J. R.: En mi último libro
de ensayos sobre ciencia (Exploració, joc i reflexió,2006)
lo describo a usted como "mirmecólogo, sociobiólogo
y conservacionista consiliente". ¿Está de acuerdo
con esta definición telegráfica?
EDWARD
O. WILSON: Es una diagnosis razonablemente buena. Aquí
la palabra clave es consiliente; estos temas están conectados:
estudiar las hormigas de forma seria es pensar sobre la biología
del comportamiento social, y también preocuparse por la
relación de los seres humanos con el resto de la naturaleza.
J.
R.: Usted acuñó, entre otros, el término
biodiversidad,que hoy en día se usa con tanta frecuencia
como ecología, sostenibilidad o cambio climático,
aunque no siempre correctamente. ¿Qué es la biodiversidad
y por qué es tan importante para nosotros?
E.
O. W.: La biodiversidad (abreviación de diversidad biológica)
es la totalidad de toda la variación hereditaria de la
vida. Los biólogos realizan estudios a los tres niveles
de la organización biológica: los ecosistemas (como
los bosques y lagos), las especies de animales, plantas, hongos,
etc. que componen los ecosistemas, y los genes que determinan
los rasgos de las especies. J. R.: En su libro La diversidad de
la vida (1992, versión española de 1994) presenta
un panorama general de lo que es la biodiversidad y por qué
hemos de conservarla, principalmente desde un punto de vista biológico.
EnElfuturo de la vida (2002) añadía razones éticas
y económicas a las biológicas, y en su último
libro, La creación (2006), utiliza la argucia literaria
de escribir a un religioso no identificado con el propósito
de convencerle de la necesidad de encontrar un terreno común
con la religión para salvar la biodiversidad del mundo.
¿Es éste el último recurso que tenemos, rezar
y esperar que este enfoque espiritual pueda resolver la sexta
extinción (por analogía con las cinco extinciones
en masa ocurridas a lo largo de la historia de la vida; la sexta
es la que estamos causando nosotros) a la que nos enfrentamos?
E.
O. W.: No es el último recurso, pero sí un poderoso
complemento a los esfuerzos en pro de la conservación para
encontrar una causa común incluso allí donde las
concepciones del mundo son radicalmente diferentes. Hasta el momento
este enfoque, que se esboza en La creación,está
teniendo un éxito considerable en los Estados Unidos.
J.
R.: Siguiendo con la religión, usted ha afirmado que es
incompatible con la ciencia: es necesario escoger entre la verdad
intelectual o la religiosa. ¿Qué piensa de El espejismo
de Dios (2006), de Richard Dawkins, una crítica demoledora
a la idea de Dios por parte de este biólogo heterodoxo?
¿Y del diseño inteligente,según el cual la
evolución por sí sola no puede explicar las estructuras
biológicas extremadamente complejas, como el ojo?
E.
O. W.: En último término tenemos que escoger. Por
ahora me contento simplemente con inaugurar un discurso mutuamente
respetuoso. El enfoque de Richard Dawkins tiene sus méritos,
pero tiene asimismo el inconveniente de que cierra la puerta al
tipo de diálogo que yo propugno. El diseño inteligente
no es más que mala ciencia, que no ayuda en absoluto.
J.
R.: Parece que nuestra sociedad sólo se dio cuenta de la
realidad y la gravedad del cambio climático cuando los
economistas estimaron el enorme coste que tendrá en nuestros
presupuestos (el Informe Stern).¿Cree que la crisis de
la biodiversidad necesita asimismo un completo análisis
de costes-beneficios para empezar a buscar las soluciones posibles?
E.
O. W.: No. La situación es un poco como la guerra. Ahora
ya sabemos lo suficiente para ver que se necesita una solución.
Asimismo, que no todo va a ser simplemente costes. Los beneficios
que surgirán de los nuevos conocimientos y de las nuevas
tecnologías que serán precisas son potencialmente
enormes.
J.
R.: Su enfoque sociobiológico al comportamiento de nuestra
especie fue mal recibido por parte de la comunidad científica
en la década de los setenta. ¿Cree que sus ideas
fueron mal interpretadas por razones políticas, y no biológicas?
E.
O. W.: En realidad, mi obra fue recibida de forma entusiasta por
la mayoría de biólogos. La Sociedad Internacional
de Comportamiento Animal eligió mi libro como el más
importante de todos los tiempos sobre comportamiento animal. La
principal objeción vino de fuera de la ciencia, y fue una
objeción principalmente ideológica.
J.
R.: Desde entonces, muchas de sus ideas sobre el comportamiento
de nuestra especie han sido vindicadas por la investigación
en genética, psicología, neurobiología, etc.
¿Podemos esperar una puesta al día de Sociobiología
(1975, versión española, 1982) y de Sobre la naturaleza
humana (1978, v. e. 1980)?
E.
O. W.: Sí. Publicaré The Superorganism (El superorganismo)
con Bert Hölldobler [ mirmecólogo coautor con Wilson
de otros volúmenes: The Ants (1990) y Viaje a las hormigas
(1994, v. e. 1996)] en el otoño de 2008, que trata sobre
todo de los insectos sociales; y estoy trabajando en un nuevo
libro, The Forces of Social Evolution (Las fuerzas de la evolución
social), que comprenderá temas básicos de la sociobiología.
J.
R.: Uno de sus primeros libros, con el malogrado Robert MacArthur,
The Theory of Island Biogeography (1967), fue una de las primeras
aproximaciones cuantitativas a la ecología insular, y tuvo
un éxito inmediato. Incidentalmente, es su único
libro traducido al catalán, en 1983. De forma parecida,
Perspectives in Ecological Theory,el librito que Ramon Margalef
publicó en 1968 (v. e. 1978), causó sensación
en el campo de la ecología, y podríamos encontrar
otros ejemplos de grandes avances en ecología teórica
que datan de hace cuarenta años. ¿Cómo explica
esta eflorescencia entonces y, en cambio, la situación
actual de penuria en el campo de la ecología teórica?
E.
O. W.: Hace cuarenta años nos encontrábamos en lo
que puede calificarse de edad de oro de la ecología, en
el sentido de que se ideaban nuevos enfoques y se aprovechaban
por primera vez las oportunidades que estos enfoques permitían.
Sin embargo, después de este ímpetu inicial, como
ocurre tantas veces en ciencia, los avances llegan más
lentamente y con una gran cantidad de trabajo duro.
J.
R.: Hace diez años, Consilience (1998, v. e. 1999) causó
un impacto social tremendo y extenso. Su tesis, que hemos de unificar
la aproximación al conocimiento de las ciencias humanas,
naturales y sociales, era una reprimenda largo tiempo esperada
al dogma de las dos culturas.La práctica de la consiliencia,
¿ha seguido de manera general a su declaración teórica?
E.
O. W.: Nos hallamos todavía en una fase temprana de conectar
las grandes ramas del saber (ciencias naturales, ciencias sociales,
humanidades) mediante explicación de causa y efecto. Pero
hay intelectuales más jóvenes que están abordando
las prometedoras perspectivas de este enfoque, y me gusta pensar
que ello ayudará a impulsar un nuevo tipo de Ilustración
intelectual basada en conocimientos sólidos.
J.
R.: Además de la producción científica usual,
en su caso en forma de cientos de artículos técnicos
publicados en revistas especializadas, ha escrito, sólo
o en colaboración, más de una docena de libros,
algunos enciclopédicos, como The Ants y Pheidole in the
New World, (2003), tanto para el especialista como para el profano.
He traducido algunos de ellos al español y he disfrutado
haciéndolo, o leyéndolos. ¿Hasta qué
punto es fácil, o difícil, para un entomólogo,
dedicado toda su vida al estudio científico de las hormigas
y otros organismos, encontrar tiempo, motivación e inspiración
para escribir libros sobre naturaleza para el público general,
y obteniendo por ello premios literarios, por añadidura?
E.
O. W.: No es nada difícil. Estos temas le resultan intrínsecamente
fascinantes a la gente. Sólo hace falta presentarlos con
pasión y claridad suficiente.
J.
R.: ¿Y hasta qué punto le ha sido fácil,
o difícil, intentar convencer a los políticos para
que modifiquen sus planteamientos, generalmente miopes, sobre
los problemas ambientales?
E.
O. W.: Dificilísimo, al menos en los Estados Unidos. Quizá
los líderes políticos estén de acuerdo, en
privado, con los científicos, pero viven y mueren según
las opiniones y los prejuicios de quienes los votan cada dos o
cuatro años.
J.
R.: ¿Cuál fue su sensación al enterarse de
que se le había concedido el Premi Internacional Catalunya,
destinado a reconocer "a aquellas personas que han contribuido
decisivamente con su obra creativa a desarrollar los valores culturales,
científicos o humanos"? ¿Cree que en su caso
el Govern de la Generalitat consideró los valores culturales,
científicos y humanos?
E.
O. W.: Sí, creo rotundamente que los miembros del jurado
combinaron todas estas consideraciones. Resultó muy gratificante
ver que un enfoque unificador era reconocido por un premio internacional
tan importante.
J.
R.: En las últimas décadas ha habido, en Catalunya
y en España, un resurgimiento importante y general de la
investigación científica, y en cierto sentido estamos
produciendo (y exportando) naturalistas y taxónomos muy
cualificados como nunca antes había ocurrido; sé
que usted conoce a muchos de ellos. ¿Cuál sería
su consejo para ellos y para nuestros estudiantes universitarios
a la hora de considerar la enorme cantidad de trabajo que habrá
que abordar para conocer y proteger la biodiversidad?
E.
O. W.: Mi respuesta es la misma que doy a los estudiantes y jóvenes
científicos en los Estados Unidos: el siglo XXI es el siglo
de la biología, y del medio ambiente. Una gran parte de
las investigaciones de biología y ambientales tendrán
que dedicarse a explorar este planeta poco conocido, del que apenas
conocemos el diez por ciento, o menos, de las especies que lo
pueblan. Me reconforta este repunte del interés y de la
actividad en estos campos de la biología en Catalunya,
y en España en general, que están tomando un papel
de liderazgo.
Culturas.
La Vanguardia, 7 de novembre de 2007