N. OBS.: ¿La crisis mundial provocada por la deriva del capitalismo financiero da la razón a los análisis de Marx?
E.H.: Marx comprendió alguna cosa que los economistas convencionales pasaron por alto: el capitalismo es un sistema que evoluciona de manera inestable a través de crisis. Cada vez que se produce una crisis, se produce una reestructuración del sistema. Por lo demás, siguiendo el planteamiento de Marx grandes economistas, incluso burgueses, como Schumpeter, comprendieron muy bien cuál era la manera de funcionar del capitalismo. En los últimos cuarenta años hemos asistido a una deriva bastante patológica de la economía liberal neoclásica, algo absolutamente imprevisto y sin precedente: el sistema quería eliminarlo todo ecepto el propio mercado. A causa de este credo de ‘laisser-faire’ extremo la crisis ha sido más profunda de lo que normalmente cabría esperar; y sin duda engendrará una reestructuración del capitalismo. ¿Pero el capitalismo es capaz de reformarse? Tras de la última guerra lo hizo, gracias a la experiencia de la gran crisis de los años ’30 y de los peligros políticos y sociales vinculados a esa época. Tal vez recuerden ustedes que el eslogan de todos los gobernantes y especialmente de Keynes era ‘never again’, nunca más. Así pues, el capitalismo se reformó inspirándose por una parte en la herencia socialdemócrata y del movimiento obrero y, por la otra, en algunos países, en el pensamiento social-cristiano. Y finalmente sacó incluso algunas lecciones de la Unión Soviética, como por ejemplo, la idea de planificación, de una economía dirigida, controlada, mediante el dominio de toda la macroeconomía. Pues bien, si eso sucedió una vez, puede volver a suceder. No de la misma manera, evidentemente, porque las dos crisis no son las mismas. Lo que acabará apareciendo será una economía mixta, que podrá continuar llamándose capitalismo, según los proyectos sociales que gobernarán el crecimiento económico. Si nos entestamos en maximizar los beneficios del capital, en mi opinión, no funcionará. El ‘fundamentalismo de mercado’, más cercano a la teología que a otra cosa, y sostenido por algoritmos, ha fracasado. Pero en 2009 no pude decirse que su regreso resulte imposible.
N. OBS.: ¿Es el regreso de Marx, pero también el de Keynes?
E.H.: Paradójicamente fueron algunos hombres de negocios quienes a finales del siglo pasado, con motivo de la crisis económica asiática y rusa de los años 1997 y 1998 – que anticipaba la actual – redescubrieron la pertinencia de Marx. Pero desde la actual crisis, evidentemente se habla mucho más del autor de ‘El Capital’ porque el núcleo de su pensamiento es la crítica y el análisis del capitalismo. Por lo que hace referencia a Keynes, fue un espíritu brillante, pero no un gran analista de la historia económica, al contrario que Marx.
(…)
N. OBS.: Usted que desde su infancia en Viena ha visto hundirse tantos imperios, escribió que en el siglo XXI, ‘la edad de los imperios ha muerto’. En el momento actual, en la hora de un mundo globalizado: ¿hay provenir para algún imperio?
E.H.: Es una pregunta difícil, porque eso depende de cómo definamos un ‘imperio’. Imperios coloniales, no lo creo. He de decir que incluso la tentativa de un grupo de estados blancos y de ideólogos blancos para establecer una especie de derecho a la intervención militar no importa donde por razones humanitarias, eso que yo llamo ‘el imperialismo de los derechos humanos’, no ha funcionado hasta el momento. Por razones técnicas, por razones de divisiones entre ellos; pero también porque esa doctrina sólo se puede aplicar a pequeños Estados y no en grandes ámbitos. En este sentido ya no hay más imperios. Sin embargo, en la medida en que una gran parte del mundo pobre depende económicamente de las actividades del mundo desarrollado, evidentemente los imperios continuarán. El problema es el siguiente: ¿se tratará de una dependencia de los Estados respeto a los grandes Estados-imperio o de una dependencia respeto a las multinacionales? Puede decirse que hay un elemento de imperialismo económico que se arriesga a morir si esas empresas multinacionales se emancipan de su Estado de origen y se comportan de manera autónoma. Será un imperialismo de un tipo diferente.
Por lo demás, en la realidad histórica hemos tenido dos tipos de imperios. El antiguo imperio, cuyo único ejemplo subsistente es China. Pese a que China haya sido revolucionaria, en el fondo la expansión de su territorio continua prácticamente sin interrupción desde el siglo XVII. Y todavía no ha acabado. La única parte del territorio imperial que China ha perdido realmente es Mongolia. Por lo demás, los imperios del viejo modelo ya no existen. En este sentido, éste ha sido el gran cambio del siglo XX: el final definitivo de los imperios coloniales del XIX. Un nuevo imperio intentó renacer, pero fracasó. Tanto en el espacio dominado por la Unión Soviética como el dominado por los Estados Unidos.
N. OBS.: En su opinión, el capitalismo globalizado socava los fundamentos de los gobiernos democráticos. ¿Qué porvenir ve usted a la democracia?
E.H.: Pasará mucho tiempo antes de que China llegue a ser democrática en el mismo sentido que Suecia o que Francia. Los problemas del siglo XXI son problemas globales. La globalización existe por todas partes, excepto en política. En política el Estado-nación continúa siendo el único decisor. O por lo menos, algunos grandes Estados-nación, porque la Costa de Marfil, por ejemplo, no decide gran cosa. No existe ninguna institución capaz de hacer tomar decisiones mundiales, excepto si son aceptadas por los Estados dominantes. Las situaciones globales obligan a encontrar soluciones globales. El caso del clima es indiscutible. Mientras cuatro cinco grandes Estados, por lo menos, no estén de acuerdo, se fracasará. En este sentido, la democracia no es pertinente para resolver ciertos grandes problemas – como en mi opinión no, no fue muy pertinente la construcción de la Unión Europea, que avanzó más cuando no estaba sometida a elecciones populares.
* Eric HOBSBAWM (Alejandría, 1917), historiador marxista universitario, fue miembro del Partido Comunista británico hasta la disolución de éste tras la caída del Muro de Berlín. Autor de cuatro libros clásicos: ‘La era de las revoluciones’, ‘La era del capital’, ‘La era de los imperios’ y ‘La era de los extremos’, ha tenido una gran influencia sobre la historiografía universitaria en los países del habla hispana, en Italia y en el Magref.