MARX
Y FREUD: UN ENCUENTRO FALLIDO
Luis
ROCA JUSMET
El lazo que conecta el marxismo
con el psicoanálisis está suficientemente justificado
por el paralelo entre el movimiento político marxista y
el movimiento psicoanalítico. En ambos casos estamos ante
la paradoja de un saber ilustrado no tradicional, fundado en la
relación transferencial con la insuperable figura del fundador
(Marx, Freud): el conocimiento no progresa a través de
refutaciones y reformulaciones graduales de las hipótesis
sino de un serie de “ retornos a ...” (Marx, Freud).
En ambos casos, estamos ante un campo del saber que es intrínsecamente
antagónico: los errores no son simplemente externos al
conocimiento verdadero, no son algo de lo que podamos liberarnos
una vez que alcanzamos la verdad y, como tales son de interés
puramente histórico, es decir irrevelantes para el estado
actual del saber (como es el caso de la física, la biología,etc.).
En el marxismo, como en el psicoanálisis, la verdad emerge
literalmente a través del error; es por ello que en ambos
casos la lucha contra el “revisionismo” es una parte
inherente a la teoría misma. La “estructura”
entera, la relación entre el campo del saber y la subjetividad
del “científico” difiere radicalmente de la
ciencia positiva, así como de las formas tradicionales
de conocimiento (sabiduría iniciática, etc)
Slajov
Zizek
Hace poco [mayo 2006] se celebró el ciento cincuenta aniversario
del nacimiento de Freud. Desde una revista teórica de izquierdas
podemos preguntarnos cual es el estatuto posible de este autor
en el marco de una tradición socialista radical.
Si
nos remitimos a los autores, Marx y Freud, poco hay que decir.
Marx es anterior a Freud y éste critica la postura política
socialista desde el marco de unas reflexiones sociales que la
conciben como una ilusión. Y la ilusión, para Freud,
es la proyección de un deseo, en este caso el deseo de
una transformación radical que obtenga como resultado una
sociedad de bienestar para los más. Podríamos quizás
ironizar que, en este caso es el propio Freud el que desde su
posición liberal de pequeño burgués ilustrado
tampoco comparte este deseo. Pero la formulación teórica
es que el malestar es propio de la civilización como tal
y por tanto no hay salida que no sea ilusoria.
También
podemos añadir que Marx y Freud son dos autores muy alejados
en sus preocupaciones y sus posiciones teóricas y prácticas.
Tienen algún elemento sociológico común,
como el ser originarios de familias judías de la pequeña
burguesía de la Europa germánica y pertenecer al
mismo siglo. Al mismo siglo pero en épocas diferentes,
ya que cuando nació Freud, Marx estaba en plena actividad
teórica y práctica.
De
entrada aparecen como dos tradiciones absolutamente separadas
y que no tenían nada que decirse hasta que surgió
la peculiar figura de Wilheim Reich, discípulo de Freud
que aunque acabó rompiendo con él siguió
utilizando parte de su aparato conceptual. Posteriormente se acercó
al marxismo acabando por afiliarse al partido comunista alemán,
del que acabarían por expulsarle. A pesar de tener un discurso
algo delirante Reich dejó un rastro que tendría
una clara influencia sobre lo que luego se llamó el freudomarxismo,
cuyo representante más claro fue Hebert Marcase (1898-1979).
Filósofo alemán emigrado a EEUU escribió
en 1955 un libro, Eros y la civilización, que se presentó
precisamente como una síntesis entre Freud y Marx. El libro
tuvo audiencia entre el movimiento juvenil que se autoproclamaba
anticultura y que defendía una sociedad no represiva que
consideraba la base del capitalismo. Aunque ahora no pueda entrar
en detalles pienso que este camino fue absolutamente superficial
y que estaba basado en una mala lectura tanto de Marx como de
Freud. Fue una moda cultural y pienso que el propio movimiento,
tanto de la dinámica del capitalismo como de la propia
izquierda, el que lo ha barrido. Tuvimos en nuestro país
un epígono, Carlos Castilla del Pino, que publicó
en los años setenta, en esta línea, su libro Psicoanálisis
y marxismo, que de todas maneras es más recuperable que
los textos del propio Marcuse.
En
otro marco sociocultural, el del pensamiento francés de
los años sesenta, surgieron dos iniciativas para buscar
puentes de entre Marx y Freud. Por una parte la de Paul Ricoeur
(1913-2005) que formuló su concepción de los maestros
de la sospecha, que los incluiría no solo a Marx y Freud,
sino también a Nietzsche, rehabilitado unos años
antes desde la izquierda por Georges Bataille (1897-1962). Lo
que planteaba Ricoeur era que estos tres autores representaban
en el fondo, y desde diferentes perspectivas, la crítica
teórica radical a la sociedad burguesa, optimista y bienpensante,
del siglo XIX. Marx denunciaba la explotación y la irracionalidad
del capitalismo, más allá de su fachada de progreso
económico, político y social. Freud mostraba como
el progreso se hacía a costa de la represión y el
malestar consiguiente. Y finalmente Nietzsche nos enseñaba
que detrás de la sociedad moderna no había otra
cosa que la moral del resentimiento de los débiles contra
los fuertes.
Por
otra parte, Michael Foucault (1926-1984) también publicó
un texto en el que establecía coincidencias entre los tres
autores, considerándolos los tres críticos más
lúcidos del idealismo, los defensores más brillantes
de un materialismo radical.
Louis
Althusser (1918-1990), de la misma generación, planteó
un retorno a Marx que consistiría en una nueva lectura
rigurosa y sin concesiones, que volvería a vincular a Marx
y Freud como los hijos bastardos, no queridos, de su siglo. Pero
lo que plantearía este autor es que lo que critican ambos
es la ideología del capitalismo y lo hacen fundando dos
ciencias teóricas, el materialismo histórico. Sin
entrar en toda la polémica que generó Althusser
considero que su planteamiento teórico fue totalmente erróneo,
ya que hay que reivindicar tanto la tradición marxista
como la psicoanalítica desde un estatuto diferente del
de la ciencia.
Hay
que hablar también, por supuesto, del que me parece uno
de los pensadores más interesantes de los que han establecido
un puente entre Marx y Freud. Es Cornelius Castoriadis (1922-1997),
nacido en Estambul, griego de origen, afincado desde joven en
París y uno de los grandes teóricos de la izquierda
crítica del siglo XX.. Castoriadis se psicoanaliza y se
forma él mismo como psicoanalista. A partir del descubrimiento
de Freud realizará una lectura crítica y rigurosa
de este autor, como la que había hecho anteriormente con
Marx. Y en este sentido pienso que es él quién nos
enseña el camino. En primer lugar porque su lectura de
Freud no es escolástica, como tampoco lo era su lectura
de Marx no se basa en ningún caso en una sacralización
de los textos. Castoriadis no busca ni una síntesis ni
un complemento forzado entre los dos autores. Los trabaja a fondo,
de forma rigurosa, para extraer de ellos todo lo que puede una
persona interesada en comprender y transformar el mundo en el
que vive. Y también porque Castoriadis prescinde de polémicas
artificiales respecto a la cientificidad de uno o de otro ; lo
que le interesa de ambos es que son pensadores rigurosos que quieren
entender la realidad, y lo hacen, de una manera rigurosa desde
la experiencia.
Finalmente
tenemos al controvertido Slavoj Zizek (1949), uno de los representantes
más potentes y sugerentes de la filosofía viva.
Pero Zizek planteará que son Lacan y Lenin los que darán
el alcance universal a la obra de Freud y Marx. Vale la pena recordar
a partir de Zizek algunas de las sorprendentes lecturas que Lacan
hará de Marx.
A partir de esta pequeña reseña histórica
quisiera formular una serie de propuestas:
1)
Olvidarnos de los prejuicios de algunos marxistas contra el psicoanálisis.
No me refiero solo a las pretensiones estalinistas de crear una
psicología soviética al estilo de Pavlov o de libros
de los años cincuenta como los de Georges Politzer, sino
también a los que son propios de algunos marxistas vinculados
a la filosofía analítica.
2)
Olvidarnos de las vanas pretensiones de las síntesis freudomarxistas.
Marx y Freud hablan de cosas diferentes y cuando hablan de lo
mismo no coinciden la mayoría de las veces... Esto quiere
decir que cualquier síntesis está condenada al fracaso
porque lo que hace es conciliar teorías que no pueden complementarse.
3)
Leer a Freud. Lo mejor que puede hacer un lector comprometido
con la tradición democrática y socialista radical,
y por tanto con la verdad , es leer los textos de Freud dedicados
a la crítica de la cultura. Estos textos son El malestar
de la cultural, el porvenir de la ilusión y la psicología
de masas y análisis del yo. Estos textos plantean una serie
de reflexiones muy interesantes sobre la condición humana.
4)
Leer a los dos autores contemporáneos de izquierdas que
mejor han trabajado estos textos, que son Cornelius Castoriadis
y Slajov Zizek.
Ni
Marx ni Freud escribieron sobre Todo, se limitaron a pensar radicalmente
el presente en que vivieron, con valentía y con una común
ética de la verdad, de la lucidez. Ellos no se encontraron
pero los que formaron parte de la tradición que ellos fundaron
sí quisieron en ocasiones hacerlo. Pero el único
encuentro productivo, interesante, entre Marx y Freud es precisamente
el que resulta fallido. Es decir el que crea divergencias, choques
y también algunos posibles puntos de contacto. El encuentro
falso, el que paradójicamente fracasa, es el que se presenta
como no fallido, el que intenta presentar como complementario
lo que no lo es.