JEREMY
BENTHAM
(1748-1832)
VALOR DEL PLACER O DEL DOLOR Y CÓMO MEDIRLOS
Fragmento de «INTRODUCCIÓN A LOS PRINCIPIOS
DE LA MORAL Y DE LA LEGISLACIÓN» (1789)
IV
VALOR DEL PLACER O DEL DOLOR Y CÓMO MEDIRLOS
I
Los placeres y evitar los dolores, son los fines que el legislador
se propone; por lo tanto le interesa entender su valor. Los placeres
y los dolores son los instrumentos con los que tiene que trabajar;
por lo tanto le interesa entender su fuerza, que es otra vez,
en otras palabras, su valor.
II
Para una persona considerada en sí misma, el valor de un
placer o de un dolor considerado en sí mismo será
mayor o menor según las cuatro circunstancias siguientes:
1.
Su intensidad
2. Su duración
3. Su certeza o incerteza
4. Su proximidad o lejanía
III
Éstas son las circunstancias que se deben considerar al
estimar un placer o un dolor en sí mismo. Pero cuando el
valor de cualquier placer o dolor se considera con el propósito
de estimar la tendencia de un acto a través del cual se
produce, hay dos circunstancias más a tener en cuenta;
son las siguientes:
5.
Su fecundidad, o la probabilidad que tiene de que le
sigan sensaciones del mismo tipo; es decir, placeres si es un
placer, y dolores si es un dolor.
6.
Su pureza, o la probabilidad que tiene de que no le sigan
sensaciones del tipo opuesto; es decir, dolores si es un placer,
y placeres si es un dolor.
De todos modos, estas dos últimas apenas si se pueden considerar
estrictamente propiedades del placer o del dolor mismos; por consiguiente
estrictamente no se pueden tener en cuenta al considerar estrictamente
el valor de este placer o de este dolor. Se pueden considerar
estrictamente propiedades sólo del acto o de otro acontecimiento
que ha producido este placer o este dolor; y de acuerdo con esto,
sólo se pueden tener en cuenta al considerar la tendencia
de este número o acontecimiento.
IV
Para un número de personas, cuando el valor de
un placer o un dolor se considera en relación con cada
una de ellas, será mayor o menor, de acuerdo con siete
circunstancias, esto es, las seis anteriores.
1.
Su intensidad
2. Su duración
3. Su certeza o incerteza
4. Su proximidad o lejanía
5. Su fecundidad
6. Su pureza
Y
otra más:
7.
Su extensión, es decir, el número de personas a
las que se extienden o (en otras palabras) quienes se ven afectados
por ellos.
V
Para tener una información exacta sobre la tendencia
general de cualquier acto que afecte a los intereses de la comunidad,
se debe proceder como sigue. Empezar por una de esas personas
cuyos intereses parecen más inmediatamente afectados y
tener en cuenta:
1.-
El valor de cada placer distinguible que parezca haber sido producido
por el acto en primer lugar.
2.-
El valor de cada dolor que parezca haber sido producido por él
en primer lugar.
3.-
El valor de cada placer que parezca haber sido producido por él
después del primero. En esto consiste la fecundidad del
primer placer y la impureza del primer dolor.
4.-
El valor de cada dolor que parezca haber sido producido por él
después del primero. Esto constituye la fecundidad del
primer dolor y la impureza del primer placer.
5.-
Sumar los valores de todos los placeres por un lado y los de los
dolores por otro. El balance, si se decantara del lado del placer,
daría una buena tendencia global del acto con respecto
a los intereses de aquella persona individual; si se decantara
del lado del dolor, la mala tendencia global del mismo.
6.-
Contabilizar el número de personas cuyos intereses están
implicados y repetir el proceso anterior respecto a cada una.
Sumar las cifras que representen los grados de tendencia buena
del acto con respecto a cada individuo para quien la tendencia
global es buena; hacerlo otra vez con respecto a cada individuo
para quien la tendencia global es mala. Hacer el balance, que
si está del lado del placer, dará la buena tendencia
general del acto con respecto al número total o a la comunidad
de individuos implicados; si está del lado del dolor, dará
la mala tendencia general del mismo con respecto a la misma comunidad.
VI
No se puede esperar que se siga este proceso de manera estricta
previamente a todos los juicios morales o a toda operación
legislativa o judicial. Pero a pesar de todo, se puede tener siempre
en cuenta, y cuanto más cerca esté del proceso que
se sigue regularmente, más se aproximará este proceso
a la exactitud.
VII
El mismo proceso es del mismo modo aplicable al placer y a al
dolor, sea cual sea la forma en la que aparezcan y la denominación
por la que se los distinga: al placer, tanto si se le llama bien
(que es propiamente la causa o el instrumento del placer) o provecho
(que es placer distante, o la causa o el instrumento del placer
distante), o conveniencia, o ventaja, beneficio, emolumento, felicidad,
etc., y al dolor tanto si se le llama mal (que corresponde a bien)
o daño o inconveniencia, o desventaja, o pérdida,
o infelicidad, etc.
VIII
No es ésta una teoría nueva e injustificada, como
tampoco es inútil. En todo esto no hay nada a lo que no
pueda ajustarse la práctica de los hombres, siempre y cuando
tengan una clara visión de su propio interés. Un
artículo de propiedad, por ejemplo un terreno, ¿en
base a qué es valorable? En base al placer de todo tipo
que le permite a un hombre producir y, lo que viene a ser lo mismo,
los dolores de todo tipo que le evita. Pero el valor de un artículo
de propiedad como éste se sabe universalmente que sube
o baja de acuerdo con la dilación o la brevedad temporal
en que un hombre está en él, la certeza o la incerteza
de que llegará a poseerlo, y la proximidad o el alejamiento
del momento en que, de ser así, será de su posesión.
En cuanto a la intensidad de los placeres que un hombre puede
obtener de él, nunca se piensa en ella, porque depende
del uso que cada persona concreta puede hacer de él, lo
cual no se puede estimar hasta que los placeres concretos que
haya obtenido de él, o los dolores concretos que haya podido
obtener gracias a él, estén a la vista. Por la misma
razón, el hombre no piensa tampoco en la fecundidad o pureza
de estos placeres.
Lo
mismo ocurre con el placer y el dolor, la felicidad y la infelicidad
en general. Ahora vamos a considerar las diversas clases particulares
de dolor y de placer.
FRAGMENTO
DE: «BENTHAM - ANTOLOGÍA» Edición de
Josep Mª COLOMER
© Ediciones Península – Edicions 62, Barcelona,
1991
© Del prólogo, la selección y la edición,
Josep-Maria Colomer
© De la traducción, Montserrat Vancells
COMENTARIO:
El
utilitarismo se funda en dos principios; el del «mayor bien
para el mayor número» y el de la «igual consideración
de intereses», es decir que para efectuar el cálculo
hay que partir de la base según la cual «cada uno
vale por uno y sólo por uno», de manera que las preferencias
deben ser sumadas imparcialmente –o lo que es lo mismo:
los votos se suman y no se pesan. El cálculo utilitarista
se justifica en la medida en que, por una parte, resulta posible
verificar en todos los humanos la fuerza de una serie de motivaciones
o circunstancias objetivas que nos impelen a obrar (las siete
del texto), siempre las mismas, siempre patentes al análisis
desacomplejado y cuya intensidad resulta empíricamente
calculable.
Pero
además (y éste es el segundo aspecto a tener en
cuenta), el cálculo utilitarista proporciona una base objetiva
a la jurisprudencia y a la legislación. El legislador posee,
gracias al cálculo de placer y de dolor un instrumento
para racionalizar su acción. La ley debería así
asegurar la mayor igualdad compatible con la mayor seguridad.
En
este texto se pueden observar el hedonismo benthamiano como finalidad
de la legislación e instrumento de la política (I),
los elementos susceptibles de cálculo en las acciones humanas
racionales y sus implicaciones psicológicas (II, III, IV),
la exigencia de imparcialidad y sus límites (V, VI) y los
diversos sentidos del concepto de “interés”
(VII), que resulta interesante matizar para evitar la confusión
usual entre interés utilitarista e interés puramente
económico [R.A.]