DIÁLOGO
ENTRE EDWARD O. WILSON Y EDUARDO PUNSET – DEL LIBRO «CARA
A CARA CON LA VIDA, LA MENTE Y EL UNIVERSO». Ed. Destino,
Barcelona, 2004, pp. 104-118
[FRAGMENTOS]
Edward
O. Wilson tiene su despacho en el piso más bello del Museo
de Ciencias Naturales de la Universidad de Harvard. Rodeado de
fotografías de hormigueros –a cuyo estudio ha dedicado
gran parte de su vida académica– ha llegado a la
conclusión, para él irrefutable, de que sólo
una cosa separa a los humanos de un superorganismo como el de
las hormigas, las avispas o las termitas: los homínidos
nunca renuncian totalmente a la defensa de su individualidad en
aras del interés general del enjambre, o en su caso, de
la comunidad.
EDUARDO
PUNSET: Durante miles de años la vida ha sido más
o menos predecible, tanto que los científicos habéis
podido desarrollar modelos de vida. Tu mismo decías que
podía haber bacterias en cualquier lugar de la Tierra y
que si hubiera agua para poder nadar aparecerían enseguida
unos pequeños protozoos que lo invadirían todo como
predadores. Y analizando la evolución se pueden prefigurar
leyes. Tomemos el espacio: cuanto más grande es el espacio
mayor es el animal. Y cuánto más estable es el clima,
más especies hay. En los próximos mil años,
¿podemos predecir la vida y sus modelos de la misma manera?
¿Qué ha sucedido con los modelos de vida?
EDWARD
O. WILSON: La gran imagen de la evolución de la vida en
la Tierra ha sido una expansión regular: desde el principio
con unos organismos unicelulares simples muy pequeños,
hace más de tres mil quinientos millones de años,
hasta la actualidad; de las aguas marinas a la tierra, el agua
dulce y el aire. De manera que hoy se encuentra la vida en cualquier
lugar concebible: donde quiera que haya agua, o la promesa de
agua, hay vida –como mínimo en forma de bacterias
u hongos microscópicos. Hay vida de polo a polo, desde
la Antártida hasta el casquete del polo Norte, desde la
cima del Everest hasta las profundidades del Challenger a doce
mil metros de la superficie del mar. Éste es uno de los
grandes modelos: que la vida envuelve a todo el planeta, en cada
forma concebible de hábitat. Y otro modelo importante en
la evolución de la vida y en ese inmenso periodo de tiempo
tan grande es la expansión regular y la diversidad de las
formas de vida. Desde un pequeño número de especies
–si es que se puede llamar especies a esos organismos–
a hoy, hay una cantidad desconocida de especies. Sabemos que hay
entre 1,5 y 1,8 millones de especies conocidas, identificadas
y con un nombre científico, pero la estimación del
número de especies de la Tierra...
E.P.
Puede ser de diez millones.
E.W.
Varía entre 3,5 y 10 millones. Nadie lo sabe porque sabemos
muy poco sobre las bacterias, que son los organismos más
pequeños que nos rodean.
E.P.
Y esta diversificación de las especies no es nada fácil
del comprender, ya que todos arrancamos de unas pocas. ¿Y
cómo demonios nos encontramos con tal diversidad en ese
cuadro casi clónico? ¿Cuáles son los motivos
para la multiplicación de las especies? ¿Quién
las ha empujado a crearse?
E.W.
Comprendemos bastante bien cuáles son los factores que
han determinado la aparición de cierto número de
especies halladas en un lugar en particular de la Tierra. La forma
más fácil de recordarlas es con las letras ESA.
Para empezar, E de energía: cuanta más energía
se tiene, sobre todo solar, más especies se pueden mantener:
más energía, más especies. Éste es
el motivo por el cual se encuentran más especies en las
regiones del ecuador, sobre todo en las zonas tropicales, las
más húmedas de la selva tropical, los bosques húmedos.
La S significa estabilidad. Cuanto más tiempo un área
ha sido la misma, según el número de millones de
años que un área ha permanecido igual y no ha cambiado,
se encuentran más especies. Como la evolución continúa,
las especies se ajustan muy bien no sólo al entorno, sino
entre ellas por la simbiosis, cuando se combinan entre ellas en
sistemas y se convierten en estables. Éste es el motivo
del factor estabilidad, y es por él que el lecho marino,
que está a miles de metros de profundidad y sometido a
una oscuridad completa, está habitado por un gran número
de especies a pesar de la falta de energía, porque todo
es estable, ha permanecido igual durante miles de años.
Y la A significa área: cuanta más área más
especies pueden vivir de forma sostenible. De manera que en una
isla muy pequeña de las Antillas, de un par de kilómetros
cuadrados, puede que no haya más que tres o cuatro tipos
de lagartos, una especie de reptiles. Una isla de tamaño
mediano como Jamaica o Puerto Rico, puede que tenga veinte o treinta,
pero una isla más grande como Cuba, puede que tenga cien.
Éste es un factor importante: cuanto más grande
sea el área en que puedan habitar las especies más
número de especies pueden vivir.
E.P.
De manera que ha llegado un momento en que, a pesar de haber grandes
áreas y energía disponibles, nos encontramos en
un cuello de botella, en el sentido de que ha habido un aumento
de la población y un mayor consumo de energía. Tu
mismo has dicho que si el resto del mundo alcanzara los niveles
de consumo de Estados Unidos, con la tecnología que tenemos,
se necesitarán no uno, sino cuatro planetas como el nuestro
¿En qué punto nos encontramos?
E.W.
Durante los últimos cuatrocientos cincuenta millones de
años ha habido grandes extinciones y conocemos muy bien
una de ellas: la que sucedió en la época de los
dinosaurios hace sesenta y cinco millones de años, debido
a un meteorito gigante. La extinción más grande
se produjo durante el periodo Pérmico, hace cientos de
millones de años, y es posible que también fuera
debido a un meteorito. De forma que la vida se expande continuamente,
y luego se elimina en gran parte. Eso ocurre a grandes rasgos
cada cien millones de años, y después cuesta diez
millones de años restaurar la diversidad y continuar. Una
de las grandes extinciones, la que sucedió hace sesenta
y cinco millones de años, fue precedida por una expansión
enorme de la vida que produjo lo que nosotros conocemos ahora
como los mamíferos –entre los que nos incluimos–,
los insectos –que se expandieron enormemente– y las
plantas con flores que reemplazaron a las coníferas, como
los pinos y los abetos.
E.P.
Has dicho que cuesta diez millones de años recuperarse
E.W.
Diez millones de años después de un periodo de gran
extinción. Y lo que estoy diciendo es que probablemente
de diez a veinte mil años antes de que los seres humanos
se establecieran por completo en el planeta, hubo una revolución
agrícola que permitió que la población se
consolidara. Es posible que la vida de hace diez o veinte mil
años tuviera su pico de diversidad, y entonces aparecimos
nosotros, que somos el gran meteorito.
E.P.
Nosotros somos el gran meteorito.
E.W.
Sí, lo somos. En la actualidad estamos reduciendo la diversidad
y nos encontramos ante la sexta extinción, en las primeras
etapas. Y esto nos lleva a la idea del cuello de botella de la
que tanto he escrito. El cuello de botella es la superpoblación
de humanos, ya que muchos humanos destruyen gran parte del entorno
natural y las especies para poder mantenerse. También está
relacionado con el aumento del consumo per capita, ya que las
personas, en todo el mundo, están aumentando la cantidad
de elementos y de productos que consumen. La combinación
de un aumento de la población y del consumo personal lleva
a una eliminación de lo que se puede llamar el capital
natural del mundo. Hemos heredado un cierto capital natural del
mundo, una herencia de naturaleza económica que forma parte
de una economía de mercado que ahora estamos usando y destruyendo.
La idea del cuello de botella tiene un elemento de esperanza basado
en el hecho de que, aunque ahora hay más de seis mil trescientos
millones de personas en el mundo, el índice de crecimiento
está disminuyendo. Parece ser que las mujeres, en cuanto
tienen cierta educación e independencia, optan por determinar
su propia vida y los hijos que quieren tener...
E.P.
En lugar de tener más han decidido tener menos...
E.W.
Han optado por la calidad y han decidido tener pocos hijos, en
vez de una gran cantidad que se esparce como los árboles
o las semillas de un árbol. Y moviéndose en esta
dirección, las mujeres de todo el mundo, y especialmente
las de los países industrializados de Europa, Estados Unidos
y ahora Asia, están disminuyendo el índice de fertilidad
y de nacimientos a un nivel inferior a lo que denominamos el punto
de ruptura, que es un poco más de dos hijos por mujer.
Cuando se alcanza esto se llega a un índice cero de crecimiento
de la población. Es por esto que las Naciones Unidas pueden
vaticinar que llegaremos a un máximo de nueve mil millones
de personas, que sigue siendo casi el doble de lo que tenemos
ahora.
E.P.
Y sólo entonces podremos superar el cuello de botella.
E.W.
Pero el problema es cómo hacerlo sin destruir el planeta
Tierra y sin destruir el resto de la vida, que es lo que estamos
haciendo.
E.P.
A menudo señalas que nuestro cerebro tiene algo que ver
con el cuello de botella. De hecho tú has dicho dos cosas:
que hay una sorprendente indiferencia del cerebro hacia el entorno,
hacia la protección de las especies, ya que nuestro cerebro
se preocupa por un área geográfica muy pequeña,
y está demasiado preocupado sólo por familiares
próximos y tiene una perspectiva muy reducida, de una,
dos o tres generaciones. Dices, por otra parte que el cerebro
da muestras de ¿biofilia?... al echar de menos a la naturaleza,
¿es así?
E.W.
Gran parte de esta dificultad tan grande para salir del cuello
de botella se debe al gran nivel de consumismo en el mundo industrializado.
Y Estados Unidos está a la cabeza del consumo. Se ha estimado
que para que todas las personas del mundo –unos seis mil
millones– puedan vivir al mismo nivel de consumismo que
tienen los estadounidenses, se necesitarían cuatro planetas
más como la Tierra. Esto nos ponen ante el gran problema
de mantener o mejorar la calidad de vida, a la vez que reducimos
el consumo. Éste es el gran reto tecnológico al
que se enfrenta la humanidad en la actualidad. La tendencia a
consumir en exceso y de forma agresiva y competitiva en todo el
mundo se debe a que el cerebro está hecho así, es
decir que, en parte, es una muestra de la naturaleza del ser humano.
Es indiscutible que estamos influenciados por nuestra naturaleza
biológica. Un rasgo de la naturaleza humana es la tendencia
de las mujeres a rebajar el índice de fertilidad cuando
son independientes; es una cualidad de la naturaleza humana providencial
y maravillosa. Otra es pensar sólo a corto plazo: como
mucho, cuando pensamos en el futuro, pensamos en la próxima
generación y sólo en un espacio muy pequeño,
a lo sumo, en nuestra propia comunidad y como mucho en nuestro
país. El resultado es que cometemos unos errores terribles
en los campos de la planificación económica y de
recursos. También es muy fácil comenzar una guerra
y tener un comportamiento agresivo, debido a esta poca visión.
Tenemos que superar esto, y la mejor forma de hacerlo es comprendiéndonos.
Es decir, el planteamiento actual es un subproducto del pasado:
se debe al hecho de que era un tipo de conducta muy beneficioso
cuando la humanidad estaba evolucionando y vivíamos en
pequeñas bandas y tribus por todo el mundo. Desde una perspectiva
darwiniana, era una cuestión de supervivencia y de reproducción
y era muy inteligente. Si sólo pensamos a corto plazo,
hay que hacer las cosas bien y sobrevivir hasta mañana,
enfrentarse a los enemigos que nos rodean. Ahora que tenemos más
conocimiento y sabemos más, sobretodo teniendo claro lo
que se está produciendo a escala global, deberíamos
superarlo. También podemos superar nuestra tendencia a
destruir otros organismos y la biosfera que nos soporta. Si nos
damos cuenta de que somos unos Hitlers, incluso si no nos importan
las dos o tres generaciones siguientes, estamos perdiendo algo
que es importante para el espíritu humano, para el alma,
¿puedo utilizar esta palabra? Porque de todo lo que sabemos
sobre la evolución de la humanidad y de todas las criaturas,
es lógico esperar que, si como seres humanos evolucionamos
en un hábitat en particular, en la sabana o en el bosque
tropical, también adquirimos un programa en el cerebro,
un instinto de gusto hacia ese entorno...
E.P.
Es lo que llamas biofilia
E.W:
Sí, la biofilia eso es. Hay muchas pruebas a favor de la
idea de biofilia, de nuestra tendencia a dirigirnos hacia y disfrutar
del entorno y el resto de la vida. De hecho hemos andado un largo
camino hasta ser capaces de poder disfrutar, de tenerlo a nuestra
disposición, incluso de ir y vivir allí.
(...)
E.P.
Has escrito algo muy intrigante, que me ha despertado tanto la
atención que lo citaré, y te ruego que me digas
qué quiere decir exactamente: «Sólo cuando
la mecánica del cerebro se pueda poner sobre el papel,
como lo hacemos con la célula, y podamos volverla a reconstruir
a partir de lo que hay sobre el papel, se aclararán las
propiedades de las emociones y del juicio ético».
¿Qué quieres decir exactamente?, qué esperas?
E.W.
Hay dos niveles de ciencia. Uno es la descripción exacta
del comportamiento y el pensamiento, pero en el siguiente nivel
de la ciencia hay que tomar este conjunto de fenómenos
tan complicados e intentar reducirlos a sus elementos y procesos
básicos. Y a continuación intentar entender cómo
se acoplan para formar la unidad. Cada ciencia es un ciclo constante
de reducción y de síntesis. Y una ciencia madura
implica el proceso de reducción y, por lo menos, un poco
de síntesis que la sigue. El verdadero científico
cree –quizá no lo compartan muchos académicos
de la rama de las humanidades o los teólogos– que
la mente es un producto del cerebro, que no están separados
y que son no-físicos. Así podremos entender la mente
de la misma manera que entendemos los métodos de las ciencias
naturales.
(...)
E.P.
En tus investigaciones más recientes subrayas que los seres
humanos, a diferencia de las hormigas, se aferran a la individualidad,
que define como seres humanos y los diferencia de un superorganismo.
Es fantástico. ¿Puedo hacerte una pregunta que hasta
ahora nadie me ha sabido responder? ¿Qué diablos
sucedió? Antes mencionabas que no hubo nada igual en la
evolución de las especies. ¿Qué hizo que
nos alejáramos de las hormigas y que se saltara de su tipo
de inteligencia a la del Homo sapiens? Es decir, ¿sabemos
un poco mejor que hace unos años qué sucedió?
Algunos dicen que es posible que fuera un cambio en la dieta,
el consumo de pescado... ¿Lo sabemos?
E.W.
En primer lugar hay que decir que el origen de los seres humanos
es único y que llevó miles de años crear
una especie como la humana, y ese paso adelante es uno de los
grandes misterios de la biología. Pero no es el único
ejemplo de excepcionalidad en la evolución; ha habido otros
muchos casos en la historia de la evolución en que se ha
experimentado un gran avance. Por ejemplo, en mi campo de investigación
nos encontramos con el trabajo de las hormigas Acromyrmex octospinosus
de la América tropical, que son jardineras y construyen
unos jardines subterráneos inmensos. Mastican y procesan
las hojas en las que cultivan hongos de los que se alimentan y
se han convertido en líderes de los animales que comen
plantas en la América tropical. Pero esto sólo ha
sucedido una vez en la historia de la evolución ¿Cómo
ocurren estos grandes sucesos, cuáles son las circunstancias
peculiares por las que surgen los seres humanos? No tenemos la
respuesta, pero seguiremos intentando investigarlo y seguirá
siendo uno de los retos más importantes en la investigación
biológica del futuro.
©
Eduardo Punset, 2004