El estoicismo, una manera de pensar

Jean-Baptiste GOURINAT (CNRS)

El estoicismo es una filosofía del pasado, desaparecida hace mil ochocientos años. ¿Qué podemos hacer con una filosofía que se apagó hace tanto tiempo? ¿Qué puede significar ser estoico?

Señalemos, en primer lugar, que buena parte del estoicismo ha pasado a la cultura común, sin que nos demos demasiada cuenta de ello. La gramática, por ejemplo, es una disciplina que fue casi del todo inventada por los estoicos; ellos fueron los primeros en desarrollar una teoría de las letras y de las sílabas y en distinguir nombres, verbos, conjunciones y artículos; y especialmente, por razones filosóficas, distinguieron el nombre propio del nombre común. Conceptos morales que nos parece que han existido desde siempre, incluso aunque cuestionemos su pertinencia, aparecieron igualmente con los estoicos. La noción de deber, por ejemplo, no se encuentra en Platón ni en Aristóteles. Todas estas nociones, y otras de filosofía de la naturaleza, pasaron a formar parte de la cultura general y sobrevivieron al estoicismo porque se apartaron de él.

De manera más general, si los conceptos “estoico” y “estoicismo” se han usado habitualmente sin referirse específicamente a tesios propias de la filosofía estoica y sin que muchos de quienes las utilizan sepan ni siquiera qué fue esa filosofía, es porque ésta resultó suficientemente influyente como para que la actitud existencial, la forma de vivir y de concebir la existencia que implican, se identificase con ese concepto. La filosofía estoica constituyó un modelo lo suficientemente significativo como para que sea denominada “estoica”, sin más, cualquier persona que mantenga una actitud serena y firme ante las desgracias y los dramas de la existencia.

Pero en los filósofos estoicos que la practicaron, la actitud “estoica” ante los acontecimientos de la vida (ilustrada, por ejemplo, por la muerte estoica de grandes figuras romanas como Catón de Utica o Séneca), implica la puesta en práctica de convicciones fuertes y es el resultado de la adopción de todo un sistema filosófico. No es ese el caso, obviamente, de alguien que se vuelve insensible al dolor o que es capaz de soportar sin quejarse un duelo o una enfermedad, sea por carácter o por instinto. Dicho de otra manera, no basta con sufrir para ser estoico.

 

   Requisitos estoicos

 El sistema filosófico estoico es muy completo: comprende una física, una lógica y una ética. No resulta difícil ser todavía hoy estoico en el ámbito de la lógica, pero sin duda eso no es necesario para ser estoico. Séneca que se consideraba a sí mismo un estoico no tenía ningún interés por la lógica y se burlaba de la manía de su escuela por el formalismo lógico. Por lo que respeta a la física ya no resulta posible creer en algunos de sus aspectos. Pero tampoco es necesario creer en la física estoica para ser un estoico. Marco Aurelio decía que creer en la providencia o en los átomos (IV, 3, 5) no tenía ninguna importancia para adoptar las convicciones estoicas: “Si es Dios el que dirige, está bien; si es el azar, no vayas tú también al azar” (IX, 28). Pero la providencia es un dogma estoico mientras que los átomos y el azar son un dogma epicúreo, que los estoicos combatían. Tal vez podría decirse que como mínimo para ser estoico hay que creer que nada escapa a determinismo y al destino, como lo creían los antiguos estoicos. Pero incluso ni eso es necesario: el estoicismo de Epicteto insiste más en la autonomía del hombre que en su sumisión al destino.

Es, pues, manifiestamente a la moral a lo que puede reducirse el estoicismo, si se pretende conservar un sentido a la filosofía estoica. En el ámbito de la moral, los estoicos sostuvieron que el fin de la vida humana consiste en vivir conforme a la naturaleza. Entendieron así que es necesario vivir de conformidad con la racionalidad de la naturaleza, en la medida en que ésta es para ellos idéntica a un Dios racional. Consideraron también como una vida conforme a la razón una vida virtuosa, que no da importancia a la individualidad del hombre o que acepta someterla a una perspectiva universal. Una de las condiciones necesarias para ser estoico es soportar las pruebas a que nos somete la vida desde la convicción de que nosotros mismos somos de poca importancia en relación al universo; y que los bienes ordinarios son frágiles o indiferentes porque no nos pertenecen. Dicho de otra manera, la condición para ser estoico reside menos en la forma de vivir que en la forma de razonar y de pensar para alcanzar esa manera de vivir. Los estoicos creen, en general, que la virtud es el único bien y el vicio el único mal; todo lo demás les resulta indiferente.

Esa tesis puede parecer muy teórica y un poco insensible; porque nos aparta, por ejemplo, del afecto hacia el prójimo. Pero la tesis tiene una función práctica: devolver la paz al alma humana, sean cuales sean las circunstancias. Porque si pienso que hay que tener buena salud para ser feliz, seré desgraciado cuando esté enfermo. Si, por el contrario, pienso que lo importante es mi manera de pensar y de actuar, tal vez no seré feliz sean cuales sean las circunstancias, pero experimentaré un cierto contento, un cierto consuelo, en la propia coherencia conmigo mismo. Los estoicos son muy conscientes de que entre las cosas indiferentes algunas son preferibles a otras, y que vale más tener buena salud que estar enfermo. Pero su filosofía pretende ofrecernos los medios para soportar la enfermedad y la muerte. Desde este punto de vista, el estoicismo pude ser todavía una filosofía para nuestro tiempo. Para ilustrar esto, cabe mencionar un par de ejemplos.

 

El estoicismo puesto a prueba

El primero es el de alguien que se proclama a sí mismo estoico, James Stockdale, que en 1965 era un piloto de avión norteamericano. Poco antes de la guerra de Vietnam había retomado sus estudios y su profesor de filosofía le aconsejó la lectura de Epicteto, a quien le gustaba comparar al filósofo con un soldado. Esa lectura le impresionó mucho.  Retuvo lo esencial, que resume así: la distinción entre lo que depende de nosotros y lo que no depende de nosotros, la idea que el bien y el mal consisten en nuestras disposiciones interiores y que nuestra situación en la vida es indiferente. Cuando Stockdale se reincorporó al servicio activo su avión fue abatido en Vietnam. Estuvo encarcelado durante siete años, la mayor parte de ellos en lóbregos calabozos, torturado con frecuencia y cotidianamente humillado. En su opinión, solo gracias a las máximas de Epicteto pudo resistir las presiones psicológicas y las torturas físicas; consideraba que su experiencia le permitió “someter a prueba las doctrinas de Epicteto en un laboratorio de comportamiento humano” y comprender el sentido que tenían. La narración de sus aventuras y de sus convicciones inspiró el personaje del magnate inmobiliario que pierde su salud, su fortuna y su mujer, pero encuentra un consuelo absolutamente estoico en la novela (algo irónica) de Tom Wolfe Un hombre de verdad (1998). En todo caso, el estoicismo no es ninguna terapia sino una filosofía. Pero esta terapia, como el estoicismo de Stockdale, ilustra sin embargo bastante correctamente, diría yo, el interés y la actualidad que puede conservar el estoicismo.

 

Publicado en Le Magazine Littéraire, nº 461, febrero de 2007. Traducción R. A. Reproducción exclusiva para uso escolar.

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay