REPUBLICANISMO
Y FILOSOFIA
UNA
ENTREVISTA CON PHILIP PETTIT
El Profesor Philip Pettit (Universidad de Princeton),
autor de Republicanismo (Paidós, Barcelona, 1999), visitó
Barcelona entre el 30 de mayo y el 2 de junio de 2006 para ofrecer
un seminario titulado “De la epistemología de la
ciencia a la teoría social y política”, como
parte de un curso de doctorado de la UAB junto con la Profesora
Ángeles Lizón y el Profesor Antoni Domènech.
Eduardo Moreno Núñez, alumno de ese doctorado, le
entrevistó para SINPERMISO.
- ¿Cuál es el aspecto que nos define como seres
humanos?
Somos seres delicados, con sensibilidad –tan delicados como
nuestros parientes primates- y esto nos conecta con la ecología
natural de tal forma que sólo podemos olvidarla a nuestra
suerte. Como cualquier organismo biológico somos vulnerables
a la delicada interacción con la tierra, el sol y la atmósfera.
Sobrevivimos en los dominios locales del orden biológico
que la historia natural ha arrancado de la mecánica imperial
del universo físico. De esta forma, el elemento ambiental
es absolutamente básico y no puedo eludir mencionarlo antes
de nada, al tratar con esta pregunta así, lo anterior sólo
nos define como seres biológicos, no en nuestra identidad
específicamente humana. ¿Entonces qué aspecto
nos identifica como seres humanos?
Aquello que nos distingue como seres humanos es el hecho de que,
de manera particular respecto a otras especies, tenemos acceso
a una forma de influenciar a otro que no implica, fuerza, coerción,
manipulación, intimidación, o alguna cosa de este
tipo. Nosotros ofrecemos al otro razones por las que pensamos
que debemos pensar esto o lo otro, vivir de esta u otra manera,
y habiendo ofrecido estas razones, dejamos al otro libre para
que decida por sí mismo. Prestamos al otro nuestras mentes,
dejando de lado nuestros intereses. Ejercitamos la razón
para un fin común.
No razonamos con los otros tanto, como lo muestra el hecho de
que, gran parte de la vida humana se ha utilizado para hechizar,
engatusar o molestar a otro, o sólo en estar junto al otro,
disfrutando de su compañía. Pero el fácil
flujo del contacto regular siempre mantiene abierta la posibilidad
de concurrir al uso de la razón. Hacemos esto cada vez
que pedimos consejo; cada vez que aconsejamos por propia iniciativa;
cada vez que aventuramos una opinión o damos cuenta de
un hecho; cada vez que invitamos a otra persona a formar parte
de alguna iniciativa; cada vez que unimos nuestras mentes con
una empresa común; cada vez, incluso, en que ofrecemos
un intercambio o una ocupación. Nos presentamos a nosotros
mismos como criaturas pertenecientes a una mente común,
capaces y dispuestos a hacer que nuestros pensamientos sean accesibles
a otra persona.
La práctica de razonar juntos, o la de vivir con la disposición
a razonar, representa una posibilidad y un ideal que viene a nosotros
de forma tan natural como el respirar. No obstante, es una práctica
que se desvanece muy a menudo, cuando recurrimos oportunistamente
al engaño, al amago, o a la violencia, o confiando en cualesquiera
recursos de intimidación que resulten disponibles. Así
que el punto que nos define como especie, quisiera decir, es cómo
podemos mantener la regla de la razón accesible en nuestro
trato con otra persona. Algunos de nuestros encuentros serán
en privado, como los intercambios en la familia, entre amigos,
en el vecindario o en el puesto de trabajo. Otros serán
públicos, ocurriendo en los lugares donde organizamos la
iglesia y las empresas, sindicatos y partidos políticos,
incluso en relaciones públicas entre personas y estados.
En todos los niveles, el punto es cómo podemos mantener
vivo el ideal de tratar con otros como centros de razón
en común con la nuestra.
- ¿Qué tipo de teorías sociales y
políticas reflejan esta caracterización de los seres
humanos?
Entendida ampliamente, la tradición republicana siempre
se ha mantenido firme en reconocer a los ciudadanos y ciudadanas
como personas que pueden y deben vivir con otras dentro del marco
de una razón común. Bajo un ideal de libertad en
que nadie pueda mantenerse sobre otro, capaz de interferir a voluntad
o con impunidad, prescribe precisamente la regla de la razón
de que estoy hablando. Por lo que si las cosas están organizadas
de tal forma que la dominación de este tipo es eliminada
o sustancialmente reducida, entonces la influencia mutua estará
restringida a ejercicios de razón y persuasión.
Fuerza y coerción, manipulación e intimidación,
serán marginalizadas en las vidas de los compatriotas.
Este, al menos, es el ideal. Históricamente, por supuesto,
las ciudadanas y ciudadanos de cualquier república no han
podido participar del poder, estando éste restringido a
los hombres propietarios no extendido universalmente, tanto como
nos gustaría ver extendido en una república actual.
Y la república de la razón nunca ha sido nada más
que un ideal: un ideal regulativo, en la terminología de
Kant, de quien los regímenes actuales pueden tomar su guía.
Atraído por la tradición del pensamiento republicano,
Kant fue uno de los primeros en articular el ideal de la regla
de [la] razón en términos filosóficos. Su
lenguaje de respeto captura muy bien el ideal. La noción
de respeto mutuo puede ser equiparada con la renuncia a todas
las formas de mutua influencia más que al discurso razonado
y el fácil contacto regular en el que el discurso razonado
se mantiene como permanente posibilidad.
- ¿Por qué no podemos ser contractualistas a la
hora de hacer teoría política?
Los contractualistas, en particular aquellos que siguen a T.M.
Scanlon, dan una importancia central a la regla de [la] razón,
o a la regla de la co-razón. Ellos argumentan que la misma
noción de actuar erróneamente puede ser identificada
con la noción de actuar contrariamente a principios que
nadie en un intercambio co-razonado podría “razonablemente”
rechazar –sobre las bases de “razones personales”-
como principios para vivir conjuntamente con otros. Tengo mis
dudas respecto a la teoría, sin embargo, por tres razones.
En primer lugar, no veo por qué deberíamos restringirnos
sólo a razones personales –razones que sólo
pueden comprometernos a nosotros- al pensar sobre los principios
que deberíamos aceptar. Sospecho que enfocarlo en razones
personales se explica mejor por el hecho de que es necesario eludir
un problema del contractualismo que muchos han evidenciado; yo
lo pongo de manifiesto realmente, en The Common mind. Éste
problema es que si los principios son recomendados sobre la base
de que ciertas consideraciones comúnmente reconocidas los
avalarían –es decir, consideraciones sobre paz justicia
o felicidad- entonces pareciera que aquello que hace que los principios
por los que definir lo correcto, y distinguirlo de lo equivocado,
no es que uno no pueda rechazarlos sino que ellos tienen el apoyo
de tales consideraciones.
Los otros dos fundamentos sobre los que dudo acerca del contractualismo
son relevantes, incluso si este primer argumento es rechazado.
Uno es que no estoy seguro de que podamos persuasivamente identificar
estos principios que encajarían en el programa contractualista.
El otro es que incluso si fuéramos capaces de identificar
estos principios, no creo que pudiéramos definir el derecho
conforme a ellos. Siempre podemos imaginar situaciones de emergencia,
circunstancias perversas, en las que puede ser permisible, incluso
obligatorio, abrir una brecha en los principios a causa de un
bien mayor: es decir, dejar de lado a alguien para dar el paso
requerido para salvar un gran número de vidas.
- ¿Por qué deberíamos ser republicanos?
Creo que la tradición republicana nos ofrece un programa
de investigación para hacer teoría política.
La idea principal es que, en la medida de lo posible, nadie debe
estar sujeto al control incontrolado de otros –a su poder
arbitrario-, ni siquiera al control incontrolado del Estado; y
ello, a pesar del hecho de que el Estado es necesario como un
medio para reducir los niveles privados de control incontrolado
que algunos pueden tener sobre otros. El Estado reducirá
los niveles privados de control incontrolado protegiendo o fortaleciendo
a los relativamente débiles -y en algunos aspectos todos
somos débiles- y restringiendo o regulando a los relativamente
fuertes. Y el Estado hará esto, sin ser él mismo
un centro de control incontrolado, en tanto existan apropiados
impedimentos constitucionales, democráticos y contestatarios
impuestos por los ciudadanos sobre el Estado. Estos impedimentos
servirán como poderes de control de cada ciudadano. Ellos
asegurarán que mientras el Estado controle a las personas,
como tiene que hacerlo para cumplir su cometido, en si mismo representa
un centro de control controlado –poder no arbitrario—
y entonces algo no esencialmente hostil a la libertad.
Esta idea central recoge una larga tradición histórica,
que se basa en la experiencia de la gente común acerca
de los males de la dominación, y otorga una base tanto
para la formación de pautas constitucionales como para
el desarrollo de un programa político para el gobierno.
La idea brinda un programa de investigación para la teoría
política en el sentido de que provee estímulos y
un marco para elaborar los diseños institucionales que
puedan servir mejor a los propósitos políticos.
- ¿Crees que existen republicanismos de derecha,
de centro y de izquierda, y aun de extrema izquierda?
La idea nuclear del republicanismo puede ser desarrollada en el
marco de una filosofía política y constitucional,
sobre las posiciones que acabo de mencionar sólo con la
ayuda de asunciones empíricas: idealmente, supuestos contrastados
y nacidos de modelos empíricos y de investigación.
Como con cualquier idea abstracta, una variación en esos
supuestos intermedios hará la diferencia en las medidas
y políticas precisas que la idea puede respaldar.
La variación izquierda-derecha en los enfoques republicanos
se corresponde con una variación en el grado de pesimismo
que los teóricos mantienen sobre la vida política
y social. Aquellos que son enteramente optimistas, y creen que
los seres humanos pueden ser completamente altruistas y virtuosos,
se sitúan más a la izquierda, defendiendo esquemas
utópicos de reconstrucción. Aquellos que son totalmente
pesimistas, y creen que los seres humanos en realidad son corruptos
y maliciosos, prefieren evitar cualquier medida que altere un
status quo bien logrado. Creo que ambos extremos están
cercanos a la estupidez. La gente a menudo exhibe niveles heroicos
de virtud cívica, como piensan los optimistas; pero, recurriendo
a un tópico pesimista, aun las mejores personas son corruptibles:
todo poder corrompe, como la tradición republicana siempre
enfatizó. Creo que la verdad reside en este terreno intermedio
y que las reformas que han sido estudiadas y serán puestas
en práctica de forma incremental, nos permiten determinar
exactamente qué medidas, entre aquellas que el ideal republicano
parece avalar, pueden ser llevadas a cabo.
- ¿Qué piensas sobre la Renta Básica
(universal e incondicional)?
Me parece una excelente idea institucional y me encantaría
ver a los gobiernos comenzando a experimentar con su introducción.
El primer requisito de la libertad republicana es una capacidad
básica de funcionamiento, en la terminología de
Amartya Sen, y esta propuesta sostiene una determinada manera
de conseguir esa capacidad.
- Creemos que la concepción liberal de libertad
tiene mayor presencia que la republicana en la universidad; ¿por
qué esto es así? (si es que es así)
La tradición republicana romana se distingue por dos rasgos:
uno, la confianza en la noción de libertad como no-dominación,
explicada anteriormente; y, dos, la creencia de que la mejor forma
de evitar que un gobierno sea dominante es sujetarlo a restricciones
asociadas con lo que se denomina “constitución mixta”.
Estas restricciones incluyen elección democrática,
separación de poderes, imperio de la ley, el requisito
de dar razones para las decisiones públicas, funcionariado
público rotativo y limitado, y la exposición a la
crítica de una ciudadanía vigilante. La tradición
liberal del siglo XIX remplazó la preocupación por
el control incontrolado por la preocupación por la interferencia,
de cualquier tipo, pasando por alto el hecho de que una persona
puede estar controlada o dominada y aun así no sufrir una
interferencia –el control puede ser del tipo de un amo “bondadoso”;
e ignorar el hecho de que una persona puede sufrir interferencias
y aún así no ser dominada: el control, como en la
república ideal, debe ser controlado a sí mismo
Pero la distinción entre las tradiciones permanece en disputa.
En primer lugar, los liberales del siglo XIX tomaron como sus
héroes a ciertas figuras, como Locke o Montesquieu, quienes
se habrían situado a sí mismos dentro de la amplia
escuela republicana. Segundo, muchos de ellos, como John Stuart
Mill, mantuvieron muchas de las preocupaciones basadas en la libertad
asociadas con el enfoque republicano. Tercero, todos ellos retuvieron
una conexión con los dispositivos de la constitución
mixta, aunque no siempre los consideraron como derivaciones del
ideal republicano de libertad
A causa de estas conexiones, yo ahora estoy más preocupado
de lo que solía estarlo antes por el empleo de palabras
tales como “liberal” y “republicano” y
he comenzado a describir ocasionalmente el enfoque que me gusta
como ‘civilismo”. La palabra ‘liberal’
en los EEUU es el único y solitario punto de referencia
disponible para estar en el centro o en la izquierda. Por lo tanto,
me parece que casi nadie en la izquierda entre mis colegas americanos,
incluso aquellos con una mente similar a la mía, están
preparados para abandonar el término ‘liberal’,
¡y mucho menos asumir el término ‘republicano’!
Puede ser el momento para que un neologismo sea traído
a escena.
©
SIN PERMISO, junio 2006