FRANCIS BACON (1561-1626)
Ramon Alcoberro
Considerado a menudo como el primero de los Modernos y el último de los Antiguos, Francis Bacon, barón de Verulam y vizconde de St. Albans, rompió con la escolástica e introdujo en filosofía el método experimental, pero su obra mantiene aún vínculos con la alquimia y una cierta tradición esotérica renacentista.
A los doce años entró en la Universidad de Cambridge y se interesó por las ciencias, con el propósito de reformarlas; algo que, en cierta manera realizó más tarde. Pero Bacon fue también un reformador político. Con sus pequeños Ensayos (1597), escribió algo muy parecido a un manual de filosofía moral. Ejerció en la Corte (durante veinte años fue Lord Guardián del sello de la reina Isabel I) y está considerado un estratega visionario del Imperio Británico (afirmó lúcidamente que el futuro de la Gran Bretaña estaba vinculado al desarrollo de la navegación). Participó también en los trabajos para unir Inglaterra y Escocia. Pero su carrera quedó interrumpida por acusaciones de corrupción y de sodomía. En 1621 fue recluido en la Torre de Londres y condenado a pagar una multa de 40.000 libras esterlinas aunque el rey le perdonó al cabo de poco tiempo. Se alejó entonces de la política para dedicarse a sus trabajos filosóficos y a los experimentos de física y según la leyenda murió al constiparse haciendo experimentos con la nieve.
Su Novum Organum (1620) puede ser considerado el primer tratado moderno sobre la metodología experimental de la ciencia. Con La Nueva Atlántida (1627), Bacon abrió el camino de las utopías basadas en la tecnología. Pero tal vez su frase más conocida sea: “El saber es, por sí mismo, poder.” Así la ciencia dejaba de ser un saber desinteresado para convertirse en el instrumento imprescindible para adquirir y ejercer un poder. Bacon estaba convencido de que “la ciencia debe ser extraída de la luz de la naturaleza y no de las obscuridades de la antigüedad.” A diferencia de los pesadores del Renacimiento, Bacon no cree que se deban recuperar los saberes perdidos, renovando la sabiduría antigua. Los humanos son capaces de renovar la ciencia y de hacer progresar el conocimiento, que ahora será una tarea colectiva.
SOLO SE TRIUMFA SOBRE LA NATURALEZA OBEDECIÉNDOLA.
La teoría de los ídolos (aforismos 38-70 del Novum Organum).
Bacon afirmó, en una metáfora de enorme fuerza, que el espíritu humano y la capacidad de conocimiento están deformados por los ídolos, es decir, por los prejuicios y tópicos que dificultan el juicio y la objetividad del conocimiento.
Los ídolos no son solo fantasías, ni falsedades, sino errores que están fijados profundamente en la mente de quien cree en ellos.
En el prefacio al Novum organum (título que hace referencia a Aristóteles), Bacon distinguió cuatro clases de ídolos:
1.- Ídolos de la Tribu (vinculados a los errores que provienen de los sentidos corporales humanos). La propensión a fiarse de las primeras impresiones, de los sentidos, o a elaborar conocimientos a partir de las pasiones es un ídolo de la tribu. La mente es engañada por ídolos de la tribu cuando supone en las cosas “un mayor grado de orden y de semejanza del que realmente se encuentra en ellas”.
2.- Ídolos la Caverna (en alusión la caverna platónica, vinculados a la educación, causa del subjetivismo). Nuestra herencia cultural, nuestras peculiaridades (en tanto que temperamento), nuestros prejuicios, y nuestro estilo mental, etc. son ídolos de la caverna.
3.- Ídolos del Foro, o de la Plaza Pública (vinculados a los errores derivados del mal uso del lenguaje común). Son, con mucho, los errores más terribles. Por ejemplo, la palabra “suerte”, nos inclina a creer que existe una fuerza que influye realmente en los acontecimientos. Un uso impreciso del lenguaje nos conduce a errores sobre la naturaleza de las cosas.
4.- Ídolos del Teatro (vinculados a las ilusiones de los sistemas filosóficos heredados, que se aceptan acríticamente sin someterlos a análisis y verificación). El principal Ídolo del Teatro es el aristotelismo y, por extensión, la escolástica, que confía demasiado en la lógica sin usar la crítica.
Exorcizar eficazmente los ídolos, significa que hay que poner, en su lugar, metodológicamente, la observación. Una nueva lógica (inductiva) fundada sobre la experiencia ha de reemplazar a los silogismos aristotélicos
La mejor demostración es, con mucho, la experiencia
Bacon recomienda vivamente la alianza de la razón y la experiencia. En una hermosa metáfora dice que no hay que imitar ni a las hormigas ni a las arañas sino las abejas. Como las hormigas laboriosas, los empíricos aprovechan todo lo que encuentran en su camino y los racionales, a imagen de las arañas, que tejen su tela para inmovilizar todo cuanto se mueve, tejen a partir de ellos mismos razonamientos complejos que inmovilizan el espíritu.
No hay que actuar como los empíricos (experiencia sin razón), ni como los racionales (razón sin experiencia), sino recoger los frutos de la experiencia, sino recoger los frutos de la experiencia gracias a un método que observa, clasifica y organiza los materiales de la experiencia para hacerlos inteligibles y útiles, es decir, transformándolos mediante el entendimiento. La experiencia no debe andar a tientas (experientia vaga), sino constituirse en una experiencia razonada cuyos resultados se consignan por escrito en tablas comparativas (experientia literata).
Nullius in verba
El método experimental de Bacon jugó un papel esencial en la promoción de las ciencias y de su cuadro institucional. La Real Sociedad de Londres, fundada en 1660, retomó el programa baconiano del “progreso en la promoción de los saberes”. Su divisa “Nullius in verba”, no creer a nadie por su palabra, afirma la voluntad de establecer la verdad en la ciencia fiándose exclusivamente de la experiencia y no de la autoridad de nadie o de un saber verbal o escolástico.
Ciencia y progreso técnico
El papel otorgado por Bacon a la experiencia corresponde también a la puesta en valor de la nueva importancia de las técnicas. Las herramientas y los inventos (como la brújula) no son solo la consecuencia del progreso de las ciencias, sino útiles que permiten un nuevo conocimiento del mundo. La técnica juega, pues, un papel activo en el progreso del espíritu humano. Para Bacon el hombre, si quiere, puede transformarse a sí mismo gracias a la acumulación de saberes y “progresar”.