LOS DIEZ PRINCIPIOS CONSERVADORES DE RUSSELL KIRK
Ramon Alcoberro
Russell Kirk (1918-1994) fue un pensador y publicista conservador que, sin haber formado parte de ninguna de las grandes universidades norteamericanas de su época, ejerció un papel de divulgador, especialmente durante los años de la Guerra Fría. Su libro Qué significa ser conservador (editado, sin demasiado éxito, en el Estado español por el conocido ideólogo radiofónico del conservadurismo hispánico, César Vidal), es un excelente resumen de lo que podría denominarse “la mentalidad conservadora”. En el capítulo 2º de este libro se encuentra un pequeño decálogo del conservadurismo que puede ser útil para situar los grandes rasgos de esa mentalidad.
Para Kirk: “… no existe tal cosa como un Modelo Conservador, y resulta que el conservadurismo es la negación de la ideología. Es un estado de ánimo y un tipo de personalidad, una manera de situarse ante el orden cívico social.
La actitud que llamamos conservadurismo está basada en un conjunto de sentimientos, antes que en un sistema de dogmas ideológicos. Casi puede decirse que un conservador es una persona que admite ser definido como una persona que piensa que lo es (…)
Básicamente, conservadora es aquella persona que se siente más cómoda con lo permanente que con el Caos y la Noche de los Tiempos. (Lo que no quiere decir que los conservadores no piensen, como pensaba Burke que “el sano cambio es lo que hace posible nuestra preservación”). La continuidad histórica de la experiencia del pueblo, afirma el conservador, ofrece a la política una guía más fiable que los abstractos designios de filósofos de tertulia. Pero las convicciones de los conservadores, desde luego, exceden esta definición general” (p.41-42).
En todo caso, el conservadurismo seguiría a grandes rasgos diez grandes principios que “según las circunstancias y necesidades de cada momento histórico” (p.42) pueden ser más o menos adaptados y más o menos prioritarios.
1.- El conservador cree en la existencia de un orden moral perdurable.
“Dicho orden ha sido creado para el hombre, y el hombre ha sido creado para él; la naturaleza del hombre es invariable y las verdades morales son inalterables.
Aquí la palabra orden significa armonía. El orden asume dos aspectos o tipos: el orden íntimo del alma y el exterior de la comunidad. Hace veinticinco siglos Platón enseñaba esta doctrina, pero actualmente es de difícil comprensión aun para personas cultivadas (…)”
2.- El conservador abraza las costumbres, las convenciones y la continuidad.
“Son las viejas costumbres las que permiten que la gente pueda convivir pacíficamente, quienes las destruyen echan abajo muchas cosas más de las que suponen o desean. (…)
Si los conservadores son los campeones de las costumbres, convenciones y continuidad, ello es debido a que prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer. Están convencidos de que el orden, la justicia y la libertad son productos creados por la dilatada experiencia social, el resultado de siglos de tentativas, reflexión y sacrificios. Así concebido, el cuerpo social es una especie de corporación espiritual, comparable a la Iglesia; puede considerarse como una comunidad de almas. (…)”
Para el conservador, los cambios necesarios han de realizarse de modo gradual y razonadamente, nunca extirpando de cuajo los viejos intereses.
3.- Los conservadores creen en lo que podríamos llamar el principio normativo.
“Los conservadores intuyen que sus contemporáneos son enanos llevados a hombros de gigantes, capaces de ver más lejos que sus antepasados únicamente porque su estatura supera la de quienes les precedieron. Por lo tanto, los conservadores muy a menudo subrayan la importancia de las normas; en otras palabras, de aquello que un uso inmemorial ha establecido para impedir que la mente de los hombres divague en cualquier sentido. (…)
El individuo es necio, pero la especie es sabia, afirmaba Burke. En política, hacemos bien en atenernos a precedentes, principios y aun a prejuicios, ya que el magno y misterioso agregado de la raza humana ha adquirido una sabiduría normativa muy superior a la de las racionalidades privadas e insignificantes.” (…)
4.- Los conservadores se guían por el principio de la prudencia.
(…) Toda medida política ha de ser evaluada a la luz de sus probables consecuencias finales y no únicamente en términos de logros inmediatos o de popularidad. (…) Las reformas súbitas y agresivas son tan peligrosas como las intervenciones quirúrgicas asimismo súbitas y agresivas.
5.- Los conservadores atienden al principio de la diversidad.
Sienten apego por la compleja y proliferante trama de añejas y venerables instituciones sociales y modos de vida, en contraste con la reductora uniformidad y el insensible igualitarismo de los sistemas radicales. (…) Las únicas formas legítimas de igualdad son la igualdad ante el Juicio Final y la igualdad ante los tribunales de justicia que obran según la Ley; cualquier otra tentativa de limitación igualitaria conduce forzosamente, en el mejor de los casos, al estancamiento de la sociedad. (…)
6.- Los conservadores no pueden excederse, dado su apego al principio de imperfectibilidad.
Los conservadores bien saben que la naturaleza humana presenta graves deficiencias. El hombre es un ser imperfecto, y porque lo es, la creación de un orden social perfecto es una imposibilidad. (…) Aspirar a la utopía es dirigirse hacia el desastre, advierten los conservadores, porque no hemos sido creados para la perfección. A lo sumo, podemos razonablemente aspirar a vivir en sociedades tolerablemente organizadas, justas y libres, en las que ciertos males, inadaptaciones y sufrimientos seguirán vigentes. (…)
7.- Los conservadores están convencidos de que la libertad y la propiedad están estrechamente relacionadas.
Basta con separar la propiedad de su posesión privada para que Leviatán se apodere de todo. Las grandes civilizaciones se han levantado sobre la base de la propiedad privada. Cuanto más generalizada la posesión de la propiedad privada, más estable y productiva es la comunidad. Los conservadores afirman que la igualación económica no es compatible con el progreso económico. (…)
8.- Los conservadores apoyan las comunidades voluntariamente consentidas, en la misma medida en que se oponen al colectivismo involuntario.
(…) En las modernas democracias, todo aquello que es beneficioso y prudente existe por medio de la voluntad cooperativa. (…) cuando las funciones de la comunidad, en nombre de una democracia abstracta, son transferidas a una dirección política lejana, lo que sucede es que el verdadero gobierno por consentimiento de los gobernados desaparece para dejar paso a procesos de estandarización enemigos de la libertad y la dignidad humana.
9.- Los conservadores entienden que es necesario poner prudente freno al poder y las pasiones humanas.
(…) Cuando cualquiera pude reclamar para sí el poder, la sociedad degenera en la anarquía. (…) Los conservadores se esfuerzan en limitar y contrapesar el poder político, de modo que ni la anarquía ni la tiranía puedan campar a sus anchas. (…)
Sabedores de que la naturaleza humana es una mezcla del bien y el mal, los conservadores no depositan su confianza en la simple benevolencia. Las restricciones constitucionales, el equilibrio de poderes, la aplicación correcta de las leyes, la antigua y tupida red que permite frenar la voluntad y los deseos son reconocidos por los conservadores como instrumentos de la libertad y el orden. Un gobierno justo es el que mantiene una sana tensión entre las demandas de la autoridad y de la libertad.
10.- Los conservadores inteligentes comprenden que una sociedad vigorosa requiere el reconocimiento y conciliación de lo permanente y lo mutable.
(…) La Permanencia de las sociedades es fruto de los intereses y convicciones constantes que le confieren estabilidad y continuidad. Sin Permanencia las aguas del gran Caos se desbordan y la sociedad se desliza hacia la anarquía. La Progresión de las sociedades deriva del espíritu y el conjunto de las mentes que preconizan prudencia en las reformas y mejoras. En ausencia de Progresión, los pueblos se estancan.
Por consiguiente, los conservadores juiciosos se esfuerzan en conciliar las aspiraciones derivadas de la Permanencia y las que se originan en la Progresión. Consideran que los progresistas y radicales, ciegos ante las justas aspiraciones de la Permanencia, en su empeño por arrastrarnos a un dudoso paraíso terrenal, pueden hacer peligrar la herencia que nos ha sido legada. En pocas palabras, los conservadores propugnan un progreso razonado y temperado, y se oponen al culto al Progreso, cuyos turiferarios profesan que todo lo nuevo está forzosamente muy por encima de lo antiguo.
(…)