MARCO AURELIO EN SU ÉPOCA

La vida de Marco Aurelio discurre a lo largo de la segunda centuria. Es plenamente un hombre del siglo II. En su tiempo dominaba la erudición y el enciclopedismo. La reflexión profunda, teórica, ha desaparecido casi por completo. Ya no se crea nada, no se inventa nada. Parece una visión negativa, y en efecto, no tiene mucho de positiva: incluso el sosiego tranquilo en el que el filósofo realizaba su labor queda arrinconado. Son pocos los que se dediquen verdaderamente a la filosofía; y los que a sí mismos se denominan filósofos, en su mayoría no pasan de ser eruditos, como Apuleyo, médicos como Galeno, o simplemente moralistas, como Epicteto o Marco Aurelio, polígrafos como Plutarco, que además era platónico, o escépticos como Sexto.

(…) Marco Aurelio practicó una filosofía abierta, en correspondencia con su propia moderación y tolerancia. No se preparó para la filosofía, sino que ésta, la filosofía, era en él un ingrediente necesario para el ejercicio del poder: el imperio, y para dirigir convenientemente su vida, a pesar de que se viera obligado a alejarse de ella en alguna ocasión. Su libro Meditaciones, escrito al final de su vida, condensa y resume toda una vida dedicada a la filosofía, toda una manera de pensar y de ejercitarse en la ética.

En marzo del 161 muere Antonino Pio y es designado emperador Marco Aurelio, asociado a su hermano adoptivo Lucio Vero. Tenía 40 años. Desde entonces, y en el transcurso de los veinte años que duró su reinado, se verá sobresaltado por constantes luchas en las fronteras de su imperio, en los lugares más apartados y remotos, lo que le obligará a llevar una actividad sin punto de reposo, debiendo acudir allí donde el peligro lo requería. Esto irá erosionando más y más su ya delicada salud.

En medio de trabajos y fatigas siempre encontró ocasión para el ejercicio de la filosofía, entendida como el arte de vivir, como preparación para el bien vivir y para un morir digno, consecuente: Si tuvieras simultáneamente una madrastra y una madre atenderías a aquella, pero con todo, tus visitas a tu madre serían continuas. Eso tienes tu ahora, el palacio y la filosofía. Así, pues, retorna a menudo a ella y en ella reposa; gracias a ésta, las cosas de allí te parecen soportables y tu eres soportable entre ellos. (Meditaciones VI, 12)

En la primera época de su reinado pasa largas temporadas en Roma. Medita sobre las inquietantes noticias del levantamiento de los partos en Oriente. Medita también en las no menos inquietantes noticias del limes danubiano, cuyos pueblos acaban de ponerse en movimiento. Él personalmente se encargará de los asuntos de esta frontera cercana a Roma. Mientras permanece en la Urbe asiste con asiduidad a las lecciones de sus maestros.

El 166 es la fecha de inicio de las grandes guerras danubianas que marcarán de modo indeleble y cruel lo que será su reinado. En el 165, en un breve paréntesis de calma, se permitirá asistir en Roma a la lectura de las famosas Noches Áticas de Aulo Gelio, verdadero mosaico que contiene en veinte libros el heterogéneo mundo cultural de su tiempo.

Tras la invasión de los marcomanos, acude a enfrentarse con el enemigo. Desde entonces Aquilea, Carnuntum, Vindobona, plazas fortificadas, alcázares y campamentos militares, constituirán su residencia provisional junto a sus legiones. Allí es el jefe (Imperator), pero está solo. La soledad, el aislamiento, tal vez le obliguen a poner en práctica lo aprendido durante largos años. Ahora carece de maestros a quienes acudir, pero sí tiene la necesidad de poner en orden sus meditaciones.

El año 169 los cuados y los marcomanos invaden de nuevo las fronteras del Imperio; su avance es arrollador y destructivo. Los Castobocos, pueblo de origen incierto, penetran por los Balcanes y entran en Tracia, Macedonia, Acaya, llegando hasta Eleusis que incendian y saquean.

 Marco Aurelio permanece en la frontera de Carnuntum. Será en este ámbito militar y guerrero, entre los años 172 y 175, cuando en los breves momentos de vida personal que le permiten sus múltiples quehaceres, ira tejiendo sus Meditaciones. Debió escribirlas sin prisa, preocupado más de la brevedad, de la concisión, del acabamiento. Estos pensamientos contienen sus reflexiones sobre lo temporal y lo eterno, sobre la vida y el sentido de la muerte, sobre el ser comunitario y social, sobre el principio rector y el dios que todos llevamos dentro.

Si nos preguntamos por el contenido de sus Meditaciones observaremos que no son ni un libro de memorias, ni un diario, ni siquiera la dramática “historia de un alma” ¿Qué son, pues, las Meditaciones?  Tal vez un conjunto de notas que fue escribiendo durante los últimos años de su vida (entre el 172 y el 175) durante los breves descansos que le permitió el continuo y duro guerrear contra los germanos en la frontera danubiana. Y sin llegar a formar un diario en sentido actual, ni siquiera un conjunto ordenado, sistemático, sin embargo, encontraremos pensamientos a cerca de lo que acontece en el mundo, de la vida, de la muerte, del principio rector, de la razón, de Dios.

 

Jesús GÓMEZ PASTOR: Marco Aurelio (121-180), fragmentos. Ediciones del Orto, 1995, Madrid.

 

 

 

 

 

 

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay