CON USTEDES LA DESCONCERTANTE CAMILLE PAGLIA

¿Es Camille Paglia una pensadora feminista? Hay razones para dudarlo, porque pone en cuestión conceptos como el de “género”, defiende la libertad de tener relaciones con niños a partir de los catorce años, se niega a situar la violencia contra las mujeres en el centro del debate feminista («cháchara feminista de mujeres victimizadas») y, en general, se ríe de toda la retórica construida por autoras como Butler («una mediocre alumna mía en el Bennington College»), MacKinnon y Gilligan a quienes ha dedicado no solo críticas sino sarcasmos absolutos. Y sin embargo ella estaba allí antes de Stonewall, el momento fundador del “orgullo gay”, un acontecimiento que retrospectivamente considera desastroso para las mujeres lesbianas. Era una bollera (expresión que siempre ha reivindicado) y una bisexual ya en los años cincuenta y es una libertaria típicamente americana, de las que detestan al Estado y reivindican la tradición realista y pragmatista frente a la retórica.

Se podrá decir lo que se quiera sobre Camille Paglia, pero es la intelectual pública más controvertida en América y no tiene pelos en la lengua. De hecho, las feministas universitarias la detestan y ella les responde que: «un nuevo estalinismo está devastando la academia y el feminismo». Odia el constructivismo y le encanta la bronca, como le gusta la clase obrera de la que procede y no soporta a las “miss” (ni «las suaves feministas de clase media») mientras le ponen las “butch”. Tampoco soporta a «los teóricos maricas, esa marchita cohorte de gorrones»» (En el circo no hay reglas, p. 138) y le encantan la pornografía, Madonna (para ella «el único auténtico icono del feminismo moderno») y las drags Queens. Odia a Rousseau y a los/las teóricas que opinan que los humanos son buena gente por naturaleza. Defiende el naturalismo y cree que los hombres gais son, al cabo, también hombres y que tienen miedo de las mujeres. Por eso dice de ella misma que es una «lesbiana antigay».

En un vídeo brasileño de Roda Viva Internacional (2015), Paglia incluso llega a afirmar que: «el aumento de la homosexualidad y del transexualismo son una señal de la decadencia de una civilización». Piensa que es un error caer en la trampa de la normalización de las opciones sexuales y tiene hoooorroooor a la retórica: «Mi primera propuesta para el mundo gay: librarse de la ‘teoría’ abstracta y muerta y del construccionismo social rabioso, el legado flácido de académicos que no saben nada. (…) Nuestro guía no debería ser el frígido e intelectual empollón de Michel Foucault, sino el profético Allen Ginsberg, que fusionó el hinduismo con Walt Witman para darnos una visión radical de la energía, la pasión y la sensualidad, del deseo homosexual cimentado en los ritmos amorales de la naturaleza». (Las Guerras Culturales, artículo publicado en 1992). En su opinión, el feminismo ha de empezar por evitar cualquier lamento porque el auténtico sexo débil siempre han sido los hombres («Desde que el hombre se liberó del dominio de la naturaleza, la masculinidad ha sido siempre el más frágil y problemático de los estados psíquicos» - “La belleza pagana”, cap. 4º de Sexual personae, ed. esp. p.199). Ayudar a los hombres a descubrir su inferioridad es una de las aportaciones culturales más importantes que, en su opinión, debe realizar el movimiento feminista.

Nadie puede negarle a Paglia un uso perfectamente inmoderado del lenguaje que le acerca a la “parresia” de los antiguos cínicos griegos, dispuestos siempre a cantar las verdades del barquero, aunque eso conduzca directamente a marginalidad.  O, como en su caso, a que tener ideas propias le cueste el puesto en la Universidad (de hecho, debe ser la filósofa más expulsada de departamentos universitarios del siglo XX, a causa de polémicas sobrexcitadas). Siempre lo ha tenido claro: su feminismo, a diferencia del modelo dominante, es claramente biologista. El sexo lo parece algo brutal a la vez que fascinante. «La retórica oficial de la élite cultural está completamente fuera de sintonía con las pruebas reales de la experiencia (…) El impulso sexual, incontrolado en su estado natural, es bárbaro. El feminismo tiene que enfrentarse con honestidad al salvajismo animal y a la lujuria que hay en todos nosotros y dejar de culpar a los hombres por la oscuridad de la condición humana» (Nuestra princesa de la prensa amarilla: Amy Fisher, p. 220).

Según Paglia, que jamás ha tenido ningún empacho por asumir muchos de los puntos de vista sociales más conservadores, cuando le parecen correctos: «Estamos viviendo en una época similar a la de la época bizantina. El Imperio Romano se derrumba lentamente. En Occidente, hablo sobre todo de Estados Unidos, las nuevas generaciones están entumecidas, viven en un mundo virtual, aislado de sus tabletas, inmersas en aparente bienestar y tranquilidad. Los jóvenes no tienen ni idea de historia. No saben lo que eran el nazismo y el fascismo. Incluso el ataque al World Trade Center parece ser un acontecimiento distante. La realidad es la consecuencia de una educación basada en el materialismo extremo. Tengo estudiantes que ignoran quién es Moisés. ¿Cómo pueden saber algo sobre Miguel Ángel?» (entrevista al diario italiano La Repubblica, 15 marzo 2014).

Camille Paglia se define como una «pagana» en lucha con el judeocristianismo y, por lo tanto, no considera el mundo desde la perspectiva de una lucha entre el bien y el mal, sino entre Apolo y Dionisos; y ambos le resultan perfectamente amorales. Su santa patrona es –explícitamente– Juanita Calamidad, Annie Oakley (1860-1926), la pistolera infalible que actuaba en el circo de Búfalo Bill. Le encanta proclamar que: «La homosexualidad no es normal. Por el contrario, es un desafío a la norma: ahí reside su carácter eternamente revolucionario» (En el circo no hay reglas, p. 138). En el prefacio a Sexual Personae. Arte y decadencia desde Nefertiti a Emily Dickinson (1ª ed., 1990, trad. es., 2006), que es un libro monumental (1.046 páginas en la edición española), sin el cual no se puede entender la crítica artística en los últimos años del siglo XX y los inicios de nuestro, Paglia escribe:

«¿Qué es el sexo? ¿Qué es la naturaleza? Yo considero que el sexo y la naturaleza son dos brutales fuerzas paganas. Estoy segura de que mi hincapié en la verdad de los estereotipos sexuales y en la base biológica de las diferencias sexuales será motivo de polémica. En este libro quiero reafirmar y celebrar el antiguo misterio y el atractivo de la mujer. Veo en la madre una fuerza abrumadora que condena al hombre de por vida a la ansiedad sexual, de la pretende escapar mediante el racionalismo y los logros físicos.

También quiero demostrar hasta qué punto la vida, el arte y el pensamiento occidentales están regidos por la personalidad, la personalidad occidental que el libro rastrea a través de los tipos o “personas” (“máscaras”) recurrentes». (Sexual personae, ed. es.; p. 19-20).

«La sexualidad y el erotismo constituyen la compleja intersección de la naturaleza y de la cultura. La teoría feminista ha simplificado en exceso el problema del sexo, reduciéndolo a una cuestión social» (p. 24).

Tal vez lo que pone más nerviosas a las feministas oficiales es que Paglia no solo está a favor del capitalismo, sino que lo considera uno de los grandes hitos civilizatorios. En sus propias palabras: «El capitalista y el artista son personalidades paralelas: el artista es tan inmoral y tan acaparador como el capitalista y tan hostil como él a sus competidores (…) Un materialismo visionario anima a la cultura occidental» (Sexual personae, p. 76).

     No solo eso:

«Uno de los reflejos feministas es el desdén por la ‘sociedad patriarcal’, a la que nada bueno puede atribuirse. Pero ha sido la sociedad patriarcal la que me ha liberado como mujer. Es el capitalismo el que me ha dado el tiempo para sentarme en esta mesa a escribir este libro. Dejemos de ser mezquinas con los hombres y reconozcamos abiertamente los tesoros que su tendencia obsesiva ha dado a nuestra cultura (…)

Podríamos hacer un catálogo épico de los logros masculinos, desde las carreteras, los sistemas de fontanería y las lavadoras a las gafas, los antibióticos y los pañales desechables (…)

Es hipócrita por parte de las feministas e intelectuales gozar de las comodidades y de los placeres del capitalismo al tiempo que lo desprecian» (Sexual personae, p. 77).

Sus referentes son los de la contracultura de los años 60: Marshall McLuhan, Leslie Fiedler y Norman O. Brown y el objetivismo. En esa tradición cultural, no hay lugar para la retórica, ni para razonamientos no justificables empíricamente. Tampoco para utopismos diversos, sino solo para un pragmatismo máximamente objetivo. El feminismo debe evaluar el mundo con objetividad y eso la lleva a despreciar los emotivismos y utopismos varios. Tampoco acepta el concepto de “género”, que le parece retórico y confusionario. Paglia se ha autoconsiderado siempre una “y feminista de la equidad”, es decir, que exige la igualdad de oportunidades para las mujeres mediante la eliminación de todas las barreras para su avance en los ámbitos profesional y político. Pero a la vez se opone a buscar protecciones especiales para las mujeres como inherentemente paternalistas y regresivas.

 

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay