UNA NOTA SOBRE EPICTETO

Todavía en 1605 el jesuita Ricci para intentar la conversión de China al catolicismo escribió un Libro de los 25 párrafos que era en gran parte una paráfrasis de algunos textos del Manual de Epicteto adaptado a la vez al cristianismo y al confucianismo. Tal vez no haya mejor prueba que esa de la importancia cultural de Epicteto, el filósofo estoico que nació esclavo, que estaba cojo como consecuencia del maltracto que le infligió su amo Epafrodito, pero que influyó en el emperador Marco Aurelio y en la ética cristiana como ningún otro autor del mundo antiguo.

Epicteto fue básicamente fiel a la teoría estoica más tradicional, pero centró su análisis en tres temas (juicio, deseo e impulso) que en su opinión son causa del dolor humano. En el núcleo de su pensamiento se encuentra la tesis de que los bienes y los males que acontecen a los humanos no pueden pertenecer más que al ámbito “de lo que está en nuestro poder” y de lo que resulta de nuestra libre elección moral. La felicidad de cada cual no depende, pues, ni de las circunstancias exteriores, ni de los bienes materiales, ni de la salud del cuerpo o del éxito profesional, sino que es una función de la recta razón. Lo que está en nuestro poder (o en nuestra actividad) es son cosas como las opiniones, las pasiones, los deseos, los impulsos. Esos son objetos básicos de la razón. En cambio, el cuerpo, el patrimonio, la reputación, etc. no está bajo nuestro control por eso la felicidad depende solo de la buena gestión de lo que está bajo nuestro poder, que debemos administrar con prudencia.

La recta razón se ha de manifestar en tres ámbitos:

  • el de los deseos y aversiones que se vincula a las pasiones, y especialmente a las que se deben evitar.
  • el de los impulsos (o las tendencias) positivas o negativas que se vinculan a los deberes y a las acciones, que corresponde a la cuestión del juicio
  • el de los juicios prudentes que nos alejan del error y de las pasiones.

Controlar juicios, deseos e impulsos, da sentido al aprendizaje de la filosofía. Hay algo de socrático y de platónico en la tesis según la cual el bien del hombre es su propia alma. Todo lo que está fuera del alma (o como la denomina Epicteto del “hegemonicón” que es la parte dominante del alma) está fuera de nuestro dominio. En todo caso, el objetivo de la vida filosófica consiste en evitar las pasiones de las cuales proviene la frustración del deseo. Todas las miserias y las calamidades humanas se originan en el deseo desordenado e irracional y hay que saber evitarlo. Eso no significa que el sabio deba ser insensible como una estatua, sino que conviene desarrollar los deberes que cada uno tiene en la sociedad de una manera justa y equilibrada, sin caer en la subjetividad y la fantasía ni el autoengaño. La vida digna de ser vivida incluye la disciplina en el juicio y evitar ser dominado por el deseo (especialmente por los deseos que no dependen de nosotros).

 

 

© Ramon Alcoberro Pericay