La ética de Demócrito

Pierre-Marie MOREL

Fragmento de la introducción a la edición francesa de los Fragmentos y testimonios de Demócrito, Ed. Vrin, 2020, pp. 23- 25.

La paradoja que representan una práctica y una reflexión moral en un mundo donde reina la necesidad es tan solo aparente. Así la educación, obra propiamente humana, y en este sentido “convencional” configura realmente la naturaleza del hombre (1). Siendo una modificación interna de la naturaleza, adopta su mecanismo. En Demócrito la antropología naciente no sitúa al hombre fuera de la naturaleza, sino que le asigna un lugar particular: se halla en el interior del hombre como un “pequeño mundo”, un mikro kosmos, incluso si la naturaleza misma al imponer la limitación de la necesidad fue la primera educadora de la humanidad, según transmite Diodoro de Sicilia.

   Se concibe así que, en un universo sin finalidad, el hombre pueda proponerse un fin (telos). Este fin es la eutímia, la alegría del alma o la tranquilidad (2), resultado de los esfuerzos racionales del hombre sabio por hacer un uso moderado de los placeres. Ese estado de equilibrio razonado, es al mismo tiempo para el alma, que es corporal, un estado de equilibrio fisiológico. Desde este punto de vista, contra las interpretaciones que disocian en Demócrito la ética de la física, G. Vlastos ve en ella “la primera ética rigurosamente naturalista del pensamiento griego” [Ethics an Physics in Democritus, Studies in Presocratic Philosophy, 1975, p.396]. Se comprende también porqué el alma es responsable de sus vicios, así como de los del cuerpo. (3) Y a la inversa, la acción justa supone en el sabio pudor interior y respeto por sí mismo. Obedece entonces no a las prescripciones que los hombres supersticiosos creen deber a los dioses, ni a a la ley política, sino a la ley que él mismo ha dado a su alma. Aquí todavía, el término nomos, a la vez convención y ley instituida, significa para el hombre, en el interior mismo de la naturaleza, una aptitud relativa para modificarla.

 

NOTAS

(1) Clemente de Alejandría: “la naturaleza y la educación están muy cercanas. La educación, en efecto, transforma al hombre y, al transformarlo, produce la naturaleza” (DK 68 B 33).

(2) San Epifanio: “Demócrito de Abdera, hijo de Damasipo, afirmaba que el universo es infinito y que flota en el vacío. Sostenía incluso que una sola y única meta debía ser perseguida, la alegría del alma [o la tranquilidad, eutímia] que es el bien supremo, mientras que, por contra, los dolores son indicativos del mal. Lo que parece justo no lo es y lo que es injusto es lo contrario a la naturaleza. Las leyes son un mal invento, decía, y ‘el sabio no se debe someter a las leyes, sino vivir libremente’”. (DK 68 A 166).

(3) Estobeo: “Para quienes se dan a los placeres del vientre y que superan la medida en la comida, en la bebida y el amor, poco duran los placeres (…) Además nada tiene de bueno el placer efímero, pues la necesidad se hace sentir de nuevo” (DK 68 b 236).

Traducción exclusiva para uso escolar - R.A.

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay