IMMANUEL
KANT
Fundamentación de la metafísica de las costumbres
(1785)
ESQUEMA
DE TEMAS BÁSICOS
(Col.
Austral. Espasa Calpe, Madrid, 1990)
[Introducción.
Definiciones]
"Todo
conocimiento racional es, o bien materia, y se refiere a algún
objeto, o bien es formal, y se ocupa solamente de la forma del
entendimiento y de las reglas universales del pensamiento en general,
sin distinción de objetos. La filosofía formal se
llama lógica, mientras que la filosofía material,
que se refiere a objetos determinados y sus leyes, se divide en
dos. Porque estas leyes son, o bien leyes de la naturaleza, o
bien leyes de la libertad. La ciencia de las primeras es la física,
la de las segundas, ética. Aquélla también
se llama teoría de la naturaleza, y ésta, teoría
de las costumbres…
Puede llamarse empírica a toda filosofía que se
apoya en fundamentos de la experiencia, pero la que presenta sus
teorías derivándolas exclusivamente de principios
a priori se llama filosofía pura. Esta última, cuando
es meramente formal, se llama lógica; pero si se limita
a ciertos objetos del entendimiento entonces se llama metafísica.
.. "(Pág. 43-44)
[Tema]
“Puesto
que mi intención aquí se dirige solamente a la filosofía
moral, limitaré la cuestión mencionada anteriormente
a la siguiente pregunta: ¿no se cree que es de la más
urgente necesidad elaborar de una vez por todas una filosofía
moral pura que esté completamente limpia de todo cuanto
pueda ser empírico y pertenezca a la antropología?
… que por consiguiente, el fundamento de la obligatoriedad
no debe buscarse en la naturaleza humana o en las circunstancias
del universo que rodean al hombre, sino a priori, exclusivamente
en conceptos de la razón pura, y que cualquier otro precepto
que se fundamente en principios de la mera experiencia (…)
podrá considerarse, en todo caso, una regla práctica,
pero nunca una ley moral" (Pág. 46).
''La metafísica
de las costumbres debe investigar la idea y los principios de
una voluntad pura posible, y no las acciones y condiciones, tomadas
en su mayoría de la psicología, del querer humano
en general" (Pág. 48).
Capítulo primero.
TRÁNSITO DEL CONOCIMIENTO MORAL COMÚN DE LA RAZÓN
AL CONOCMIENTO FILOSÓFICO.
"Ni en
el mundo ni, en general, fuera de él es posible pensar
nada que pueda ser considerado bueno sin restricción excepto
una buena voluntad.
(…)
La buena voluntad no es buena por lo que efectúe o realice
ni por su aptitud para alcanzar algún determinado fin propuesto
previamente, sino que sólo es buena por el querer, es decir,
en sí misma, y considerada por sí misma es, sin
comparación, muchísimo más valiosa que todo
lo que por medio de ella pudiéramos realizar en provecho
de alguna inclinación y, si se quiere, de la suma de todas
las inclinaciones." (Pág. 54)
"Admitamos
como principio que en las disposiciones naturales de un ser organizado,
es decir, adecuado teleológicamente para la vida, no se
encuentra ningún instrumento dispuesto para un fin que
no sea el más propio y adecuado para dicho fin. Ahora bien,
si en un ser dotado de razón y de voluntad el propio fin
de la naturaleza fuera su conservación, su mejoramiento
y, en una palabra, su felicidad, la naturaleza habría tomado
muy mal sus disposiciones al elegir la razón de la criatura
como la encargada de llevar a cabo su propósito (…)
En realidad, encontramos que cuanto más se preocupa una
razón cultivada del propósito de gozar de la vida
y alcanzar la felicidad, tanto más se aleja el hombre de
la verdadera satisfacción… (Pág. 56)
En efecto, como la razón no es bastante apta para dirigir
de un modo seguro a la voluntad en lo que se refiere a los objetos
de ésta y a la satisfacción de nuestras necesidades
(que en parte la razón misma multiplica), pues a tal fin
nos habría conducido mucho mejor un instinto natural congénito;
como, sin embargo, por otra parte, nos ha sido concedida la razón
como facultad práctica, es decir como una facultad que
debe tener influjo sobre la voluntad, resulta que el destino verdadero
de la razón tiene que ser el de producir una voluntad buena,
no en talo cual sentido, como medio, sino buena en sí misma,
cosa para la cual la razón es absolutamente necesaria,
si es que la naturaleza ha procedido por doquier con un sentido
de finalidad en la distribución de las capacidades. (Pág.
57)
[Para
desarrollar el concepto de una buena voluntad,... Kant pasa a
considerar el concepto de DEBER, que contiene el de una voluntad
buena].
Un ejemplo: Es conforme al deber que un comerciante no cobre más
caro a un comprador inexperto, y muchos vendedores no lo hacen
y así la gente es servida honradamente; pero esto no es
suficiente para creer que el comerciarte ha actuado así
por deber o por honradez, pues lo puede haber hecho por provecho
propio (por que le interesa), para no verse perjudicado o desprestigiado.
Detrás de esta acción se esconde una inclinación
egoísta.
Otro ejemplo: Conservar la propia vida es un deber, todos lo hacemos
espontáneamente y nos sentimos inclinados a hacerlo. Conservamos
la vida en conformidad con el deber, pero no por deber. Si en
circunstancias muy adversas de la vida, llegamos a desear la muerte,
pero no nos quitamos la vida, entonces sí que la decisión
tiene valor moral]
"...
si entonces, cuando ninguna inclinación le empuja a ello,
sabe desasirse de esa mortal insensibilidad y realiza la acción
benéfica sin inclinación alguna, sólo por
deber, entonces y sólo entonces posee esta acción
su verdadero valor moral…
(…) Pero aún en este caso, aunque la universal tendencia
a la felicidad no determine su voluntad, aunque la salud no entre
para él tan necesariamente en los términos de su
apreciación, queda, sin embargo, aquí, como en todos
los demás casos, una ley, a saber: la de procurar cada
cual su propia felicidad no por inclinación sino por deber,
y sólo entonces tiene su conducta un verdadero valor moral.
… En efecto, el amor como inclinación no puede ser
mandado, pero hacer el bien por deber, aun cuando ninguna inclinación
empuje a ello y hasta se oponga una aversión natural e
invencible, es amor práctico, y no patológico, amor
que tiene su asiento en la voluntad y no en una tendencia de la
sensación, amor que fundamenta en principios de la acción
y no en la tierna compasión, y que es el único que
puede ser ordenado." (Pág. 62)
"La segunda
proposición es ésta: una acción hecha por
deber no tiene su valor moral en el propósito que por medio
de ella se quiere alcanzar, sino en la máxima por la cual
ha sido resuelta; no depende, pues, de la realidad del objeto
de la acción, sino meramente del principio del querer según
el cual ha sucedido la acción, prescindiendo de todos los
objetos de la facultad de desear. "(Pág. 62)
"La
tercera proposición, consecuencia de las dos anteriores,
yo la formularia de esta manera: el deber es la necesidad de una
acción por respeto a la ley (…) Una acción
realizada por deber tiene que excluir completamente, por tanto,
el influjo de la inclinación, y con éste, todo objeto
de la voluntad." (Pág. 63-4)
[Ahora
Kant se formula la siguiente pregunta]
"¿Cuál
puede ser esa ley cuya representación, aun sin referimos
al efecto que se espera de ella, tiene que determinar la voluntad
para que ésta pueda llamarse, sin ninguna restricción,
absolutamente buena?
. . . yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda
querer que mi máxima se convierta en ley universal Aquí,
la mera legalidad en general (…) es la que sirve de principio
a la voluntad, y así tiene que ser si el deber no debe
reducirse a una vana ilusión y un concepto quimérico…
“ (Pág. 65-66)
[Kant
se pregunta: ¿Es lícito, cuando estoy en "apuros",
hacer promesas con el propósito de no cumplirlas? y responde]
"...
es cosa muy distinta ser veraz por deber o serlo por temor a las
consecuencias perjudiciales, porque, en el primer caso, el concepto
mismo de la acción contiene ya una ley para mi, mientras
que en el segundo tengo que empezar observando a mi alrededor
qué consecuencias puede acarrearme la acción"
(Pág. 66)
[Humana
condición]
"El hombre
siente en sí mismo una poderosa fuerza contraria a todos
aquellos mandamientos del deber que la razón le representa
muy dignos de respeto; esa fuerza contraria radica en sus necesidades
e inclinaciones, cuya satisfacción total resume bajo el
nombre de ''felicidad''. Ahora bien, la razón ordena sus
preceptos sin prometer nada a las inclinaciones, severamente y
casi con desprecio, por así decir, y total despreocupación
hacia esas pretensiones tan impetuosas y a la vez tan aparentemente
espontáneas que ningún mandamiento consigue nunca
anular. De aquí se origina una dialéctica natural,
esto es, una tendencia a discutir esas estrechas leyes del deber,
a poner en duda su validez, o al menos su pureza y severidad estrictas,
acomodándolas en lo posible a nuestros deseos e inclinaciones,
es decir, ene fondo a pervertirlas y privarlas de su dignidad,
cosa que al fin y al cabo la propia razón práctica
común no puede aprobar en absoluto" (Pág. 69-70).
Capítulo segundo:
TRÁNSITO DE LA FILOSOFÍA MORAL POPULAR A LA METAFÍSICA
DE LAS COSTUMBRES.
“(…)
hallamos que aunque muchas acciones suceden en conformidad con
lo que ordena el deber, siempre cabe la duda de si han ocurrido
por deber, y, por lo tanto, de si poseen un valor moral."(Pág.
71).
"...
Por amor a los hombres voy a admitir que la mayor parte de nuestras
acciones son conformes al deber; pero si se miran de cerca los
pensamientos y los esfuerzos, se tropieza uno por todas partes
con el amado yo, que continuamente se destaca y sobre el que se
fundamentan los propósitos, y no sobre el estrecho mandamiento
del deber, que muchas veces exigiría la renuncia y el sacrificio.
" (Pág. 73)
“Así, por ejemplo, la pura lealtad en las relaciones
de amistad no podría dejar de ser exigible a todo hombre,
aunque hasta hoy no hubiese habido ningún amigo leal, porque,
como deber en general, este debe residir, antes que en toda experiencia,
en la idea de una razón que determina la voluntad por fundamentos
a priori.
Añádase a esto que, si no se quiere negar al concepto
de moralidad toda verdad y toda relación con un objeto
posible, no puede ponerse en duda que su ley es de tan extensa
significación que tiene validez no sólo para los
hombres sino para todos los seres racionales en general, y no
sólo bajo condiciones contingentes y con excepciones sino
de un modo absolutamente necesario, por lo cual resulta claro
que no hay experiencia que pueda dar ocasión a inferir
ni siquiera la posibilidad de semejantes leyes apodícticas.”
(Pág. 73-4)
"Por
todo lo dicho se ve claramente que todos los conceptos morales
tienen su asiento y origen, completamente a priori, en la razón,
y ello tanto en la razón humana más común
como en la más altamente especulativa; que no pueden ser
abstraídos de ningún conocimiento empírico
y, por tanto, contingente; que en esa pureza de su origen reside
precisamente su dignidad, la dignidad de servimos de principios
prácticos supremos…” (Pág. 78-9)
[¿Qué
hay que hacer para seguir adelante?]
". ..
tenemos que investigar y exponer claramente la facultad práctica
de la razón, desde sus reglas universales de determinación
hasta allí donde surge el concepto del deber. . . "
(Pág. 80)
"En la
naturaleza cada cosa actúa siguiendo ciertas leyes. Sólo
un ser racional posee la facultad de obrar por la representación
de las leyes, esto es, por principios, pues posee una voluntad.”
(Pág. 80)
[Se analizan
las características de esta voluntad humana y se muestra
que funciona con “imperativos”. Se analizan los diferentes
tipos de imperativos que pueden determinar a la voluntad]
“La
representación de un principio objetivo en cuanto que es
constrictivo para una voluntad se denomina mandato (de la razón),
y la fórmula del mandato se llama imperativo.” (Pág.
81)
“Pues
bien, todos los imperativos mandan, o bien hipotéticamente,
o bien categóricamente. Aquéllos representan la
necesidad práctica de una acción posible como medio
de conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se
quiera). El imperativo categórico sería aquel que
representa una acción por sí misma como objetivamente
necesaria, sin referencia a ningún otro fin.
(…)
Ahora bien, si la acción es buena sólo como medio
para alguna otra cosa, el imperativo es hipotético, pero
si la acción es representada como buena en sí, es
decir, como necesaria en una voluntad conforme en sí con
la razón, o sea, como un principio de tal voluntad, entonces
el imperativo es categórico." (Pág. 83)
(…)
'"Por último, hay un imperativo que, sin poner como
condición ningún propósito a obtener por
medio de cierta conducta, manda esa conducta inmediatamente. Tal
imperativo es categórico. No se refiere a la materia de
la acción y a lo que ha de producirse con ella, sino a
la forma y al principio que la gobierna, y lo esencialmente bueno
de tal acción reside en el ánimo del que la lleva
a cabo, sea cual sea el éxito obtenido. Este imperativo
puede llamarse imperativo de la moralidad." (Pág.
85-86).
"Ahora se plantea la siguiente cuestión: ¿cómo
son posibles todos esos imperativos?" (Pág. 86)
[Kant
demuestra que sólo hay un imperativo categórico
que ordena a la voluntad como si fuese un deber y no persigue
ningún fin. Dice así:]
"obra sólo según aquella máxima que
puedas querer que se convierta, al
mismo tiempo, en ley universal" (Pág. 92)
[Y también:]
“Obra
como si la máxima de tu acción debiera convertirse,
por tu voluntad, en ley universal de la naturaleza” (Pág.
92)
[A
la luz de estos imperativos Kant examina algunos deberes clásicos.
Recordemos la cuestión del cumplimiento o no de las promesas,
de cobrar o no un precio justo, del suicidio, etc.]
“Así
pues, hemos demostrado por lo menos que si el deber es un concepto
que ha de contener significación e influencia auténticamente
legisladora sobre nuestras acciones no puede expresarse más
que en imperativos categóricos, de ningún modo en
imperativos hipotéticos… Pero no hemos llegado aún
al punto de poder demostrar a priori que tal imperativo existe
realmente, que hay una ley práctica que manda por sí
misma, absolutamente y sin ningún resorte impulsivo, y
que la obediencia a esa ley constituye un deber.
(…)
Es más: tanto mayores serán la grandeza y la dignidad
interior de un mandato cuanto menores sean las causas subjetivas
favorables y mayores las contrarias, sin debilitar por ello en
lo más mínimo la constricción de la ley ni
disminuir ni un ápice su validez" (Pág. 98-9)
[Kant
trata de demostrar que tal imperativo existe]
"Pero
si suponemos que hay algo cuya existencia en sí misma posee
un valor absoluto, algo que, como fin en sí mismo, puede
ser fundamento de determinadas leyes, entonces en ello y sólo
en ello estaría el fundamento de un posible imperativo
categórico, es decir, de una ley práctica.
Ahora yo digo que el hombre, y, en general, todo ser racional,
existe como fin en sí mismo y no sólo como medio
para cualesquiera usos de esta o aquella voluntad, y debe ser
considerado siempre al mismo tiempo como fin en todas sus acciones,
no sólo las dirigidas a sí mismo sino las dirigidas
también a los demás seres racionales. Todos los
objetos de las inclinaciones tienen un valor, pues si no hubiera
inclinaciones y necesidades fundamentadas en ellas su objeto carecería
de valor. Pero las inclinaciones mismas como fuentes de las necesidades
están tan lejos de tener un valor absoluto para ser deseadas,
que más bien el deseo general de todo ser racional sería
el librarse completamente de ellas. Así pues, el valor
de todos los objetos que podemos obtener por medio de nuestras
inclinaciones es siempre un valor condicionado.
(…)
Por lo tanto, si ha de haber un principio práctico supremo
y un imperativo categórico con respecto a la voluntad humana,
habrá de ser tal que, por la representación de lo
que es necesariamente fin para todos por ser un fin en sí
mismo, constituya un principio objetivo de la voluntad y pueda
servir, en consecuencia, como ley práctica universal. El
fundamento de este principio es así: la naturaleza racional
existe como fin en sí misma."
(…)
"El imperativo práctico será entonces como
sigue: obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto
en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin,
y nunca sólo como un medio. (Pág. 103-4)
[Kant trata de mostrar que esto
puede llevarse a cabo]
"El concepto
de todo ser racional, que por las máximas de su voluntad
debe considerarse legislador universal para juzgarse a sí
mismo y a sus acciones desde este punto de vista, conduce a un
concepto estrechamente vinculado a él y muy fructífero,
el concepto de reino de los fines" (Pág. 110).
(…)
"La moralidad consiste, pues, en la relación de toda
acción con aquella legislación por la cual es posible
un reina de los fines. Pero esa legislación debe hallarse
en todo ser racional y ha de poder originarse en su voluntad,
cuyo principio, en consecuencia, es el de no hacer ninguna acción
por otra máxima que ésta: que tal máxima
pueda ser una ley universal y, por tanto, que la voluntad, por
su máxima, pueda considerarse a sí misma, al mismo
tiempo, universalmente legisladora..." (Pág. 111)
(…)
"En el reino de los fines todo tiene un precio y una dignidad.
Aquello que tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente;
en cambio, lo que se halla por encima de todo precio y, por tanto,
no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad...
(Así pues,) la moralidad y la humanidad en cuanto que es
capaz de moralidad son lo único que posee dignidad. ...
"(Pág. 112)
[Conclusión]
"Y aquí justamente está la paradoja: en que
solamente la dignidad del hombre como naturaleza racional, sin
considerar ningún otro fin o provecho a conseguir por ella,
es decir, sólo el respeto por una pura idea debe servir,
no obstante, como ineludible precepto de la voluntad, y precisamente
en esta independencia de la máxima con respecto a todos
los demás estímulos consiste su grandeza, así
como la dignidad de todo sujeto racional consiste en ser miembro
legislador en un reino de fines, puesto que, de otro modo, tendría
que representarse solamente como sometido a la ley natural de
sus necesidades" (Pág. 118)
LA
AUTONOMÍA DE LA VOLUNTAD COMO SUPREMO PRINCIPIO DE LA MORALIDAD.
“La
autonomía de la voluntad es el estado por el cual ésta
es una ley para sí misma, independientemente de cómo
están constituidos los objetos del querer... el principio
de la autonomía no es más que elegir de tal manera
que las máximas de la elección del querer mismo
sean incluidas al mismo tiempo como leyes universales... (Pág.
120).
LA
HETERONOMÍA DE LA VOLUNTAD COMO ORIGEN DE TODOS LOS PRINCIPIOS
ILEGÍTIMOS DE LA MORALIDAD.
(Voluntad
heterónoma: voluntad determinada por principios hipotéticos,
tales como "he de hacer esto o aquello porque quiero conseguir
lo de más allá, mientras que el imperativo moral
manda obrar de este o aquel modo al margen de lo que yo quiera!]
Capítulo tercero
ÚLTIMO PASO DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRES A
LA CRÍTICA DE LA RAZÓN PURA PRÁCTICA
EL CONCEPTO DE LIBERTAD ES LA CLAVE PARA EXPLICAR LA AUTONOMÍA
DE LA VOLUNTAD
“Por
voluntad se entiende una especie de causalidad de los seres vivos
en cuanto que son racionales, y libertad sería la propiedad
de esta causalidad por la cual puede ser eficiente independientemente
de causas ajenas que la determinen, así por necesidad natural
hemos de entender aquella propiedad de la causalidad de todos
los seres irracionales de ser empujados a la actividad por el
influjo de causas ajenas a ellos.
(…)
Voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son la misma
cosa” (Pág. 129-130)
LA LIBERTAD COMO PROPIEDAD DE LA
VOLUNTAD DE TODOS LOS SERES RACIONALES DEBE DE SER PRESUPUESTA
(…)
[Aún
quedan, como es comprensible, algunas páginas del libro,
pero lo esencial del razonamiento de Kant queda recogido en lo
que precede]