Karl Marx
               
              
                « La filosofía es al estudio del mundo real lo que el onanismo es al amor sexual»
                  
                  Comentario a una frase de Marx y Engles en 'La ideología alemana’ (1846) 
                 
               
              
              
               
              Para  Marx y Engels la  filosofía (que para ellos básicamente se identifica con la  filosofía hegeliana) consiste en una especie de abuso, por cierto,  un poco risible, de las mayúsculas. Finalmente, la filosofía, como  la masturbación, revela una cierta angustia adolescente, pero  resulta estéril. De hecho, su texto no pretendía enfrentarse a  ‘toda’ la filosofía sino a un grupo muy concreto, el de los  ‘jóvenes hegelianos’. Según Marx y Engels, los jóvenes  hegelianos seguían siendo prisioneros de las abstracciones (la Idea,  el Espíritu…) sin relación alguna con el hombre concreto.
                            
              El  objetivo real al que apuntaba La IDEOLOGÍA ALEMANA era básicamente la obra de Max Stirner; y la  tesis que en el libro se propugna es que, cuando, como Stirner, se  plantea la existencia de un sujeto autónomo, que sólo actúa por  egoísmo y que rechaza, por alienante, todo sistema político o  religioso, en realidad lo que se logra, es inventar otra  generalización vacía (la abstracción que significa el ‘Único’  stirneriano, en este caso).
              
              La  crítica de Marx y Engels a la filosofía consiste en negar cualquier  valor a las ficciones metafísicas (pura masturbación). Para  estudiar el mundo real lo que se debe de hacer es bajar ‘del cielo  a la tierra’ y partir del estudio de los humanos tal cual son y no  como les gustaría ser. El postulado metodológico del marxismo, lo  que se llama, de una manera un tanto petulante, ‘la concepción  materialista de la historia’, consiste en la descripción de las  relaciones que los individuos mantienen entre sí en la historia para  producir sus condiciones de vida.
              
              La  filosofía, como la moral y la religión, no constituye más que el  reflejo o el ‘lenguaje’ de esas configuraciones económicas  socialmente determinadas. Eso se denominará más tarde  ‘supraestructura’ y consiste en ‘ideología’, es decir, en la  justificación interesada del poder de las clases dominantes.
              
              Considerar  la filosofía  como ‘onanismo’ supuestamente abre el horizonte a la revolución,  es decir, a la única situación en que la teoría puede realmente  fecundar la vida, yendo más allá del campo teórico, propio de las  abstracciones conceptuales… Pero, como se sabe muy bien al cabo de  ciento cincuenta años de escrita la frase, Marx y Engels no dejaron  tampoco de ser unos idealistas al poner su fe en la revolución (es  decir, en la idea). Que como tal (y en manos de los estructuralistas  franceses, de Mao o del comité central del PCUS) acabó siendo una  creencia tan esotérica como la de los platillos volantes.