EMBODIED MIND -  UN CONCEPTO, MULTIPLES USOS

Ramon Alcoberro

 

 La tesis según la cual nuestra mente es “embodied” (encarnada) y que mente y cuerpo son entidades mutuamente implicadas de manera que lo que tenemos es una “embodied mind”, o una “embodied cognition”, no es en absoluto nada nuevo en la teoría del conocimiento. Ya en Aristóteles ambas instancias se encuentran mutuamente implicadas y tesis similares se han expuesto en múltiples ocasiones. Pero en estos últimos años la psicología ha puesto un particular énfasis en que la experiencia corpórea que poseemos acerca del mundo influye de manera decisiva en nuestra comprensión intelectual de la realidad y, específicamente, en la formación de conceptos. La Teoría de los Modelos Cognitivos Organizados de Lakoff (ICM- Idealized Cognitive Model), describe un modelo ideal (¿idealizado?) que vincula psicología y lingüística cognitiva. La hipótesis básica es que a partir de la experiencia del mundo se crean en nosotros unos espacios mentales en los que esa experiencia se proyecta; y que esos espacios son lingüísticos, o por mejor decir, funcionan mediante metáforas. La razón es universal, pero también metafórica e imaginativa. En WOMEN, FIRE AND DANGEROUS THINGS (1987), Lakoff escribió que: “La mente no está simplemente corporeizada, sino que lo está en tal forma que nuestro sistema conceptual recurre en gran medida a las comunidades de nuestros cuerpos y de los ambientes en que vivimos”.

Desde que en 2004 Lakoff teorizó que hay estructuras conceptuales y metafóricas profundas que actúan sobre las elecciones en política, la vinculación entre votos y emociones se ha convertido en un campo de estudio muy importante en todas las sociedades democráticas. La idea de que los votantes conservadores buscan en el fondo a políticos que encarnen la imagen del “padre severo” se ha convertido en un tópico bastante habitual. Hay estructuras profundas de tipo lingüístico que explican los procesos cognitivos y la manera como los humanos nos situamos ante los problemas sociales. Categorizamos tanto los objetos reales, como las entidades abstractas (acciones, emociones, etc.) y para comprenderlas la mente las encarna, o las hace suyas, en forma de metáforas. Las metáforas son comprensible a través de los esquemas mentales que posee cada individuo y son lo suficientemente ambiguas (borrosas, pastosas) como para que cada individuo pueda adaptarlas de manea flexible.

Cuando te piden que “no pienses en un elefante” (el elefante es el símbolo de los Republicanos en Estados Unidos), inevitablemente nuestra mente empieza a pensar en eso. Por eso las metáforas son poderosas. Fijan esquemas mentales y orientan las preferencias, las opciones morales y la acción. Experiencia y cultura se implican mutuamente en la construcción de metáforas. Se necesitan marcos mentales porque sin ellos no se podría definir un concepto (asumiendo que los límites de cualquier concepto son borrosos, “fuzzy”). La mente es “política” en la medida en que encarna mediante metáforas determinadas opciones profundas sobre lo que es justo o injusto, sobre lo que está bien y lo que está mal.

 

© Ramon Alcoberro Pericay