¿FUE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL UNA  GUERRA JUSTA ?
                 
                   
                  
                  
                   
                  Por  definición, un pacifista no puede aceptar que existan guerras  justas. Pero en todo caso, la  postura pacifista pude actuar eficazmente como ‘desengrasante’  contra la retórica belicista más patriotera. Si existiera una  guerra justa, debería ser suficientemente capaz mostrar su carácter  de necesidad respondiendo a las críticas pacifistas sin usar  argumentos demagógicos. En este sentido, el pacifismo —incluso  siendo insuficiente— no resulta inútil.  
                  SOBRE  LA GUERRA; LA PAZ COMO IMPERATIVO MORAL (trad esp. Debate, 2007) es  un libro particularmente interesante del profesor Howard Zinn (1922),  pacifista y veterano de la 2ª Guerra mundial, donde ganó diversas  medallas, catedrático emérito de ciencias políticas e historia  social en la Universidad de Boston. Además de plantear su posición  ante los conflictos de Irak, Kosovo, Vietnam, etc., su originalidad  consiste en argumentar que todas las guerras necesitan previamente  ocultar la argumentación liberal; cuando los hombres pueden ocuparse  libremente de sus asuntos, sin la interferencia de las corporaciones  multinacionales, de las religiones y de los ‘lobbies’, la paz se  encuentra mucho más cerca. De hecho, Zinn básicamente asocia el  origen de la guerra al imperialismo y minimiza todas las otras  causas.  
                  Sin  embargo la originalidad del libro se halla en su último capítulo,  (36) que lleva por título: «Guerras  justas e injustas», dedicado a mostrar que la II Guerra mundial no puede ser considerada  una guerra justa, a través de un análisis histórico de las  argumentaciones que se dieron para intentar justificarla moralmente,  que el autor sitúa en contradicción a los hechos realmente  acaecidos.  
                  Los  argumentos que Zinn  pretende desactivar son los siguientes:
                  1.- La  guerra se hizo para salvar a los judíos. El argumento es históricamente falso; en 1934 una resolución en el  Senado expresaba ‘sorpresa y dolor’ por lo que Hitler estaba  haciendo con los judíos, pero: ‘el Departamento de Estado usó su  influencia para que la resolución quedara enterrada en un comité’   (Zinn, p. 292).
                  La  documentación existente permite afirmar que hasta 1942, la situación  de los judíos en Alemania ‘no era tratada como una urgencia’ y  Goebbels escribió en su Diario (13 diciembre de 1942): ‘En el  fondo, sin embargo, creo que tanto los estadounidenses como los  ingleses están contentos de que exterminemos a la chusma judía’.  Por lo demás la ‘solución final’ no fue adoptada por Hitler  hasta que Alemania estuvo en guerra y tal vez sin la guerra se habría  podido negociar una emigración masiva.  
                  2.-  La guerra se hizo por la autodeterminación de los pueblos. Este argumento no se usó hasta agosto de 1941, cuando Churchill y  Roosevelt crean la Carta Atlántica y el imperialismo descubre que  resultaba más barato conceder la independencia a los países de  África y Asia que mantener costosos imperios coloniales. En realidad  sólo interesaba la autodeterminación de los países que disponían  de petróleo, para lograrlo más barato. Todavía en 1942 el gobierno  norteamericano garantizaba al gobierno de la Francia libre su imperio  colonial en Vietnam.  
                  3.-  La guerra se hizo contra el racismo. Es  un argumento insostenible con argumentos históricos. La segregación  racial (que el Tribunal Supremo norteamericano había declarado  ilegal en 1896) existía de hecho incluso en los barcos que  transportaban tropas a Europa. No hubo ninguna oposición organizada  a la guerra por parte de los negros pero su situación no mejoró ni  durante ni después de la guerra. Por lo demás, los ciudadanos  norteamericanos de origen japonés (110.000 hombres mujeres y niños  sólo en la costa oeste) fueron expropiados y encerrados en campos de  concentración en situación de extrema brutalidad sólo por su  origen étnico.  
                  De  hecho el gobierno alentó durante la guerra posiciones xenófobas y,  por  ejemplo, la revista Time escribió durante la batalla de Iwo Jima:  ‘El japonés corriente es ignorante. Tal vez sea humano. Nada… lo  indica’. Lo mismo sucedió en Inglaterra: ciudadanos ingleses con  nombres que ‘sonaban’ a alemanes fueron sistemáticamente  encarcelados. Sin embargo la peor suerte fue la de los ciudadanos  británicos que para su desdicha tenían apellidos italianos…  incluso judíos con apellidos italianos pasaron toda la guerra en  campos de concentración.  
                  4.-  La guerra se hizo para defender la democracia. Durante la 2ª Guerra mundial hubo 14.000 huelgas en Estados Unidos  con seis millones de participantes, es decir, existía un potente  movimiento obrero. Sin embargo, la Ley Smith (1940) prohibía  cualquier grupo considerado revolucionario; los datos históricos  muestran que la guerra sirvió para reprimir los partidos de  izquierdas en el interior de Estados Unidos, mientras los sindicatos  recibieron enormes presiones para no promover huelgas. En 1941 sólo  cincuenta y seis grandes empresas se repartían tres cuartas partes  de los contratos militares.  
                  Aunque  Zinn no lo cuente, no estaría de más recordar que nunca  Estados Unidos ni Inglaterra fletaron barcos para permitir la huída  de los demócratas españoles tras la guerra civil. Con muy pocas  excepciones (la familia de García Lorca, por ejemplo), a los  demócratas españoles exiliados se les prohibía vivir en Estados  Unidos y sólo eran aceptados en Inglaterra si tenían altísima  capacitación (médicos y profesores universitarios…) que los hacía  útiles para la guerra. Como es bien sabido Estados Unidos dejó caer  a los gobiernos democráticos en Europa central para regalárselos a  Stalin y en España el gobierno norteamericano se alió con Franco  sin que le importase para nada su origen fascista, ni la opresión de  los catalanes que no podían hablar libremente su lengua (no se  permitió la enseñanza oficial del catalán en la escuela hasta 1975  y durante el franquismo ni siquiera se autorizaban diarios en  catalán).  
                  Es  obvio, sin embargo, —volvemos  a Zinn— que la Guerra provocó grandes fortunas y, por ejemplo, un  millonario como John McCone (1902-1991), más tarde director de la  CIA entre 1961 y 1965, ganó 44 millones de dólares construyendo  barcos con una inversión de sólo cien mil.  
                  Tras  de todo el argumentarlo la pregunta queda en pie: ¿fue la 2ª Guerra  Mundial una guerra justa? ¿O  el negocio de unos pocos? ¿O simplemente un ‘mal menor’ ante el  fascismo?