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LA ESCUELA DE FRANKFURT Y LA ILUSTRACIÓN

 

 

Uno de los temas recurrentes de la «Teoría crítica» ha sido la crítica de la Ilustración o, mejor dicho la constatación de su fracaso, en la medida en que, lejos de proponer un objetivo emancipador, Las Luces han sido el resorte y la justificación de formas terribles de violencia, de opresión y de alienación, cuyo teatro es la historia del siglo 20.                                                                                 

«DIALÉCTICA DE LA ILUSTRACIÓN» (1946), OBRA CONJUNTA DE ADORNO Y HORKHEIMER debiera ser leída retrospectivamente: es la experiencia del totalitarismo lo que les lleva a una reconsideración del proyecto de las Luces. Para los frankfurtianos, el totalitarismo no se reduce a un retorno a la barbarie y la irracionalidad. Defienden la tesis según la cual las Luces son cómplices de su propio hundimiento. Según Adorno y Horkheimer, si la Ilustración consiste en la afirmación de la autonomía y de la soberanía de la razón, esa búsqueda ha fracasado de hecho. Y tenía que ser así porque al romper con la tradición, con la religión, con la autoridad y con la hipótesis misma de la existencia de un ‘mundo natural’, encarnaban la potencia de las fuerzas de autoafirmación que eran las de la clase burguesa. «El burgués en sus aspectos sucesivos (…) es el sujeto lógico de la Aufklärung» (94). No puede sorprender, pues, que al triunfar el movimiento de las Luces, la razón se volviese contra ella misma, mintiese a los hombres y acabase por oponerse a su libertad (el totalitarismo, el colonialismo…). «El principio antiautoritario debe finalmente convertirse en su propio contrario» (103). El totalitarismo, los genocidios, las guerras mundiales…  serían para la Escuela de Frankfurt realizaciones perfectas, pero involuntarias, del ideal de independencia absoluta que reivindica la Ilustración. La autonomía es un mito que ilumina el sol de la razón calculadora-ilustrada. Si el programa de la Ilustración consistía en «liberar al mundo de la magia», en su éxito encontró su propio fracaso; pues al lograrlo, lo único que consigue es someter a toda la humanidad el yugo de la eficacia y del interés individualista y competitivo. Cuando el sujeto no está vinculado por valores, cuando no hay vínculos sociales sino individualismo, la única norma que sobrevive es la de la eficacia, la organización, la sumisión del mundo y la dominación de la vida por ella misma. En este sentido, Sade habría sido el autor más lúcido del Siglo de las Luces porque muestra que el espíritu racional conduce a la crueldad metódica y a la violencia organizada; la liberación desenfrenada de la potencia de la afirmación incondicional del yo conduce al abismo.  

Lo que proponen Adorno y Horkheimer es una completa demolición del proyecto de la Ilustración, vinculándola a una visión apocalíptica de las sociedades modernas, cuya salida del orden natural habría constituido una especie de pecado original irremediable. Pero, alternativamente, se podría considerar que el totalitarismo y la violencia no son inevitables y están vinculados, más bien, a la insuficiencia de la Ilustración. Constituyen el precio que ha sido necesario pagar por el hecho de que la Ilustración ha confundido la humanidad con los intereses de la burguesía; error que conduce, inevitablemente, a mutilar el proyecto liberador. Ambas interpretaciones pueden reclamarse legítimamente de la lectura de Dialéctica de la Ilustración. Adorno, en su conocido texto sobre La educación después de Auschwitz (1966), parece más cercana a la segunda interpretación, y por ello mismo, Habermas habla de la Ilustración como «proyecto inacabado», mal realizado, parcial, que necesita una autocrítica en profundidad.  

La autocrítica de la Ilustración debería abordar temas como sus propios resultados ambiguos y, a veces, inquietantes, debidos a una comprensión parcial de sí misma, centrada sólo en la racionalidad instrumental, científico-técnica, organizacional.  En este sentido, sería perfectamente ortodoxo, desde el punto de vista frankfurtiano, considerar que la Ilustración debiera profundizar (1) en la concepción de la autonomía (vinculándola a la solidaridad, un concepto desconocido en el siglo 18), y (2) en el cosmopolitismo (que la Ilustración ha visto siempre desde un punto de vista occidental, etnocéntrico…). Ambos conceptos (autonomía y cosmopolitismo) solo tienen sentido si se consideran, kantianamente, como horizontes y no como realizaciones ya dadas para siempre. El «eclipse de la razón» que denunciaban Adorno y Horkheimer – y que tal vez ellos sólo veían posible de resolver en el ámbito de la estética, o en una especie de mesianismo –  ha de ser resuelto en el mundo de las cosas, sea mediante «procesos deliberativos» (Habermas) o mediante la «lucha por el reconocimiento» (Honneth). La barbarie, de todas maneras, está siempre pegada a la razón; y no se puede considerar seriamente,  (aunque a veces parece que a Habermas le gustaría creer lo contrario) que se erradicó con el final del nazismo o, ni siquiera, que sea posible debatir con ella.   

De hecho, desde Kant, todas las críticas de la razón han sido defensas de la razón contra ella misma o, por mejor decirlo, contra sus perversas consecuencias. Es banal poner en guardia la razón contra sus propios excesos. Hegel y el propio Diderot en El sobrino de Rameau ya incidieron en eso – y en tal sentido el proyecto de Adorno y Horkheimer no es nuevo. La tesis de que existe de una razón perniciosa (absolutizante) alzándose contra la razón, no es difícil de rastrear en Rousseau o en Diderot (e incluso en Voltaire); autores que Adorno y Horkheimer habían leído de una manera muy limitada. Que Sade sea la realización de la Ilustración no puede ser considerado sino como una broma. Se sabe perfectamente que era un reaccionario, un adversario de la revolución, etc. Pero Adorno y Horkheimer estaban mucho más influidos de los que ellos mismos creían por la historiografía de la época (Toynbee...) y concebían la ilustración como un arquetipo, más que como una época histórica. Que Dialéctica de la Ilustración haya sido (especialmente en España y en Latinoamérica) un libro muy usado en el ámbito reaccionario no necesariamente significa que Adorno y Horkheimer impugnen las Luces, sino que avisan sobre sus sombras.  

TEXTOS

 

DIALÉCTICA DEL ILUMINISMO (fragmentos)

M. Horkheimer , T.W. Adorno.

 

 

PRÓLOGO A LA PRIMERA EDICIÓN ALEMANA (1944-1947)

 

Lo que nos habíamos propuesto era nada menos que comprender por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano desembocó en un nuevo género de barbarie.

 

p. 9: La aporía ante la que nos encontramos frente a nuestro trabajo se reveló así como el primer objetivo de nuestro estudio: la autodestrucción del iluminismo. No tenemos ninguna duda –y esta es nuestra petición de principio– respecto a que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento iluminista. Pero consideramos haber descubierto con igual claridad que el concepto mismo de tal pensamiento , no menos que las formas históricas concretas y las instituciones sociales a las que se halla estrechamente ligado, implican ya el germen de la regresión que hoy se verifica por doquier. Si el iluminismo no acoge en sí la conciencia de este momento regresivo, firma su propia condena. Si la reflexión sobre el aspecto destructor del progreso es dejada a sus enemigos, el pensamiento ciegamente pragmatizado pierde su carácter de superación y conservación a la vez.

 

p. 10: … el iluminismo debe tomar conciencia de sí si no quiere que los hombres sean completamente traicionados. No se trata de conservar el pasado sino de realizar sus esperanzas.     

 

 

CONCEPTO DE ILUMINISMO:

 

p. 15: Ha perseguido siempre el objetivo de quitar el miedo a los hombres y convertirlos en amos.

 

Pero la tierra enteramente iluminada resplandece bajo el signo de una triunfal desventura.

 

El programa del iluminismo consistía en liberar al mundo de la magia.

 

(La credulidad, la aversión respecto a la duda…) todo esto y otras cosas más han impedido las felices bodas del intelecto humano con la naturaleza de las cosas.

 

Es fácil imaginar los frutos y la descendencia de una unión tan gloriosa. La imprenta, etc.

 

p. 16: El saber, que es poder, no conoce límites, ni en la esclavización de las criaturas ni en su fácil aquiescencia a los señores del mundo.

 

La técnica (ilustrada) es democrática, como el sistema económico en que se desarrolla.

 

p. 17: Sin miramientos hacia sí mismo, el iluminismo ha quemado hasta el último resto de su propia autoconciencia.   

 

 

 

 

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