la justicia penal. Por lo tanto, el Estado no debe ser tan malo. Shklar consideró siempre que ha de haber una línea que separe el ámbito de la economía del de la política, en otro caso sería muy difícil evitar el totalitarismo. Pero esa línea de demarcación es una elección política que depende de una ideología y de hábitos culturales profundos (Faces of Injustices). Reivindicar la privacidad olvidando que la propiedad privada, la posesión de esclavos, o la segregación pudieron ser cuestiones privadas porque así lo decidió una ley pública es, simplemente, hacer trampa. En la esfera privada puede darse tanta o más humillación que en la esfera pública. En consecuencia no es una buena opción para el liberalismo reivindicar la privacidad y la propiedad privada, como si tratase de un espacio no político.


EL LIBERALISMO DEL MIEDO
El liberalismo del miedo (1989) es uno de sus textos más densos y combativos, aunque en realidad no pasa de ser un artículo de relativamente pocas páginas. En él trata de defender lo que considera la quintaesencia del liberalismo contra quienes lo entiende como una teoría política exclusivamente universal y, a la vez, contra quienes (como los comunitaristas y Walzer) ven solo el aspecto individualista de la teoría liberal).
Para Shklar el liberalismo se resume en una convicción muy simple: Todo adulto debería estar capacitado para tomar tantas decisiones efectivas, sin miedo ni privilegio sobre tantos aspectos de su vida como sean compatibles con una libertad equivalente de todo adulto. Es la vieja afirmación de John Stuart Mill renovada a partir de la experiencia del fracaso de las utopías totalitarias en el siglo 20. La afirmación de los principios liberales no significa que el futuro vaya a ser mejor. Simplemente hay que optar por el liberalismo desde un partido de la memoria, más que desde un principio de la esperanza. La memoria muestra que donde hay más libertad y mayor capacidad de iniciativa se vive mejor. En palabras de Shklar:


El liberalismo ha de restringirse a la política, y a las proposiciones que pretenden reducir los abusos potenciales de poder, a fin de aligerar el peso del miedo y de los privilegios que pesan sobre las espaldas de todo adulto, que puede entonces conducir su vida de acuerdo a sus creencias y preferencias mientras no impida a otros hacer lo mismo. 


El liberalismo del miedo no pretende juzgar a nadie desde un sentimiento de superioridad occidental, sino que identifica una situación universal (en todas partes hay miedo) y contempla con igual inquietud los abusos de poder cometidos en todos los regímenes.
Muchas de las teorías liberales arrancan de un sujeto teórico (el homo economicus, el consumidor, el justiciable, el ciudadano reflexivo…). La teoría liberal de Shklar arranca de una situación (no de un sujeto) que se puede universalizar. Todos podemos ser víctimas potenciales y, por eso mismo, nos conviene más aquel sistema político en que la víctima tiene el mayor grado de protección posible ante la crueldad. Una sociedad liberal es aquella que disminuye el temor y acrecienta la confianza. El liberalismo del miedo plantea una exigencia universal y cosmopolita.


En ese sentido, Montaigne representó un primer paso hacia el liberalismo, como lo fue la tolerancia religiosa:
Insistir en el hecho de que los individuos deben hacer sus propias elecciones a propósito de las cosas más importantes de su vida –la religión– sin interferencia de la autoridad pública es ir bastante lejos hacia el liberalismo. Creo que es el corazón de su desarrollo histórico, pero sería falso hacer de la tolerancia razonable el equivalente al liberalismo político.


El liberalismo solo se formula adecuadamente con Montesquieu. Fue él quien comprendió que lo que hace odioso al poder es su forma, su concentración y su carácter personal. El liberalismo se convirtió en ciencia política, en ciencia de las instituciones, cuando comprendió que si el poder se convierte en impersonal, si se limita y se dispersa, pierde su carácter amenazante.
Las limitaciones establecidas en la división de poderes son condiciones necesarias de toda política liberal. Impersonalizar el poder (dando preferencia a las leyes sobre las personas), limitar el poder (para evitar totalitarismos) y dispersarlo (creando contrapoderes que se vigilen mutuamente) es la recepta política del liberalismo. Solo así el miedo puede amortiguarse y, a la vez, se crean las condiciones de confianza y de colaboración imprescindibles para la acción política). La intuición liberal deriva de la desconfianza ante el poder, pero el liberalismo no es solo desconfianza. En palabras de Shklar: el gobierno representativo es un equilibrio sutil de confianza y desconfianza. A diferencia de lo que proponía Hayek, Shklar no cree que la alternativa al Estado consista en el desarrollo de una sociedad civil autónoma y autoregulada. Simplemente, hay que adoptar esas tres estrategias (impersonalizar, limitar y dispersar) porque han dado mejores resultados a lo largo del tiempo. Las víctimas están mejor protegidas ante la injusticia (sea injusticia activa o injusticia pasiva – es decir, ante los actos que atribuimos a la mala suerte) cuando el Estado no está ausente.


Los derechos individuales son un componente esencial del Estado liberal, no porque tengamos derechos naturales, sino porque la experiencia muestra que derechos e instituciones firmemente asentados limitan mejor los abusos del poder y defienden más eficazmente los derechos de los más débiles. Como dice ella misma, el liberalismo: está vinculado a la democracia por un matrimonio monógamo, fiel y permanente –pero es un matrimonio de razón. Por lo demás, si el liberalismo ha de contener las desigualdades sociales, no puede hacerlo sin el Estado.


LOS TRES LIBERALISMOS
En El liberalismo del miedo, Shklar distingue entre tres familias de tradiciones liberales. Hay un “liberalismo de los derechos naturales” (de Locke a Hayek) que pretende la realización constante de un orden normativo ideal preestablecido. Ese liberalismo no funciona por la simple razón que el derecho natural no existe y ni siquiera hay acuerdo sobre lo que es natural entre los filósofos iusnaturalistas. Existe, además, un liberalismo del “desarrollo personal” (el de Mill) que intenta proteger el desarrollo intelectual y moral de individuos perfectibles. Ambos liberalismos forman el “partido de la esperanza”, que construye el liberalismo en base a una orientación hacia el futuro y cuya aspiración es construir en la vida política un ideal moral.
Shklar contrapone al “partido de la esperanza” lo que denomina “partido de la memoria” que no se interesa tanto por la realización de una futura polis moralizada, cuanto por evitar el retorno a los horrores del pasado, la guerra y la tortura. Ese “partido de la memoria”: se inclina menos a celebrar los beneficios de la libertad que a considerar los peligros de la tiranía. En la obra de Shklar la elección es obvia: la convicción, nacida en el horror, de que la crueldad es un mal absoluto (y no la esperanza utópica) es lo que nos mueve a optar por el liberalismo.


LAS CUATRO CARACTERÍSTICAS DEL LIBERALISMO DEL MIEDO
Nicolas Tavaglione (Gare au gorille: plaidoyer pour l’État de droit, 2010) considera que el liberalismo de Shklar hay cuatro características básicas:
1.- Está orientado hacia el pasado (es del todo antiutópico); se concentra en el damage control, e identifica los peligros consultando la historia.


2.- Es negativo. En primer lugar lo es en su premisa prescriptiva, porque no propone un summum bonum, sino que invoca tan solo un summum malum que todos nosotros conocemos y que evitamos cuando es posible –es decir el daño del miedo y la crueldad. Y es negativo también por sus conclusiones, porque lo que pretende es proteger a las víctimas potenciales de de la crueldad de las incursiones de la opresión pública. Del rechazo a la crueldad se sigue la necesidad de crear una serie de instituciones que incluyan la tolerancia, la separación de poderes, la distinción entre esfera pública y esfera privada y la autoridad de la ley. Ofrecer garantías contra los abusos de poder y la intimidación es una clara característica del liberalismo e la versión de Shklar.


3.- Es estrictamente político y moralmente abstinente. Se esfuerza por evitar toda tendencia a ofrecer instrucciones éticas en general. En este sentido formaría parte de lo que se conoce como realismo político.


4.- Es antiidealista. En contraste con lo que Rawls llamó “teorías ideales” propone aprender de la historia política y se abstiene de proponer ningún ideal de vida social harmoniosa.


EN RESUMEN
Shklar escribió que la maldad y la justicia no han cesado de desplazarse y cada vez que han sido combatidas de alguna manera, han terminado apareciendo en otro lugar. Por lo tanto, no podemos esperar que una humanidad pluralista sea capaz de definir una concepción unánime y estable de lo justo. Lo que cabe es, pues, una concepción minimalista de la política, donde no hacer daño sea más importante que buscar un bien utópico.  El liberalismo no puede disimular que en el mundo existen injusticias ni privilegios insidiosos. Pero como dice en Faces of Injustice (1990): Que una situación sea obra de la naturaleza o de una mano social invisible no nos absuelve de la responsabilidad de reparar los daños y de prevenir su repetición en la medida de lo posible. Esa es una razón de justicia –y no de piedad. El liberalismo minimalista de Judith Shklar, nos recuerda –contra Hayek– que no todos los males que padecen los individuos provienen de su propia incuria o del azar. El Estado liberal ha de procurar, pues, ayudar a los necesitados no para corregir errores del mercado, sino para limitar las relaciones de dominación que niegan la libertad y la capacidad de los individuos. No hay que ayudar por piedad sino por justicia.