¿POR QUÉ UN UTILITARISTA CONSECUENTE DEBERÍA HACERSE VEGETARIANO?
El utilitarismo defiende un principio de hedonismo colectivo que se manifiesta de tres maneras: (1) se trata de buscar el mayor placer, útil para el mayor número. Considera este placer (2) en términos de bienestar colectivo y defiende, además, (3) que en nuestras relaciones sociales debemos conducirnos según una regla de imparcialidad.
Por la regla de imparcialidad, en nuestra acción –o por lo menos en aquella acción cuyas consecuencias sean públicas– y a efectos de cálculo no se puede discriminar a nadie porque cada cual vale lo mismo (es decir, vale por un uno y sólo por uno), y porque el dolor de todos (hombres o mujeres, blancos o negros, humanos o no humanos), vale lo mismo y merece, en consecuencia, el mismo respeto.
La única prioridad imparcialmente considerada que acepta un utilitarista es la que se base en la necesidad objetiva de un bien. Si las mujeres sufren más que los hombres y los animales no-humanos sufren más que los humanos, a ellos les corresponderá la prioridad a la respuesta de sus problemas.
Pues bien, si aplicamos imparcialmente la regla del mayor placer para el mayor número, el hecho de hacernos vegetarianos significaría inmediatamente un aumento del bienestar y de la vida placentera sobre la Tierra.
Hay tres razones básicas por las que un utilitarista consecuente debiera hacerse vegetariano:
1.- El vegetarianismo es una opción alimentaria energéticamente mucho más eficiente que una alimentación carnívora.
2.- El vegetarianismo es una opción alimentaria que disminuye la contaminación ambiental.
3.- El vegetarianismo disminuye la cantidad de dolor realmente existente.
En primer lugar vemos que en la cadena trófica la producción de carne y lácteos es ecológicamente ineficiente. Considerando la gran cantidad de pienso, suelo, y energía que se necesita para producir carne, recibimos mucho menos de lo que invertimos en ella.
La energía que una vaca recibe de su comida diaria la invierte básicamente en poder moverse, en mantener su temperatura corporal y en su funcionamiento fisiológico en general. Sólo una pequeña parte del pienso que come se convierte en carne que luego pueden comer los humanos. Según el geógrafo Vaclav Smil (Universidad de Manitoba, Canadá), el ganado alimentado con granos puede convertir sólo el 2,5 de su energía en alimento para el consumo humano. [Véase su libro: ‘Alimentar al mundo’; Ed. Siglo XXI]. Eso quiere decir que para producir doscientos gramos de bistec se necesitan dos quilos de cereales o más, es decir la alimentación suficiente para cinco niños. De la misma manera, una típica dieta europea omnívora requiere cinco veces más de suelo que una dieta basada en proteína vegetal.
Sucede además que el ganado para alimentación de humanos representa según la FAO un 18% de las emisiones globales de efecto invernadero. El óxido nitroso que proviene del ganado supone el 65% de las emisiones producidas por el hombre. La crianza y el procesado del ganado emite también el 37 % del metano inducido por los humanos (el metano tiene 23 veces más impacto que el dióxido de carbono en el calentamiento terrestre). Además los excrementos de los animales contaminan el suelo y las aguas residuales. Si nos ‘convirtiésemos’ al vegetarianismo, la contaminación disminuiría, pues, de una manera significativa.
En tercer lugar, una alimentación vegetariana conllevaría una gran disminución de dolor para millones de animales no-humanos. 574 millones de pollos se sacrificaron sólo en el año 2006 en España. Piénsese, pues, en la cantidad de dolor evitable con una simple cambio de dieta. Y eso sin tener en cuenta el dolor humano también evitable mediante la dieta vegetariana, en la medida que el consumo de carnes y embutidos fomenta la obesidad, las infecciones y las depresiones, además de ser un factor de riesgo en la diabetes, la arteriosclerosis y el infarto.
Con una alimentación vegetariana se reduce, pues, el malgasto de recursos, disminuye la contaminación y se limia la cantidad de dolor. Es decir, aumenta de una manera muy considerable el bienestar de todos, sin disminuir el bienestar de nadie (excepto si usted es comerciante de jamones al por mayor).
En todo caso, un utilitarista es ‘bienestarista’, es decir, el trato ético a los animales no es para él una finalidad en sí misma, sino un instrumento (para mejorar la salud humana, para vivir más feliz absteniéndose de ingerir carne cadavérica). El utilitarista es, como se ha dicho, un hedonista y el vegetarianismo, ya sea puro, (o ‘vegano’, es decir que tampoco consume lácteos, huevos, pescado ni miel), o mixto (es decir, que consume algunos de estos productos) le ofrece un instrumento que aumenta la felicidad personal y colectiva.