Un
fragmento del cap. 27 de SOCIOBIOLOGÍA; LA NUEVA SÍNTESIS
(p. 580-581)
Científicos
y humanistas deberían considerar conjuntamente la posibilidad
de que ha llegado el momento de retirar temporalmente la ética
de las manos de los filósofos y biologizarla. Hasta el
presente, el tema está formado por diversos conceptos extrañamente
disjuntos. El primero es el intuicionismo ético que cree
que la mente tiene un conocimiento directo de lo auténticamente
correcto y falso, que puede formalizase por lógica y traducirse
en reglas de acción social. El precepto–guía
más puro del pensamiento occidental secular ha sido la
teoría del contrato social, formulada por Locke, Rousseau
y Kant. En nuestros tiempos el precepto ha sido vuelto a tejer
según un sólido sistema filosófico por John
Rawls (1971). Su imperativo es que la justicia no debería
integrarse meramente en un sistema de gobierno, sino que debería
ser el objeto del contrato original. Los principios denominados
por Rawls ‘justicia como rectitud’ [nota: es más
habitual hablar de ‘justicia como equidad’ R.A.],
son aquellos que elegirían las personas libres y racionales
si estuvieran iniciando una asociación a partir de una
posición de igual ventaja y desearan definir las reglas
fundamentales de la asociación. Al juzgar la aptitud de
las leyes y comportamientos subsecuentes sería preciso
poner a prueba su conformidad con la incontrovertible posición
de partida.
El Talón
de Aquiles de la posición intuicionista es que confía
en el juicio emotivo del cerebro como si este órgano debiera
tratarse de una caja negra. Mientras unos pocos no estarán
de acuerdo con que la justicia como rectitud sea un estado ideal
para espíritus desencarnados, el concepto no es en modo
alguno explicativo o predictivo con respecto a los seres humanos.
En consecuencia no considera las consecuencias ecológicas
o genéticas últimas de la rigurosa prosecución
de sus ideales. Quizás la explicación y la predicción
no sean necesarias para el milenio. Pero es improbable que el
genotipo humano y el econosistema en que evolucionó estuvieran
pasados de moda según una extrema rectitud. En cualquier
caso, la completa exploración de la maquinaria nerviosa
del juicio ético es deseable y ya está progresando.
Este esfuerzo, que constituye el segundo sistema de conceptualización,
puede denominarse ‘conductismo ético’. Su proposición
básica, que ha sido extendida de la forma más completa
por J.F. Scoott (1971) sostiene que el compromiso moral es totalmente
aprendido, siendo el condicionamiento operativo el mecanismo dominante
[véase nota 1. R.A.].
En oposición
a esta teoría se halla la ‘concepción evolutivo-genética’
del comportamiento ético. La versión mejor documentada
es la que proporciona Lawrence Kohlberg (1969). El punto de vista
de este autor es estructuralista y específicamente piagetiano,
no estando de todas formas relacionado todavía con el resto
de la biología. Piaget ha utilizado la expresión
‘epistemología genética’ y Kohlberg
la de ‘cognoscitivo-evolutiva’ para designar al concepto
general. Sin embargo, los resultados llegarán a incorporarse
eventualmente a unas amplias biología evolutiva y genética.
(…)
Incluso si el problema se solucionara mañana, faltaría
una parte importante. Se trata de la ‘evolución genética
de la ética’. En el primer capítulo de este
libro argüía que los filósofos éticos
intuían los cánones deontológicos de la moral,
consultando los centros emotivos de su propio sistema hipotalámico-límbico.
Esto también se cumple para los evolucionistas, incluso
cuando están siendo los más severamente objectivos.
Sólo mediante la adaptación de los centros emotivos
como una adaptación biológica puede descifrarse
el significado de los cánones. Parte de la actividad es
probable que esté desfasada, como una reliquia del ajuste
a las más primitivas formas de organización tribal.
Otra parte podría estar en período de crecimiento,
constituyendo nuevas y rápidas adaptaciones cambiantes
a la vida agraria y urbana. La confusión resultante se
verá acentuada por otros factores. En la medida que los
genes unilateralmente altruistas se han establecido en la población
mediante la selección de grupo, hallarán la oposición
de los alelomorfismos favorecidos por la selección individual.
El conflicto de los impulsos bajo sus varios controles es probable
que se halle ampliamente extendido en la población, pues
la teoría actual predice que los genes estarán mantenidos
en el mejor de los casos en un polimorfismo equilibrado (cap.
5). La ambivalencia moral se intensificará más debido
a que la circunstancia de un programa de ética dependiente
del sexo y la edad puede impartir una eficacia biológica
superior a la de un código de una sola moral que se aplique
de manera uniforme a todos los grupos de sexo-edad. El argumento
para esa aseveración es el caso especial de la distribución
de Gadgil-Bossert, en que las contribuciones de las interacciones
sociales a los programas de supervivencia y fertilidad (véase
el capítulo 4 ‘Principios relevantes en biología
de poblaciones’)
Fragmento del cap. 27 de SOCIOBIOLOGÍA; LA NUEVA
SÍNTESIS © Ed. Omega, Barcelona, 1980; p. 580-581.
Trad. de Ramon Navarro y revisión de Andrés de Haro.
Reproducción exclusivamente para uso docente.
Nota 1. Ramon ALCOBERRO - Wilson se considera
a sí mismo tan lejano al conductismo como a las tesis de
Lorenz, Morris, etc, cuyo método califica de ‘ineficaz
y confuso’, en la medida en que se basa en ‘extrapolaciones’
de la conducta de los simios a la conducta humana. En SOCIOBIOLOGÍA
(cap. 27, apartado ‘plasticidad de la organización
social’, p. 568), Wilson resume también brillantemente
las reglas de lo que denomina ‘aproximación skinneriana’,
aunque considera que la equiparación ‘de la mente
humana como una máquina de respuestas, virtualmente equipotente,
no era ni correcta ni heurística’. Dichas reglas
son:
‘1.-
Si en el pasado la incidencia de un determinado estímulo-situación
ha sido la ocasión en que ha sido recompensada una actividad
humana, cuanto más similar sea el estímulo-situación
presente al pasado, más probable será que el hombre,
en los momentos presentes, emita esta actividad u otra similar
a ella’.
‘2.-
Con cuanta mayor frecuencia dentro de un período de tiempo
dado la actividad de un hombre recompense el comportamiento de
otro, más a menudo el otro ejecutará el comportamiento’.
‘3.-
Cuanto más valiosa sea para un hombre la unidad de actividad
que otro le proporcione, más a menudo se comportará
en la forma recompensada por la actividad del otro’.
‘4.-
Cuanto más a menudo haya recibido un hombre en un pasado
reciente una actividad compensadora por parte de otro, menos valiosa
llegará a ser para él cualquier otra unidad de tal
actividad’.