«CONVERTIRSE A LA FILOSOFÍA» Y, A LA VEZ, DESCONFIAR DE LOS LIBROS

UN TEMA CENTRAL EN MARCO AURELIO

 

 

 

 

   Algunos textos de Marco Aurelio (II, 2; III, 14) exhortan a renunciar a la lectura de libros. Son textos vinculados a la vejez y a la brevedad de la vida, cuando alguien descubre que ya no hay tiempo para leer, porque lo importante está en otra parte. Pero que el Emperador escriba un libro diciendo que no hay que leer libros parece bastante contradictorio. Argumentativamente es casi como si alguien dice que está muerto. Si de verdad lo estuviese no podría decir nada; parece obvio. En filosofía se habla de “juicios imposibles”, sin sentido o autocontradictorios, para referirse a ese tipo de aseveraciones. Sin embargo, esta afirmación de Marco Aurelio hay que situarla en un contexto. Platón en el mito de Theuth (Fedro, 274e-275) ya había defendido que, al fijar los conceptos en una escritura, los hombres habían perdido más ganado porque se había degradado la memoria, la razón viva, esterilizada en un texto que queda fijado, pero es incapaz de responder a nuevas preguntas, de adaptarse como la palabra viva. Lo escrito está muerto, pero la reflexión está viva. El libro es solo una prótesis de la memoria, que expone en abstracto lo que se reflexiona en concreto.

   Marco Aurelio tiene presente este argumento platónico, pero lo vincula además a un tema importante en el estoicismo: el de la “conversión” a la filosofía. Convertirse a la filosofía es una exigencia central para dar sentido a la vida y es, además, algo que hay que hacer urgentemente porque la muerte siempre está presente y lograr una vida de plenitud y con sentido es algo que solo puede lograrse desde la filosofía. Decir que es urgente convertirse a la filosofía es como decir que es urgente el reposo. Marco Aurelio recuerda en IV, 41 una frase de Epicteto: “Eres una pobre alma que lleva un cadáver”.

La filosofía no es cosa los libros sino de la vida y, por eso mismo, uno no ha de buscar donde no la hallará. Ni en los placeres del cuerpo, que enferma y envejece, ni en los libros, cuya lectura nos aparta de la consideración de lo real (el presente, la dignidad moral, etc.). En Meditaciones II, 2 tras decir “Deja ya los libros”, Marco Aurelio añade: “Desprecia tus pobres carnes porque, hazte a la idea, te estás ya muriendo: sangre sucia, pobres huesos, un ligero vuelo, un pequeño entramado de nervios, venas y arterias (…) Piensa de este modo: eres viejo, no consientas por más tiempo que sea esclavo…” Lo urgente es, pues, la filosofía. Los libros solo constituyen una escapatoria, finalmente vana, cuando lo significativo es la vida y el esfuerzo de escudriñar lo que una vida justa puede hacer en favor tanto de la propia alma como de la comunidad.

 

Deja ya de divagar, que ya no vas a poder leer estas pobres anotaciones tuyas, ni las hazañas de los antiguos romanos y griegos, ni las selecciones de los tratados que te reservaste para tu vejez. Apúrate, pues, ya hacia el final; deja las esperanzas vanas y, si es que en algo te preocupas de ti préstate a ti mismo auxilio mientras te es posible.

Marco Aurelio, Meditaciones III, 14

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay