JOHN STUART MILL VERSUS AUGUSTE COMTE
Ursula BEDOGNI
John Stuart Mill fue el difusor más fiel de la filosofía positivista en Gran Bretaña. En 1843 ya había contribuido a dar a conocer el CURSO DE FILOSOFÍA POSITIVISTA de Auguste Comte citándolo como obra de referencia en su SISTEMA DE LÓGICA INDCTIVA Y DEDUCTIVA, pero no fue hasta 1865 cuando se decidió a publicar una serie de artículos que habían salido anteriormente en la Westminister Review bajo el título ‘Auguste Comte y el positivismo’. En esta obra Mill reconoce que Comte lo impulsó hacia una concepción orgánica del papel de las instituciones sociales y que despertó su interés en relación con la filosofía de la historia.
CRÍTICA A COMTE. No obstante, el pensamiento de John Stuart Mill estaba abocado a discrepar con el planteamiento expresado en la obra de Auguste Comte. Mill critica el absolutismo determinista del positivismo, así como toda expresión de absolutismo social o religioso.
La realidad del ser humano está sometida a un irreductible dinamismo, y las razones que empujan a los hombres a actuar de forma determinada nunca pueden ser objeto de previsiones científicas deterministas. Esta realidad conlleva la negación y el rechazo de todo ordenamiento social y político que tienda a ejercer un control absoluto sobre los individuos.
LA INDEPENDECIA DE LAS CIENCIAS. En su SISTEMA, Mill había afirmado la autonomía de la lógica y la psicología de las ciencias, aun sin ignorarlas. Para Mill no fueron las ciencias las que fundaron la lógica, sino todo lo contrario.
Además, en el ensayo SOBRE LA LIBERTAD, John Stuart Mill había postulado el derecho y el deber de disentir de la tiranía de la opinión de la mayoría, no por rebelión, sino en nombre de la búsqueda de la verdad, que no puede ser propiedad de un único hombre, partido o ciencia. O puede serlo solamente en circunstancias excepcionales o en materias muy limitadas.
Según Mill, el método de conocimiento era la filosofía, indiscutiblemente subjetiva e individual, que, al convertirse en objeto de estudio, se planteaba de modo objetivo, como dato que caracterizaba a los seres humanos.
CAUSAS DEL ALEJAMIENTO DE COMTE. Cierta crítica afirma que Mill empezó a alejarse de Comte cuando descubrió su opinión acerca de la cuestión femenina, derivada de la frenología. Por un lado, Comte consideraba a las mujeres objetos dignos de adoración, pero al mismo tiempo las tenía como seres inferiores y menos inteligentes. En realidad, Mill ya se había distanciado mucho antes, aunque nunca rechazó todos los aspectos de la filosofía comtiana. Comte había evidenciado con gran fuerza y y persuasión el carácter no absoluto del conocimiento humano. Mill seguía considerando válida la concepción comtiana de los tres estadios de desarrollo del conocimiento humano y juzgaba favorablemente el planteamiento del CURSO DE FILOSOFÍA POSITIVA acerca de la clasificación de las ciencias.
EL PLANTEAMIENTO DE LAS INFERENCIAS INDUCTIVAS. Según Mill, Comte supo individuar la dinámica de la relación entre el desarrollo del conocimiento y la construcción de la teoría científica. No obstante, Comte había eludido y subestimado el problema de las inferencias inductivas, especialmente en el concepto de causalidad. El filósofo francés que un fenómeno físico puede ser la causa de otro únicamente por la ley de sucesión, luego sólo en este sentido podía ser objeto de conocimiento científico. Mill, en cambio, admitía tanto las leyes de sucesión como las de coexistencia, es decir, el hecho de que la noche siga al día no demuestra que el día es la causa de la noche.
EL RECHAZO COMTIANO DE LA PRUEBA Y EL EXPERIMENTO. Mill también criticó el rechazo, por parte de Comte, de la prueba y del experimento. Según Comte, ‘la estructuración teórico-sistemática del conocimiento’ era algo útil desde el punto de vista subjetivo en cuanto que respondía a la exigencia humana de satisfacer una instintiva predilección hacia el orden y la armonía. Mill observó que de esta forma se derrumbaban los principios esenciales que conforman la concepción positiva de la ciencia.
Evidentemente, la parte intelectual no es la más poderosa de nuestra naturaleza; quizá sea una de las más débiles. Sin embargo, la parte intelectual guía y actúa de manera conjunta con todas las fuerzas unidas de las partes de nuestra naturaleza que pueda arrastrar consigo. Si es obvio que las pasiones del individuo son una potencia dotada de energía más que una simple convicción intelectual, también es cierto que las pasiones tienden a dividir y no a unir a la humanidad. Las pasiones pueden colaborar solamente si están guiadas por el despertar de nuestra inteligencia, que hace abandonar las aspiraciones animales y los deseos más fuertes y vulgares.
© Ursula BEDOGNI: JOHN STUART MILL, VIDA PENSAMIENTO Y OBRA, Barcelona: Planeta, 2008, pp.81-83. Reproducción exclusivamente para uso escolar.