EL MUNDO DORMÍA Y KATE MILLETT LO DESPERTO

Andrea Dworkin

El mundo dormía y Kate Millett lo despertó. Betty Friedan había escrito sobre el problema que no tenía nombre. Kate Millett lo nombró, lo ilustró, lo expuso, lo analizó. En 1970, Kate Millett publicó el libro Política sexual. ¿Qué era esa "política sexual"? El concepto era nuevo. Millett quería «probar que el sexo es una categoría social con implicaciones políticas». Identificó el dominio masculino en las relaciones sexuales, incluida la penetración. Desafiando el statu quo, sostuvo que: «Por muy discreta que parezca su apariencia actual, la dominación sexual es sin duda la ideología más extendida de nuestra cultura y proporciona su concepto de poder más fundamental».

 Treinta y tres años después, es difícil recordar o imaginar el shock convulsivo de esta nueva idea. La prevalencia del hombre sobre la mujer había sido considerada como una fatalidad física similar a la fuerza de la gravedad. Nada que tuviera que ver con el sexo era entonces pensable en términos de poder, dominación o jerarquía. El origen y la determinación de los roles sociales del sexo se originaba y derivaba de la biología o de una divinidad sobrenatural. El macho era la figura de acción, e incluso del heroísmo. Solo él había sido hecho a imagen de Dios. Reinaba en religión, en el matrimonio y en la política como se entienden convencionalmente. Su lugar soberano como cabeza de familia era incontestado. Millett llamó a este orden «patriarcado», y lo describió así: «el macho ha de dominar a la hembra y el macho de más edad ha de dominar al más joven».

Millett describió el «consentimiento» de la mujer a este paradigma de la presencia masculina como un proceso de socialización en el que las mujeres se veían obligadas a ser pasivas, ignorantes, valoradas únicamente por tener hijos, una función compartida con los animales. Los hombres se distinguían por características claramente humanas. Las mujeres fueron socializadas para aceptar tanto la superioridad de los hombres como su propia inferioridad, lo que luego se justificó mediante afirmaciones de superioridad biológica masculina: los hombres eran físicamente más fuertes. El patriarcado se consideraba a sí mismo inevitablemente derivado de la fuerza física superior del hombre. Millett plateó a la hipótesis de una civilización que era prepatriarcal; si esta civilización existía, razonó, entonces la fuerza masculina no podría ser la razón principal del patriarcado.

Millett también atacó el género como tal. Los fenómenos biológicos asociados con el hecho ser hombre o mujer eran demasiado variado como para reificar cualquier determinismo biológico simple. Interpretó los elementos constitutivos del género como socialmente determinados, ideológicamente reforzadas por la dominación sexual del amo.

Millett también describió los aspectos económicos de la política sexual: las mujeres trabajan por nada o por menos dinero. Describió la forma como las mujeres siempre han trabajado, pero sin un pago adecuado, lo que había ayudado a mantener a las mujeres bajo el poder de los hombres. También describió la utilización de la fuerza contra las mujeres, incluidos los fenómenos de embarazo forzado y de violación. Analizó el papel del Estado en el mantenimiento de la inferioridad de las mujeres, así como el papel de los sistemas jurídicos en las diversas sociedades.

Señaló como sorprendentemente: «las alusiones a la violencia conyugal, por ejemplo, invariablemente producen risas y cierta vergüenza». Las bromas sobre esposas golpeadas abundaban mientras era la posición de la sociedad era que tal brutalidad en realidad no existía. Millett afirmó que la hostilidad hacia las mujeres se expresaba a través de la risa y mediante «la literatura misógina», a la que llamó «el vehículo principal de la hostilidad masculina», siendo a la vez tanto «una exhortación como un género cómico. «De todas las formas artísticas que florecen bajo el patriarcado, es la más francamente propagandística. Su objetivo es reforzar a sólidamente a ambas facciones sexuales en su propio estado»

La metodología de Millett era nueva. Mientras usaba la antropología, la sociología, la economía y la historia para respaldar su argumentación, encontró el significado de la política sexual y el poder sexual en la literatura. Evitó las escuelas anteriores de crítica literaria y calificó su propia crítica como una «mutación» «He operado bajo la premisa de que hay espacio para una crítica que tenga en cuenta el contexto cultural más amplio en el que se concibe y produce la literatura».

Millett utilizó la literatura contemporánea para demostrar su concepto de «política sexual». Mientras otros críticos bailaban sobre las tumbas de escritores muertos, Millett cavó algunas tumbas nuevas ella misma. Se concentró especialmente en las obras de DH Lawrence (fallecido, pero ampliamente leído como si fuera un contemporáneo), Henry Millett (entonces vivo), Norman Mailer (vivo) y Jean Genet (entonces vivo). Tras hablar de literatura antigua, medieval y renacentista, en Occidente y Oriente, en general, como baluartes de la jerarquía misógina, abrió su libro con tres escenas de relaciones sexuales, extraídas respectivamente de Sexus de Henry Miller, de An American Dream de Norman Mailer y de Diario de un ladrón de Jean Genet. Explicitó la dinámica de poder en cada escena de sexo: Genet servía de contrapunto porque se abordaba la «jerarquía sexual a partir de un ángulo oblicuo que es el de un sistema de dominación homosexual». Ella usó a Genet porque él trataba sobre la opresión sexual.

Cuando Millett escribió Política sexual, Miller, Mailer y Lawrence eran los referentes de la liberación sexual. Estos escritores tuvieron una influencia de primer orden en la generación que llegó a la mayoría de edad en la década de 1960. Ahora es difícil entender la influencia que estos escritores tuvieron sobre la imaginación. Para la izquierda y la naciente contracultura, estos fueron los escritores de subversión. De hecho, ayudaron a socializar a una generación para que creyera que la fuerza y la violencia eran elementos cruciales del sexo. El análisis de Millett destruyó su autoridad.

No puedo pensar en nadie que haya logrado lo que hizo Kate Millett con solo este libro. Sigue siendo el alfa y omega del movimiento de mujeres. Todo lo que las feministas han hecho ha sido presagiado, predicho o alentado por Política Sexual.

 

Andrea DWORKIN (1946 - 2005) fue una feminista i militante antipornografía.

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay