Charles Darwin concluyó El origen de las especies con una
frase famosa: "No veo razón válida alguna para
que las opiniones expuestas en este libro hieran los sentimientos
religiosos de nadie". Evidentemente, si no veía "razón
válida alguna", la frase sobraba. Pero sin duda pretendía
avanzarse a las críticas y contrarrestar todo lo que pudiese
las posibles acusaciones. No obstante, Darwin tenía razón:
aquel libro no tenía que herir la sensibilidad de nadie
por las opiniones expuestas. El problema no era lo que decía
- y Darwin lo sabía-, sino lo que dejaba entrever: el origen
biológico del hombre.
Edward
Osborne Wilson (Alabama, 1929). es uno de los más fieles
seguidores de la obra de Darwin. Si Dobzhansky realizó
la síntesis de la genética y el darwinismo, Wilson
dio un paso más y llevó a cabo una nueva suma, la
del comportamiento y los genes. Su libro Sociobiología:
la nueva síntesis (1975) es fundacional, representa el
inicio de algo nuevo en el momento de enfrentarse al estudio de
la naturaleza. Si Linneo creó un método taxonómico,
si Buffon inició el gusto por la filosofía natural,
si Darwin reunió a ambos científicos y tejió
su teoría de la selección natural, si Dobzhansky
combinó darwinismo y genética, Wilson se incluye
en ese árbol filético del estudio y comprensión
del hombre y de la naturaleza. Ésta es su verdadera grandeza,
la de haber creado una escuela, una nueva y sólida rama
en el estudio de la historia natural, con discípulos tan
brillantes como Richard Dawkins, Robert Trivers o Michael Ruse.
Sin
embargo, su libro Sociobiología recibió numerosas
críticas, y durante un tiempo incluso estuvo prohibido
en la URSS y en los países comunistas del Este. La visión
descarnada de la biología de los animales sociales, relacionándola
con su egoísmo genético, y su consiguiente aplicación
al estudio de la sociedad humana, fue muy discutida y en algunos
casos violentamente contestada. Algunos científicos de
renombre, como Stephen Jay Gould o Richard Lewontin, acusaron
a Wilson de conducir al hombre a un callejón sin salida,
al sostener una especie de determinismo biológico del comportamiento
humano. Lewontin publicó, junto con Steven Rose y Leon
J. Kamin, un libro titulado No está en los genes (1984),
en el cual se realizaban acusaciones injustas y desafortunadas:
"lo que Wilson, Dawkins o Trivers escriben sobre sociobiología
refleja sus intereses por mejorar su propia posición social".
También en las ciencias sociales se fraguó una oposición
muy activa, y el antropólogo cultural Marshall Sahlins
publicó Uso y abuso de la biología (1976), donde
se esforzó por excluir la conducta humana de los principios
de la sociobiología, y donde advertía malévolamente:
"Queda por señalar que he escrito este ensayo con
un cierto sentido de la urgencia, dado el significado actual de
la sociobiología y la posibilidad de que pronto desaparezca".
En
realidad, tanta animosidad recuerda a las críticas encendidas
que recibió Charles Darwin. Aquella avalancha de oposición
a la obra de Wilson culminó en un congreso de la Asociación
Antropológica Americana, durante el cual se intentó
censurar oficialmente la sociobiología, y que tan sólo
consiguió detener la oportuna intervención de Margaret
Mead (la Huxley de Wilson), calificando la iniciativa de "propuesta
de quema de libros". Es importante recordar todos estos episodios
para valorar la valentía intelectual de Edward Wilson.
Como escribe en su biografía El naturalista (1994): "Es
preciso repetir aquí la parte de mis argumentos que puede
considerarse determinismo genético. En esencia, mi argumentación
es la siguiente: los seres humanos heredan una propensión
a adquirir comportamientos y estructuras sociales, una propensión
tan extendida que puede considerarse parte de la condición
humana. Los rasgos definitorios son, entre otros, la división
del trabajo entre los sexos, los lazos entre padres e hijos, el
altruismo con los parientes cercanos, la evitación del
incesto y otras formas de comportamiento ético, el recelo
ante los extraños, el tribalismo, las órdenes de
dominancia dentro del grupo, la dominancia masculina en general,
y la agresión territorial con todas sus energías
el rápido y constante exterminio de miles de especies.
Tanto Biophilia (1984), La diversidad de la vida (1988), El futuro
de la vida (2002) o La creación (2005), son obras comprometidas
con la preservación de la naturaleza.
En
Consilience. La unidad del conocimiento (1999), propuso una nueva
manera de abordar las ciencias y las humanidades, que también
recibió numerosas críticas, aunque su propuesta
no acabó de convencer ni a científicos ni literatos.
En
El naturalista,Wilson explica que su afición por la naturaleza
empezó muy pronto, y se decantó por el estudio de
las aves. No obstante, un día de pesca tuvo un accidente:
"Tiré demasiado fuerte y el pez me cayó en
plena cara: una de sus espinas se me clavó en la pupila
del ojo derecho". Perdió la visión estereoscópica,
fundamental para el estudio de las aves: "La atención
de mi ojo bueno se concentró en el suelo. A partir de entonces,
dedicaría mi vida a los seres pequeños, a animales
que uno puede agarrar entre el índice y el pulgar y acercárselos
a la cara para examinarlos de cerca". Wilson se convirtió
en uno de los más prestigiosos mirmecólogos del
mundo (en su libro Pheidole in the New World como se temía
Sahlins-, y Wilson se ha convertido en uno de los científicos
de mayor prestigio internacional.
Culturas.
La Vanguardia, 7 de novembre de 2007