LE POINT: ¿Las Luces son en su opinión un fenómeno exclusivamente europeo? Los historiadores hablan actualmente con facilidad de una China de las Luces, de las Luces en el Islam...
PETER SLOTERDIJK: Si se conciben las Luces como una movilización de la razón contra el mito, se puede, entonces, situarlas un poco por todas partes en la historia del mundo, también en Grecia por ejemplo. Pero en sentido propio, la palabra misma — Lumières en francés, Aufklärung en alemán, Enlightenment en inglés —, remite más bien al contexto europeo de lucha contra el modelo de educación del sistema monástico, heredado de la Edad Media. Las Luces pretenden liberar la educación de la obscuridad de los claustros para abrirla al mundo y escolarizar a la humanidad entera. Ese entusiasmo pedagógico, surgido del Renacimiento y de la Contrareforma, encontrará su formulación metafísica definitiva en el siglo XVIII, antes de llegar a ser culturalmente determinante en el siglo siguiente.
LE POINT: ¿Por qué habla usted de una «metafísica» de las Luces?
PETER SLOTERDIJK: Para comprenderlo mejor, hay que remontarse a un reformador checo, protestante y pedagogo, del siglo XVII, de nombre Jan-Amos Comenius (1592-1670). Menos conocido que Spinoza, es, a mi parecer, el fundador escondido de las Luces. Comenius fue el primero en pensar que la pedagogía puede transformar el mundo y abrazar todos los aspectos de la sociedad. Así funda una auténtica metafísica de la escuela. Para él, el mundo es una gran escuela en que cada cual puede aprender de los demás. Pronto todos los aspectos psicológicos, antropológicos, morales o psicológicos de la vida humana serán interpretados por el pensamiento del siglo XVIII en función de la escuela.
LE POINT: Pero mucho antes, Comenius y los jesuitas otorgaban gran importancia a la Ilustración? ¿Qué aportó de original?
PETER SLOTERDIJK: De una manera muy combativa, efectivamente, los jesuitas se servían ya de las escuelas como un arma para luchas contra el protestantismo. Antijesuita, Comenius quiere que la escuela –repensada de un extremo a otro– haga mejores a todos los seres humanos. En esa óptica describe la historia del mundo como un progreso generalizado y filantrópico, dirigido hacia el porvenir. Una de sus obras más importantes se titula, por lo demás Via Lucis [La vía de la luz, 1642] — la historia se convierte en él en un camino de luz. Retoma así un principio de la filosofía neoplatónica que, en el siglo III de nuestra era, explicaba cómo puede el alma elevarse progresivamente y alcanzar la perfección. La gran originalidad de Comenius consistió en aplicar esa idea neoplátónica a la historia del mundo; en su opinión, la elevación del alma pasa por una educación ilustrada que se inscribe en la historia real y describe el porvenir. Esa idea del progreso y de una historia que ha de llegar en que habrá más luz, es la que impondrá en los autores de las Ilustración. Incluso Rousseau, que desconfía del progreso, otorga a la pedagogía un lugar central en el desarrollo humano. Sin saberlo, todo el pensamiento del XVIII se halla bajo la influencia de Comenius.
LE POINT: ¿Pero este programa resulta todavía actual? Ya en 1983, en su CRÍTICA DE LA RAZÓN CÍNICA decía de las Luces que eran responsables de un cinismo general.
PETER SLOTERDIJK: Criticar la Ilustración no tiene nada de nuevo. Ya en el siglo XIX muchos autores subrayaron el lado obscuro de la modernidad — también el marxismo, aunque de manera ambivalente. La crítica más conocida, sin duda, es la que formularon Adorno y Horkheimer, tras de la 2ª Guerra mundial. Hablan de una «dialéctica» de las Luces, mediante la cual la razón ilustrada se impondría dominando la naturaleza y tendería a su autodestrucción. Desde la filosofía de Francis Bacon hasta las arquitecturas utópicas del siglo XIX, veían construirse un peligroso fantasma de control total de la naturaleza, cuya responsabilidad recaería en las Luces. En general considero el concepto mismo de modernización surgido de las Luces está absolutamente superado. Ya no creemos en esa metafísica de la escuela que pretende una escolarización progresiva del mundo. ¡Incluso la educación nos parece una cosa demasiado importante como para dejarla en manos de pedagogos! Y eso resume, en mi opinión, las reservas que tenemos ante las Luces. Hoy sabemos que el mundo no es una escuela, sino más bien, para hablar como Shakespeare, un teatro o un campo de batalla. O incluso un campo de deportes. Todo el optimismo pedagógico de las Luces hoy está obsoleto.
LE POINT: ¿De dónde procede este desencanto?
PETER SLOTERDIJK: Del hecho que el instrumental lógico de las Luces nos parece excesivamente rudimentario. Pretendían explicar la historia a la manera de un mito primitivo, a saber, que la historia de la humanidad sería la del desarrollo de la razón desde la obscuridad hasta un porvenir ilustrado. Incluso un niño consideraría hoy ridículo este esquema. ¿Por qué? Comenius indirectamente nos da la razón. Decía que la escuela es como un taller tipográfico vivo. Es una metáfora muy hermosa para ilustrar no solo la importancia de la imprenta para el desarrollo de las Luces, sino también su lógica interna. Desde la segunda mitad del siglo XV hasta el silo XIX se desarrolló lo que he denominado «racionalismo tipográfico». Es decir que la Ilustración ordenó el mundo como un tipógrafo alinea los caracteres tipográficos para producir palabras, líneas, capítulos, etc. Es así como la Ilustración pensó el mundo y su historia: como una sucesión de líneas. Esta concepción progresiva, de sorprendente ingenuidad, cristalizó en el siglo XIX, y se halla en el origen de las ideologías destructivas del siglo XX, que estaban convencidas de seguir el curso inexorable de la historia. Debemos rechazar esa parte de la herencia de las Luces
LE POINT: ¿Pero su racionalismo cedió la plaza al irracionalismo?
PETER SLOTERDIJK: Diría más bien que tenemos otra lógica. Ya no creemos en su «racionalismo tipográfico», porque hemos entrado en la época del «racionalismo digital». Los ordenadores, las redes e Internet ofrecen un nuevo modelo de pensamiento, mucho más complejo; en la era del hipertexto, interpretar el mundo y la historia como una novela lineal ya no tiene sentido. Las metáforas del carácter, la línea, del capítulo, se están reemplazando por otras mejor adaptadas al racionalismo digital, enjambre, esfera, cantidad híbrida, espuma. En ESFERAS III – ESPUMAS. En este sentido he tratado de desarrollar una teoría de las pluralidades espaciales para interpretar las sociedades modernas en función de este racionalismo digital. Son fenómenos que el racionalismo tipográfico ni siquiera permite pensar. El racionalismo digital no es simplemente la continuidad del racionalismo tipográfico por otros medios. Rompe también con él. Vivimos en una época que se puede calificar de «postilustrada».
LE POINT: Pero cuando habla de «nuestra» sociedad y de «nuestra» lógica, no prescinde usted demasiado rápido de una buena parte de la humanidad que no vive en la hora digital?
PETER SLOTERDIJK: El «nosotros» en que pienso es el de la comunidad científica mundial que usa esas nuevas herramientas. Naturalmente, como en cada época, existen una cantidad de subculturas, de capillitas, de iglesias y de sectas, que usan unos «programas» más antiguos. En la India, por ejemplo, junto a programadores informáticos se encuentran adeptos del culto de Krishna. En París los cibercafés se encuentran junto a clubs de simpatizantes del comunismo. Pero en conjunto eso no tiene la menor importancia porque el racionalismo digital es mucho más potente que el espíritu de las sectas.
LE POINT: Pero si las Luces han existido, algunos de sus valores sobreviven sin embargo.
PETER SLOTERDIJK: La era tipográfica todavía no ha terminado. Vivimos aún en una sociedad en que la palabra impresa tiene una primacía sobre la palabra hablada y sobre la escritura manuscrita. El racionalismo de las Luces, de hecho, no ha terminado todavía. Por otra parte no se puede ridiculizar su herencia. Por el contrario, ha sido un vehículo importante de la cultura europea entre los siglos XVII y XIX, y han elevado las normas éticas — de tolerancia y de apertura a los otros, por ejemplo — que continúan siendo las nuestras y que nos resulta imposible reemplazar. No olvidemos tampoco que gracias a las Luces ha sido posible que los europeos lograsen emanciparse de las sociedades divididas en estamentos diversos con los clérigos a la cabeza. Ese es un resultado positivo e irreversible que muestra que la Ilustración forma parte de nuestra novela familiar intelectual europea.
LE POINT: Las Luces tenían la ventaja de proponer un modelo claro de universalidad para combatir la barbarie, los obscurantismos, los repliegues identitarios y comunitarios…
PETER SLOTERDIJK: Es una manera demasiado dogmática de plantear el problema. No nos podemos quedar contentos contraponiendo las pequeñas «tendencias obscuras» a las grandes «Luces» de la razón ilustrada. Es excesivamente simplista. El mundo siempre ha estado lleno de aberraciones y de obscurantismos, y la creación de falsas identidades colectivas, potencialmente fanáticas, no es en absoluto extraña al espíritu de las Luces. Por otra parte, no olvidemos tampoco que en el mudo hay miles de pueblos. Ciertamente, los intelectuales franceses tienen una desagradable tendencia a denunciar a las otras comunidades políticas y culturales como comunitaristas — pero olvidan que el concepto francés de «pueblo» tiene él mismo una fuerte connotación comunitaria. Esa no es una manera de resolver los problemas. Y sobre este punto creo que, en efecto, hay que reactualizar ciertos principios fundamentales de las Luces, como el respeto al extranjero. El mundo debe continuar siendo una escuela en que se enseñe y se practique una pedagogía xenófila. Y muchos países, incluso muchos países de Occidente, siguen estando lejos de eso.
Publicado en el número ‘Hors-sèrie’, 26 de LE POINT, dedicado a LES LUMIÈRES – LES TEXTES FONDAMENTAUX. París, 2010. Declaraciones recogidas por François Gauvin. Traducción R.A. © De los autores. Reproducción exclusiva para uso escolar.