MARCO AURELIO: LAS ACCIONES APROPIADAS («KATHÉKONTA»)

 

 

 

 

«Kathékonta», palabra que acostumbra a traducirse por “deberes” o por “acciones apropiadas” son las acciones humanas que se realizan “al servicio de la comunidad humana” (Marco Aurelio, Meditaciones, IX, 6; XI, 37). El concepto aparece en Epicteto y Marco Aurelio lo conoce muy bien. Retomamos algunas ideas de Pierre Hadot en La Ciudadela Interior (ed. or.,1992) sobre esta cuestión.

En el estoicismo el único bien es el bien moral; y para que algo sea un bien moral ha de seguir la ley de la razón y ha de depender de nosotros mismos. En cuanto depende de nuestro impulso activo y de nuestra razón tiene que haber un deseo absoluto de hacer el bien. Todo lo demás (la vida, el placer, la salud, la belleza, la fuerza, la riqueza… y, obviamente, sus contrarios, la muerte, el dolor, la enfermedad…) está en manos del Destino. Nada podemos hacer sobre todo ello y, por lo tanto, ha de resultarnos indiferente. Ni bueno, ni malo. Pero el problema que se plantea aquí es obvio: ¿cómo vivir si tanta y tantas cosas se encuentran fuera de nuestro control?

A esa pregunta pretende responder la teoría de las acciones apropiadas, o de “lo conveniente” (kathékonta), que como dice Hadot: “procura a la voluntad buena una materia de ejercicio y proporciona un código de conducta práctico para establecer diferencias entre las cosas indiferentes y otorgar un valor relativo a las cosas, en principio, sin valor.”

Las cosas que tienen valor según Epicteto y Marco Aurelio (que le sigue en este punto, como en otros tantos), vendrían a reconocerse por el mismo impulso natural que a los animales los lleva de manera innata a conservarse y a rechazar lo que puede hacerles daño. Realizar las acciones adecuadas tiene mucho que ver con un modelo (el de la conducta natural) y también con la prudencia política del buen gobierno republicano. La acción adecuada políticamente sitúa al hombre al servicio de la ciudad, lleva a honrar a los dioses y a las tradiciones, etc. De ahí, por ejemplo, la explicación sobre por qué Marco Aurelio detesta el cristianismo que le parece una absurda falta de prudencia, de tacto y de buen gusto

Así como la abeja hace obra de abeja, el hombre también ha de hacer obra humana; lo conveniente se hace “naturalmente”, por instinto, moviéndose no por la esperanza de una gratificación, sino por una especie de resorte interior. El hombre, sin embargo, es mucho más complicado que las abejas. Además de instinto, los humanos poseen racionalidad y conciencia. Eso significa que, además de atender a uno mismo, el ser humano tiene conciencia del deber. El instinto actúa también como un impulso que espontáneamente empuja a la acción y el deber nos conduce a realizar acciones razonables. Una acción apropiada es, pues, la que une espontaneidad (natural) y racionalidad (moral) al servicio de la comunidad humana.

 

© Ramon Alcoberro Pericay